Sergio Monsalve: Desafiantes

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La película Challengers juega tenis con un guion del esposo de la directora de Past Lives, alrededor de otro triángulo amoroso en el milenio.

La cinta asiática toma el ritmo parsimonioso de la escuela coreana y minimalista de la modernidad europea, en un cruce visto desde los desgarros sentimentales de Wong Kar-wai.

El filme de Luca Guadagnino, en cambio, opta por narrarse con las técnicas y formas de un maximalismo publicitario, al compás de un montaje acelerado, alternando detalles en ralenti con la música electrónica de Trent Reznor.

El director absorbe los materiales y códigos del lenguaje mainstream, armando un hipertexto audiovisual en el que conviven los significantes del fashion filme, el mercadeo deportivo, la estética de MTV y el servicio de los videojuegos en streaming, para proceder a instrumentarlos en su propuesta de cine de autor.

El oficio del realizador, más su madurez conceptual, permiten dotar al conjunto de la vistosidad creativa de uno de los largometrajes más conseguidos en 2024, amén de la fuerza expresiva de su historia melodramática, no necesariamente original o divergente.

En propiedad, temas y argumentos del libreto vienen circulando por la industria, desde antiguo, con ejemplos totémicos y realmente polémicos para su época, como La Maman et la PutainJules y Jim e incluso los trabajos de Gaspar Noé por la senda de Love.

Recordar en la lista del subgénero, las improntas de Two LoversSoñadoresAmistades peligrosas o la memorable Dead Ringers.

Más recientemente, la pieza Passages indagó en los mismos devenires narrativos, obteniendo un resultado satisfactorio para los críticos.

El propio Guadaganino aportó un antecedente valioso en la tendencia, al estrenar la interesante A Bigger Splash, una obra de menos cálculo y contención, abierta a una escritura ambivalente.

Después, la fama le llega al creador con Call Me By Your Name, convirtiéndose en relato generacional de un tiempo de melancolías y derivas existenciales, dentro de un celofán de cultura vintage y retro.

Guadadigno es, en una lectura crítica, un prosista y un poeta de la sensibilidad hipster del siglo, con todo lo bueno y lo malo que ello supone.

De modo que surgen grietas a la hora de ponderar el impacto de sus trabajos. Es el caso de Suspiria y Hasta los huesos que generaron reacciones dispares, altamente polarizadas en redes sociales.

Personalmente, estimé su cuento triste de “entre caníbales”, antes que su solemne contribución al estereotipo falso del “terror elevado”. Un remake innecesario.

Pero soy de los que me he reencontrado con el cineasta por Challengers, cuyo tratamiento de la imagen se combina con un texto práctico y eficiente al momento de plantear sus dilemas, sus arcos, sus bajadas y subidas de tono.

La Zendaya, de post Euphoria, produce y protagoniza el match, consciente de su estampa de nueva estrella de la meca. Escoge adecuadamente su reparto y su crew, como una hija y descendiente de los métodos del New Hollywood, cuando reinaron los movie brats con sus comparsas en los grandes estudios. No olvidar el tándem de Coppola con Evans.

Zendaya elige a Gudadagnino, así como se enlazó a Villeuneve, con el propósito de potenciar su marca en la industria, haciéndola deseable y atractiva.

De igual manera ocurre con los proyectos de Lady Gaga y Margot Robbie, mecenas emergentes de un star system que goza con deconstruir a muñecas rotas, a ídolos e influencers del liberalismo emocional de nuestros días.

Los problemas del corazón siempre fueron un antídoto para tiempos de guerra y dictadura, como los de ahora. No es casual que el cine se vuelque sobre ello, buscando conectar con una audiencia nostálgica y ansiosa por vivir experiencias inmersivas que los sacudan y estremezcan, hasta cierto límite.

La mezcla sale bien porque hay gente talentosa por detrás. Pero su acabado es menos desafiante de lo que aparenta.

Su auténtico mérito radica en ofrecer un excelso ejercicio de análisis del tenis como metáfora de una competencia que enmascara tensiones eróticas, oscuridades de eurothriller y conflictos de poder.

Tal como vimos en La Batalla de los Sexos, pero cambiando el humor por el amor líquido y la tragedia de Macbeth, en su ascenso a un trono de sangre.

Por lo pronto, he de confesar que he disfrutado de su hype en la pantalla.

Ustedes me dirán en el foro de comentarios.

 

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