Daniel Fermín: La pelea por la oposición

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Este debe ser el único país en el que, en lugar de disputar el poder, los políticos se pelean el título de “oposición”. 20 años de polarización extrema han construido un imaginario en el que ‘oposición’ es el que más grita e insulta, el más demagógico, el que dice “blanco” si el otro dice “negro” y “negro” si el otro dice “blanco”. No les interesa construir. Poco importa que ayer se hayan derretido ante Arias Cárdenas, acusando de “traidores” a quienes no lo hicimos. Menos, que sus salidas hayan sido, una y otra vez, callejones sin salida que terminaron fortaleciendo al gobierno que dicen adversar. Aun menos, que los certificados de ‘pureza opositora’ los otorguen, oh sorpresa, notorios conversos, con todo el síndrome que eso implica.

En esa dinámica no hay disidencia, sólo ‘traición’. No hay democracia, sólo guerra a muerte. Si “¿con quién estás tú compañero?” fue en el siglo XX un eslogan de campaña, en el XXI es la manera de suprimir cualquier vestigio de disenso, de reclamo, de llamado a cuentas claras. Lo suyo no es la transparencia ni la libertad, sino el cierre de filas ciego, automático, so pena de las sanciones sociales, económicas, políticas, de excomunión de la “Venezuela decente”, que les da ese derecho divino de haber nacido al este de Chacaíto y creerse la tapa del frasco. Su neo-Macartismo y sus listas.

En lugar de bregar el apoyo del pueblo, andan es pendientes del Norte, poniéndose en fila, con su mejor sonrisa, mostrando las encías con la esperanza de ser, ellos, los elegidos, no para gobernar, sino, de nuevo, para ser ‘la oposición’. Por eso, quien se sale del libreto debe ser sospechoso. Después de todo, ¡¿quién se va a pelar esa manguangua?! Debe ser -esa es su lógica- que están en fila en otra subasta, mostrando otras encías a otros dueños. No pueden sino juzgar por su condición. No entienden nada.

Lo hemos dicho ya: no existe la oposición. Existen las oposiciones. Unas, pendiente de la renta, de la rapiña, del modus vivendi. Otras, en su diversidad ideológica y programática, pendientes de ganarse, a pulso, el favor popular y la confianza, no para ser ‘la oposición’, ¡sino para llegar al gobierno! De eso se trata. Otras más, jugando a los equilibristas, no porque los anime un espíritu amplio de conciliación, sino porque se amilanan ante el chantaje de quienes se juran dueños de la narrativa y de todo lo demás. Se equivocan, estos últimos, al creer que esa postura les traerá beneficios por parte de quienes los desprecian y los ven por encima del hombro.

No son cuatro gatos señorones -con sus conversos y sus fracasos-, tampoco sus satélites comunicacionales, quienes deciden quién es oposición y quién no lo es. La oposición no son 4 partidos, tampoco son 6 ni 8. Oposición hacen las maestras que luchan por las reivindicaciones de un gremio golpeado, los sindicalistas que tratan de proteger a los trabajadores frente al Estado patrono que es aun más voraz que el privado, los estudiantes y profesores, los productores y campesinos, los médicos y enfermeros, las amas de casa, los transportistas, en fin, el país que ve lo que hay y alza su voz de reclamo, de frustración y de lucha por un cambio.

Que otros sigan peleándose para ver quién es el más “opositor”, quién grita más, quién insulta más, quién se gana la estrellita con pegatina en el pecho por parte de sus patrones. Por ahí no es. Sigamos, quienes creemos que la oposición no es un fin sino una circunstancia en la lucha por el poder para lograr las reivindicaciones y los cambios, construyendo. Construyendo un movimiento popular, amplio, diverso, lleno de valores pero vacío de odios y prejuicios. Un movimiento venezolanista, creyente en que antes de los partidos está la Patria y que antes que el capital están las personas. Sigamos, sin distracciones, que mientras otros aspiran ser por siempre oposición, nosotros iremos construyendo, mientras subestiman nuestro trabajo de hormiga, las bases para el cambio que urge en Venezuela.

 

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Sobre María Corina Machado
     
 
Nuestra Señora del Monte Carmelo
   

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