Alirio Pérez Lo Presti: El populismo necesario

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El 07 de marzo de 2016, publiqué un trabajo en el diario El Universal de Venezuela, en donde planteaba la idea de que los latinoamericanos hemos sido asociados con la exaltación del mesianismo y el culto a los personalismos, lo cual no deja de ser cierto. Lo que también es cierto es que el fenómeno populista no escapa a ningún conglomerado. En ese texto, literalmente señalé: “Es probable que Pablo Iglesias sea presidente de España y Donald Trump dirija la nación más poderosa del planeta. No tiene nada de extraordinario. Lo que sí es raro de comprender es la ligereza con la cual ambos fenómenos políticos fueron asumidos desde el comienzo de su aparición”.

Efectivamente, las circunstancias ubicaron a ambos en importantísimos cargos de poder. Los que inicialmente vieron a Donald Trump mostrando sus aspiraciones de ser el presidente de los Estados Unidos incluso llegaron a burlarse de sus pretensiones y no tardaron de calificarlo como un referente de la antipolítica, lo cual es usual escuchar. El asunto despertaba curiosidad y la pandemia tal vez modifique sus posibilidades de ser reelecto, asunto que hubiese ocurrido sin mayores contratiempos de no ser por el manejo tan particular que hizo en torno a la grave crisis sanitaria mundial, que ha afectado severamente a los Estados Unidos.

La estrategia de Trump

Los venezolanos estamos tan familiarizados con su discurso, que nos parece la aplicación de una aburrida y obvia receta de bolsillo. Él simplemente dice lo que el ciudadano norteamericano promedio desea escuchar. Habla en función de futuro, prometió aumentar el salario de los que trabajaban mucho y ganaban poco, señaló que debían pagar menos impuestos quienes menores ingresos recibían, se definió como un acérrimo enemigo de la clase política dominante y lo más peliagudo, señaló la existencia de un enemigo interno y uno externo, al cual había que ponerle un muro divisorio para evitar que le quitase el empleo al estadounidense necesitado y esos extranjeros cometiesen delitos en el país del norte. Donald Trump se apegó a la receta de rigor que ha hecho que desde que el mundo es mundo, los populismos vayan y vengan, sin importar en cuál lugar han de hacer su aparición. Dicho en términos más tangibles, apostó a la división y polarización de la ciudadanía de manera que toda la agenda pública girase en torno a él, sea para defenderlo o atacarlo, y como bien sabemos los que lo hemos vivido, quien tiene la agenda pública en la mano, tiene el control.

¡Vivan los iluminados!

El populismo se alimenta de la necesidad de satisfacer los más inconfesables anhelos de grandes grupos humanos. Fiel a la receta, Trump es divisionista y escandaliza a cualquier persona medianamente sensata. Contrario a lo que pueda parecer, en eso radica gran parte de su éxito político. Psicodinámicamente el populismo es una necesidad. Desde lo racional puede ser percibido como una tara y se puede intentar luchar contra él, cayendo en el eterno círculo vicioso que lo caracteriza, en donde lo que se haga en favor o en contra, coloca a la persona en el centro del debate. Los demás giran alrededor del líder, lo cual termina transformándose en el fin último de cada carácter. Aun con los esfuerzos por delimitar el pensamiento mágico como antípoda de la razón, el inconsciente y lo irracional suelen salirse con la suya. El votante se proyecta.

Cronología del ganador

El proyecto que Donald Trump se traza para llegar a la presidencia de los Estados Unidos se remonta a la década de los años ochenta del siglo pasado, habiendo intentado llegar al poder tanto a través del partido Demócrata como el Republicano. Incluso, en el año 2000 participó en la candidatura presidencial del Partido de la Reforma, partido fundado por el multimillonario Ross Perot en 1995 como alternativa ante los dos grupos tradicionales de los Estados Unidos, ganando las primarias de ese partido en California. Pero es más que un proyecto que se fraguó bajo las normas propias de la democracia. Donald Trump ha sido un consuetudinario y permanente presente en los hogares norteamericanos a través de los shows televisivos que lo hicieron inmensamente notorio. La cadena NBC con el popular programa El Aprendiz, construyeron desde 2007 una imagen en torno a Trump inusitadamente exitosa. En ese programa, que consistía en una competencia por 250.000 dólares y un contrato para dirigir las empresas de Donald Trump, el actual presidente se mostraba de manera teatral, exagerada y radical. Logró un encandilamiento y una atracción que pudo seducir multitudes de norteamericanos.

Por eso, cuando escucho personas señalando que es un arribista de lo político, pienso que, por el contrario, se preparó durante décadas para llegar al poder. No hay que olvidar que Trump es un cultivador de las teorías conspirativas, lo cual hace de fácil inferencia pensar que todo movimiento previo a su triunfo, eran los de un particular jugador que sabía hacia donde iba.

@perezlopresti

 

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