Gregorio Salazar: En descomposición acelerada

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La convocatoria a las elecciones presidenciales del 28 de julio encuentra al régimen de Nicolás Maduro en pleno proceso de descomposición. No se trata del simple fracaso de una gestión gubernamental sin tiempo o recursos para cumplir sus metas o que haya padecido la obstrucción de una oposición a rajatablas en el Poder Legislativo. Nada de eso. Recursos, control institucional y apoyo popular tuvieron de sobra.

El derrumbe final que se aproxima es el de un proyecto político cuyos inexistentes logros –sumados a los retrocesos– lo ubican en un punto diametral y trágicamente opuesto a todo lo que ofrecieron hace 25 años. Donde dijeron justicia independiente y con celeridad crearon abyecta postración desde el ápice hasta la base del Poder Judicial. Donde prometieron plenos derechos sociales devastaron los logros históricos de los trabajadores. Las grandes víctimas.

Ofrecieron duplicar la producción petrolera y colocaron la de Pdvsa por debajo de la modesta estatal colombiana. Llegaron cuestionando el viejo sistema electoral, con fallas, pero respetuoso de la voluntad popular, y están dejando un CNE convertido en una obsecuente seccional partidista, presidida por uno de sus cuadros más delirantes.

Hoy todavía proclaman la “soberanía alimentaria” y ni tan sólo el azúcar y la pasta –¿cuántas marcas nacionales tuvimos?– que vienen con los mendrugos que reparte el CLAP, ya con ocho años de fundado, se producen en el país. Se vanaglorian de la educación gratuita y las aulas están cada vez más vacías de alumnos y profesores. Hoy con desespero electoral pretenden recuperar las desvencijadas infraestructuras de los planteles a punta de brocha.

Pero seguramente nada radiografía de cuerpo entero la dramática hora actual del régimen chavista –y por extensión la que vive el país– como la desbordada corrupción, siempre frondosa y exuberante, siempre bien regada y sin sinceros intentos de poda, que sembraron y propagaron desde la primera hora y en forma transversal y generalizada.

El documental Una pauta peligrosa, realizado en alianza del portal Armando.Info y Frontline, que recoge paso a paso la investigación realizada por el periodista Roberto Denis, hoy consecuencialmente perseguido judicialmente y en el exilio, sobre la corrupción en las altas esferas del poder en Venezuela, ha puesto de nuevo el foco nacional e internacional sobre una desviada concepción del poder, mediante la cual los recursos públicos de una nación se convierten en propiedad de una cúpula que los administra a exclusividad, dolosamente y sin rendir cuentas. Claro, todas las instituciones, otros nichos corrompidos, están de hinojos ante los amos del poder.

Destaca el documental cómo de forma paralela a la trama de Pdvsa, protagonizada por El Aissami –otrora uno de los seis grandes del régimen– y su entorno, funcionó otra no atendida ni visibilizada por un fiscal general engringolado, y es la que encabezó el protegido Alex Saab con empresas intermediarias creadas en Rusia y a través de la cual, de acuerdo con la documentación recogida, se desviaron de Pdvsa 1.5 billones (sic) de dólares, frente a los $23 mil millones de El Aissami.

La corrupción en Pdvsa, eslabonada por cuatro directivas, vemos hoy, rebasó lo imaginable. Eso sólo es posible en un Estado donde la violación a la constitución y a las leyes se convierte en forma consustanciada con el ejercicio del poder. Lo inaudito es que fuera precisamente enarbolando las banderas de la corrupción cómo los golpistas de ayer, desdoblados en los gobernantes de hoy, cautivaron a las grandes mayorías.

Todavía hay sectores del chavismo e incluso fuera de él que consideran que Chávez, el de la famosa lupa, fue un funcionario impoluto y fiel guardián del uso de los dineros públicos. Si sus propósitos de combatir la corrupción hubieran sido sinceros no hubiera entrabado el poder contralor del parlamento ni convertido a la Contraloría General de la República en un inútil parapeto burocrático.

Esa política y su continuación por Maduro dio estelares funcionarios, como Clodosbaldo Russián y Elvis Amoroso, quienes seguramente serán recordados única y nada más por dos tristes hitos, meros encargos políticos: las inhabilitaciones de Leopoldo López y María Corina Machado, respectivamente. Chávez sirvió la punta de esta madeja cuyo ovillo faltamente deshilvanado se agota ahora frente a la mirada acusadora del pueblo y de la historia.

 

Periodista. Exsecretario general del SNTP – @goyosalazar

 

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