José María Aristimuño P.: Samaria y Judea

 

El Estado de Israel, desde su creación hace setenta y cinco años, se encuentra sumido en una aguda crisis política producto de las dificultades de Netanyahu para formar gobierno, así como la complejidad reinante, donde las concesiones fueron el nudo de su aspiración.

Hoy, ya presidente, ¿cuál fue la concesión? La reforma. ¿Y la consecuencia?: Israel roto.

Los hechos: protestas multitudinarias, destitución de colaboradores. Y lo grave: el descenso de su popularidad en las encuestas. Alto precio.

La base de la propuesta en la reforma es colocar sobre el tapete la lucha de poderes por la vía constitucional. El Legislativo, de tendencia fuerte de derecha, y la knesset intentando manejar el poder judicial con una aguerrida presidente de la Corte —Esther Hayut, quien en una oración lo define como “golpe fatal a la identidad democrática de Israel”—. La mayoría exigua de la knesset aduce que es una Corte Suprema muy liberal para los fines propuestos del Ejecutivo.

Para que exista verdadera y auténtica democracia, nos retrotraemos a Locke y Montesquieu (siglo XVII): “La decisión jamás debe concentrarse en los organismos que sustentan el poder por el sistema de contrapesos; si deseamos democracia, deben autocontrolarse”. Funciona en las democracias más poderosas del mundo.

Israel, la tierra prometida, producto de una necesidad histórica y de convergencia de judíos por circunstancias (sin tierra, errantes a lo largo de su existencia, diásporas de askenazis, sefardíes, mizrahis). Interesante: cantidades, tiempos y circunstancias; pero al final, la idea genial. El sionismo, en origen, el movimiento de liberación sin patria. La autodeterminación del pueblo judío.

No olvidar jamás que Sión es el nombre bíblico de Jerusalén.

¿Dónde está el nudo de la crisis? El sionismo religioso es la premisa evidente: profundizar en un Estado fundamentado de manera amplia en la religión. Prácticamente, de cierta manera, volver al leviatán de Hobbes.

Una aventura muy arriesgada, lanzarse un cambio de paradigma por tener una mayoría exigua y arrebatar por tener sesenta y cuatro votos en el knesset. Además, cuando se ejecutó la votación, los cincuenta y seis brillaron por su ausencia, lo que dice mucho de la validación. Una victoria pírrica con consecuencias peligrosas y resultados funestos.

Reducir las capacidades del alto tribunal para revisar las leyes del Parlamento israelí pone en peligro la democracia de Israel.

Se ve en puertas un colapso, pues no son solo los votos de una coalición que sostienen a Netanyahu. Es la real política

¿Cómo está compuesta? Resumen: el partido de Netanyahu el Likud (32), el Shas (11) y los sionistas religiosos (14), y el judaísmo unido por la Torá (7) dan los votos parala reforma.

Una breve descripción de la coalición sin incluir el Likud, del cual conocemos su tendencia: el partido Fuerza Judía (“los guardianes de la fe”), con Itamar Ben-Guir a la cabeza y la consigna “muerte a los árabes” trastoca en lo interno, incita a la violencia y provoca a los países vecinos; su punta de lanza, los colonos radicales. El partido Shas, sefardíes ultraortodoxos (un detalle en un mundo globalizado: claman “no a la homosexualidad”) y el partido Judaísmo Unido por la Torá y su “eximir del servicio militar a todo aquel que estudie la Torá”. Una fisura con visos de discrecionalidad.

Tendencias diferentes ¿Cómo conciliar?

Los reformistas tienen su agenda. ¿Cuál pareciera el primer objetivo? Eliminar la razonabilidad. Simple de explicar: lógica y sentido común, regular el ejercicio de los derechos de las partes y no hacerlo amparado en la ley, en este caso, la Knesset, ya que pueden tomar una decisión arbitraria e injusta.

Vamos a lo originario. Las normas y reglamentos no pueden contradecir lo establecido por otra norma: lo justo.

En tiempos de globalización, un país que aún se construye (ocho décadas contra cuatro siglos), es absurdo tratar un tema tan complicado que pone en vilo la seguridad de un país al estar dividido.

La alianza que sostiene a Netanyahu en el poder, el sionismo religioso, tiene otros planes. Nada sencillo modelar la sociedad judía. Al ser un país de diásporas en su gran mayoría, con sólo preguntarse por lo identitario, cuándo llegaron y dónde se establecieron, tendríamos la primera respuesta.

La reforma es un mecanismo para huir hacia adelante. Los miedos llevan a expandir la frontera, pero vulneran la seguridad interna, pues se rompe la cohesión. ¿Se imaginan un ejército fragmentado? Nada sencillo, pues es el pilar donde los jóvenes se sienten orgullosos de servir a su país,

La agenda de la ultraderecha se ve clara, expansiva por la vía del territorio. Basta retraerse tres décadas, al vil asesinato de Menajen Begin por intentar entregar los territorios ocupados en búsqueda de la paz, es suficiente

Inconcebible. Judea y Samaria, originarios nombres bíblicos; no Gaza y Cisjordania.

Por la manera como fue fundado y su evolución, Israel, más tarde que nunca, necesita una Constitución, una columna vertebral para organizar el Estado, donde converjan los derechos de sus ciudadanos de manera proporcional Probablemente, el comienzo sea una plural Asamblea Constituyente.

 

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