José Manuel Rodríguez: La guerra es su asunto natural

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El impasse supuestamente saldado (a pesar de las sanciones) con la embajadora de la UE, me permite sintetizar las anotaciones que le hago a esa historiografía de origen europeo que se ha empeñado en presentar como desarrollo civilizatorio sus masivas y escalofriantes conductas criminales. No hay que afanarse mucho para mostrarlas. Sólo necesitamos hacernos la pregunta clave.

¿De dónde diablos naciones tan fragmentadas sacaron ese frenesí conquistador de pueblos y territorios? Queda claro que el destino manifiesto argumentado por los colonos calvinistas asentados en Norteamérica, fue sólo una mampara religiosa, como son siempre las mamparas. No  hubo tal pasión por la aventura y el conocimiento. Todas esas naciones, desprovistas de riquezas naturales pero, con su violencia ancestral a flor de piel, se lanzaron a buscarlas exterminando a los pueblos que se le atravesaban.

En la España antigua, las familias reinantes, luego de muchos siglos matándose entre sí, dándose tiempo para hacer lo mismo con los árabes, decidieron echarse a la mar para ver cómo demonios componer sus rentas, y ya conocemos lo sucedido en el resto de la América. De manera similar los patas en el suelo frisios pasaron, de ser los mendigos del mar, a convertir a Holanda en la primera potencia en el comercio de esclavos. Se produjo así un daño histórico gigantesco que aún sigue ocasionando desgarramientos como el de Floyd.

Esas mismas ambiciones llevó al pueblo belga a incursionar en África. Los cadáveres de 8 millones de congoleños asesinados convirtieron a ese insignificante país europeo en ombligo de la democracia. Y qué decir de la piratería inglesa, no hubo ruta comercial en los mares del mundo donde no actuaran. Pero, ni siquiera el trato entre ellos fue muy diferente. Estos 3 últimos siglos se dedicaron a desgarrarse y sus muertos pasaron de 100 millones.

Esa Europa, tan violenta como ahora desvencijada, que sigue presentándose como centro del mundo, pretende decirnos como debe ser la democracia. Sólo la ingenuidad frente a una historia contada por ellos mismos nos impediría entender que fue el saqueo y el asesinato masivo lo que verdaderamente colocaron a sus gobernantes, y a sus intelectuales coligados, en el crucero de las catedrales.

*Tomado de la película rusa “Tigre Blanco” de Shakhnazarov.

 

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