Ibsen Martínez: Kornai

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Una noticia llega, turbadora entre las muchas noticias que hoy pueden llamar la atención de quien, como yo, aún se entiende a sí mismo como hombre de izquierda: János Kornai ha muerto a sus 93 años.

Saberlo borra de mi tablilla la extradición de Alex Saab y los bochornos que en los diálogos de México brinda la delegación opositora venezolana ante los emisarios del dictador Nicolás Maduro y me apremia a compartir las razones de mi admiración por este pensador.

János Kádár, tocayo del desaparecido, fue el jefe del Gobierno húngaro que, satélite de la desaparecida URSS, y a finales de los años 60, intentó introducir tímidas reformas desdeñadas luego, socarronamente, por la izquierda europea pro-soviética como “socialismo goulash”.

Kádár no siempre fue reformista. Más de una década atrás, en estrecha colaboración con el embajador soviético, Yuri Andrópov, dispuso la sangrienta represión de la Revolución húngara de 1956. Las paradojas de la Historia quisieron que, en sus tiempos de apparatchik estalinista, fuese él quien expulsara de las filas del Partido a un brillante economista tocayo suyo: János Kornai.

Ya en los primeros años 50, mucho antes de la aplastada insurrección general de 1956, una fracción revisionista de la dirigencia comunista húngara, encabezada por Imre Nagy —quien pagó la experiencia con el fusilamiento—, se planteó introducir reformas en el modelo soviético que se les había impuesto y que ellos, aun siendo fervorosos colectivistas, encontraban poco viable.

Fue entonces cuando Kornai, haciendo equipo con otro brillante economista, Tamás Lipták, quiso pensar un socialismo siquiera un poquito más eficiente en la producción y distribución de bienes y servicios. Topó con inquietantes paradojas que evocaría luego, en ¿Es reformable el socialismo?, ensayo que refiere los fallidos intentos de renovación que, en los 50 y 60, vivieron Hungría, Polonia y Alemania Oriental.

Kornai halló que en todas las economías comunistas donde las reformas tuvieron tiempo de desarrollarse, como Hungría o Polonia, el resultado más relevante fue el surgimiento inequívoco de un sector privado en los sectores de servicios, transporte, construcción y, en menor escala, también el manufacturero.

Aparecieron multitud de actividades informales “subterráneas”; proliferaron los negocios sin licencia, abiertamente ilegales, y sin embargo, tolerados. Surgieron diferentes fuentes de ingreso personal derivadas de la propiedad privada; por ejemplo, de la renta de casas particulares en las ciudades o de casas de campo recreativas.

¿No prefigura acaso el relato de Kornai las fugaces florescencias capitalistas registradas en Cuba desde los años 90 cada vez que, como en el llamado “período especial”, se ha anunciado abrir la espita de los controles? El reciente anuncio de liberación de la actividad privada en Cuba remite a Kornai.

En las economías socialistas donde se intentaron reformas, como Hungría o Polonia hace casi un siglo, surgió significativamente un sector privado que fue luego ahogado de manera inmisericorde.

Kornai hizo notar luego que, por lo común, el gobierno comunista no tenía que convencer a sus ciudadanos mediante campañas propagandísticas para que ingresaran al sector privado.

Generalmente, una vez levantadas tímidamente ciertas prohibiciones a la actividad privada, este sector empezaba a crecer con vigorosa espontaneidad y las empresas individuales brotaban como hongos en un bosque después de la lluvia.

“Durante el periodo de reforma”, señala Kornai en sus memorias, “el sector privado creció principalmente debido a la espontánea iniciativa empresarial, basada en gran parte en los ahorros privados”.

El febril aumento en la actividad privada fue tanto más notable cuanto que ocurría después de un periodo de dura represión de todo emprendimiento individual. No se tenía que engatusar u obligar a la gente para que eligiera este modo de vida. De hecho, muchos se sentían inmediatamente atraídos por los mayores ingresos, la relación más directa entre esfuerzo y recompensa y la mayor autonomía y libertad que ofrecía el sector privado.

Al conjurar el embeleco de las “terceras vías”, que, como en su momento hizo Chávez, suelen invocar los demagogos de izquierda cuando están en campaña electoral, Kornai afirma: “Las consignas que dominaron habitualmente la literatura económica publicada en los países socialistas reformistas de aquel entonces, y que exigían propiedad estatal con mercado, implicaban un malentendido o engendraron falsas e ingenuas esperanzas de una tercera vía que la evidencia dejada por el amargo historial de experimentación con reformas a medias descartaba claramente”.

En sus memorias, llamadas por él mismo “recuerdos irregulares”, narra cómo al final de la Segunda Guerra Mundial, él y su familia se hallaban ocultos en un sótano de Budapest. De pronto oyeron al mismísimo Ejército Rojo tocar a la puerta.

Al abrirse el portón del sótano, apareció el padre Raile, jesuita que había escondido y alimentado a la familia durante la ocupación nazi, flanqueado por soldados rusos.

Se escuchan expresiones de alegría y saludos cruzados en distintos idiomas. Los soldados rusos extienden las manos, la familia de Kornai se aproxima al tragaluz: es el fin de la persecución, del sitio a la ciudad. Entonces los soldados empiezan a gritar:”¡Davai, chasi!” y, acto seguido, proceden a despojar a los ocupantes.

Leed a Kornai.

 

Traducción »

Sobre María Corina Machado