Alirio Pérez Lo Presti: Borges el mimoso

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“…Borges ha sido lo más importante que le ocurrió a la literatura en lengua española moderna y uno de los artistas contemporáneos más memorables”, señala Mario Vargas Llosa en su reciente compilación de trabajos sobre el escritor argentino, titulado Medio siglo con Borges. Es muy difícil que una persona afín a la lectura no sea particularmente seducida por la manera de escribir del singular escritor sureño, quien no solo escribe cuentos perfectos, sino que desarrolló una técnica de escritura, la cual es imitada por muchos de quienes quedan deslumbrados ante sus textos.

Esta técnica, potencialmente replicable, ha condenado y malogrado a quienes, en su asombro, tratan de calcar al gran maestro de la literatura. Dicho de otra forma, Jorge Luis Borges deleita a quienes lo leen y envenena a quienes lo imitan. En lo personal leí a Borges hace ya algún tiempo y mientras más tiempo pasa, más distante lo siento en algunos aspectos. Desde lo puramente racional, es un escritor avasallante por lo inmaculado, siendo esa pulcritud temática y estilística, una condición cada vez más ajena a lo que me agrada de la literatura. Hace mucho fui cautivado por aquello que hoy me parece una rareza que no dejo de celebrar y acompaño la comparsa de lo borgiano al ritmo de una guaracha.

Escritores sucios

Creo que Nicolái Gógol, Jack London, Guy de Maupaussant, Fiódor Dostoievski, Horacio Quiroga, Alberto Moravia, Milan Kundera, quienes también escribieron cuentos, son en esencia imperfectos, acontecidos, erráticos en su escritura y expresan en su obra la savia de sus vivencias y de quienes le acompañan en el curso del tiempo. Desafían las más pedestres y simultáneamente extraordinarias circunstancias, que van desde enredos amatorios hasta haberse inmiscuido en tormentosas situaciones políticas. Su esencia es lo controvertido y la conflictividad. Están situados en el polo contrario de la aquiescencia y en ocasiones huelen mal. Su prosa es imperfecta por cuanto está salpicada de fluidos orgánicos y vahos no siempre posibles de soportar.

Si hubiese la posibilidad de contrastar la obra de Borges en su propio medio, diría que es la antípoda perfecta del también Argentino Julio Cortázar, escritor de cuentos maravillosos, que sin dejar de ser sorprendentes no gozan de la perfección de lo borgiano. La erotización contrariada es un pilar de esa obra maestra que conocemos como Rayuela.

Niños de pecho

En Borges triunfa la asepsia, la erudición, la infinita valoración por la cultura y la tendencia a ser preciso con lo que escribe, lo cual solo una persona como él y sus circunstancias pudieron forjar. Como lo borgiano tienta, la gente limpia se acerca a él. Siempre acunado por su madre, ajeno a la experiencia vital y apegado al regazo maternal, no podía ser más chocante para Borges que tener que enfrentar lo psicológico. Por eso huye de ello. No es raro que sus personajes, matones y pendencieros, sean en realidad propios de quien tiene una imaginación al calco de los textos y no de la propia experiencia vital. Esa rara falsedad de lo no vivido da un carácter curioso e inigualable a su obra. Un Borges ajeno a lo psicológico necesariamente corre ante lo psicoanalítico que propende a estudiarlo con la destreza del entomólogo que cuenta las patas de una hormiga. De ahí que lo borgiano y lo tendiente a ser apegado a la mamá, van de la mano, como elementos propios de un universo que Borges crea para deleite, goce y capacidad de cultivar seguidores desafiantes y defensores de su legado. Sus cultos seguidores lo endiosan en buena lid y lo ubican en el justo lugar de la historia que merece. Borges es un faro para quien busca en el conocimiento una manera de darle sentido a la vida, olvidándose un tanto que vivir a plenitud la existencia.

Asexualidad atómica

Si algo llama la atención de la obra de Jorge Luis Borges es su distanciamiento con el erotismo y la sexualidad. Sus textos tienen la limpidez de lo asexual, tanto como su propia imagen personal pareciera tenerlo. Lo sexual conceptuado como mácula que empastela el texto y a la propia vida. Esa asexualidad va de la mano con una figura materna omnipresente y un matrimonio efímero. También va de la mano con la bomba atómica para el mundo de la cultura, el divertimento, lo humano, lo extravagante, lo ridículo, lo festivo y lo amatorio, así como la posibilidad de imaginar escenarios posibles e imposibles que se resume en un par de palabras: María Kodama. Una jovencita acompañándolo por los laberínticos caminos de la existencia que hacen de Borges una persona, un hombre, un ser enamorado y lograr lo que su propia obra repele: La erotización perfecta.

De laberintos, tigres y demás elementos ajustados a la simbología borgiana, se agarra de la mano una chica con falda que le lee, lo acompaña en sus viajes y se presenta junto a él en entrevistas televisadas. El exquisito olor de la mujer hace que antes de morir, finalmente se parezca a cualquiera de nosotros.

@perezlopresti

 

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