Si los discursos populistas tienen éxito en nuestros países es porque hay granos de verdad en lo que dicen sus líderes, dijo Diego Salazar

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Periodista y analista político, Diego Salazar (Perú-Lima, 42 años),. Una ola autoritaria amenaza a Hispanoamérica y lo narra en una ambiciosa publicación que disecciona este fenómeno de la mano de 11 autores.

Ni de izquierda ni de derecha, ni conservador ni progresista, ni liberal ni estatista. El populismo de hoy es diverso y maleable, y como tal merece analizarse de forma individual conforme a su propio contexto histórico, social, económico y cultural. Conocedor de la realidad latinoamericana, el periodista peruano Diego Salazar (Lima, 42 años) lideró un proyecto ambicioso desde Ciudad de México, donde reside desde hace un lustro: ahondar en los matices del populismo de nuestro vecindario. El coordinador de Populismos. Una ola autoritaria amenaza Hispanoamérica (Ariel), donde una decena de autores ofrecen su lectura del fenómeno, conversa con EL PAÍS sobre el panorama regional.

Renzo Gómez Vega – Pregunta. A lo largo del libro se ensayan varias definiciones sobre qué es el populismo. ¿Cuál es la suya?

Diego Salazar – Respuesta. Es una estrategia o herramienta política que se basa en una narrativa de blanco y negro, extremadamente polarizante, según la cual existen unas élites malas, corruptas y delincuenciales cuyo único interés es afectar a las mayorías que, en esencia, son el pueblo bueno. Es el mínimo común denominador de todas las definiciones, y lo considero acertado. A ello le sumo que es connatural al populismo que exista un líder o lideresa que enarbole este discurso para que se convierta en una parte relevante de la discusión pública.

P. Promesas históricas no saldadas, fracturas irreconciliables, una prosperidad que nunca llega. ¿Se puede afirmar que Latinoamérica ofrece las condiciones para que el populismo funcione?

R. Hay autores que han debatido si el populismo es una tradición latinoamericana y no estoy de acuerdo. No suelo inclinarme por explicaciones culturalistas. Pero sí existen ciertas condiciones como las que nombrabas que facilitan el arraigo. Si los discursos populistas tienen éxito en nuestros países es porque hay granos de verdad en lo que dicen sus líderes: sí tenemos élites corruptas, sí batallamos todavía por garantizar igualdad ante la ley, sí tenemos instituciones que muchas veces no velan por el bienestar de todos los ciudadanos. De eso se vale el populismo para aportar soluciones simplistas. La paradoja es que el éxito del discurso populista hace que las oportunidades sean menores para las grandes mayorías.

P. ¿Los Gobiernos populistas derivan tarde o temprano en prácticas autoritarias?

R. A mí me gustan esos matices. A ver, lo que voy a decir va a sonar un poco enredado. Si bien no todo populismo necesariamente deriva en autoritarismo, sí creo que en el populismo anida un germen autoritario. Uno de los factores primordiales para definir si un populismo terminará por expresarse de manera autoritaria o no es el paso del tiempo. Cuando un régimen populista tiene éxito por lo general tiende a perennizarse. Y esa sin lugar a dudas es una de las características fundamentales del autoritarismo. El caso de Venezuela es clarísimo.

P. ¿El populismo ciega a sus líderes que acaban por traicionar sus ideales o es una fachada para llegar al poder?

R. Eso es algo bien interesante. Yo me pregunto constantemente: ¿en realidad se están creyendo lo que dicen o es una estrategia, una expresión de cinismo político? Como en la mayoría de asuntos hay parcelas de verdad en uno y otro lado. Por ejemplo, considero que Andrés Manuel López Obrador sí cree estar haciendo el bien al poner énfasis en las personas desfavorecidas aun a despecho de desarmar instituciones fundamentales para el funcionamiento del Estado mexicano. Pero a la vez hay otros asuntos donde no me termino de creer lo que él dice en su famosa conferencia matutina de Las mañaneras. Pese a la virulencia de su discurso en contra de las élites y los bancos es extremadamente conservador en el manejo de la economía. Entonces una cosa es el discurso y otra cosa la acción.

P. ¿Y quién sí podría decirse que terminó cegado por el populismo?

R. Quizá Donald Trump, que no es analizado en el libro porque no es hispanoamericano. No es un tipo extremadamente conservador. De hecho coqueteó con el partido Demócrata durante décadas. Y sin embargo, su deriva populista autoritaria lo llevó al otro extremo del espectro político. Una deriva protofascista incluso. Allí me parece que hay un tipo que acabó devorado por su propio discurso.

P. ¿Fidel Castro?

R. A la luz de los hechos y las décadas tenemos claro que era un proyecto autoritario revestido de cierta justicia social. Eso no quiere decir que haya que dar por buena la dictadura que derribó en Cuba. Se sustituyó una dictadura por otra.

P. ¿Qué le ha parecido Javier Milei en este par de semanas en la Casa Rosada? De momento ha crispado a los argentinos con el anuncio de su megadecreto.

R. Milei candidateó como un populista libertario en lo económico y ultraconservador en lo social. Hasta la elección de primera vuelta se dedicó principalmente a crispar y polarizar a una sociedad que se encuentra entre las más polarizadas de la región, en parte por el fracaso enorme del proyecto kirchnerista. Bajó algunos decibeles de cara a la segunda vuelta, donde se alió con la principal oposición al kirchnerismo, el macrismo, a quienes antes había señalado como miembros de la casta. Tras la victoria ha llegado lo que se esperaba, anuncios de shock económico, que en algunos recuerdan al Perú de inicios de los años noventa, poner en stand by el proyecto de dolarización, durante meses la principal bandera del candidato Milei, y pactos más firmes con el macrismo, traducidos en la colocación de nombres asociados al gobierno de Macri en puestos claves, como Luis Caputo al mando de Economía. Estamos viendo ahora el amplio abanico de reformas del megadecreto de Bases para la reconstrucción de la Economía argentina, que debe entrar en vigencia antes de fin de año. Y es ahí, cuando pasemos de la lírica a la acción, que veremos finalmente al verdadero Milei.

P. ¿Le sorprendió su triunfo y la diferencia con la que se impuso en la segunda vuelta?

R. La sorpresa la dio Milei en las PASO en agosto. A partir de ahí y de los distintos movimientos realizados por la Libertad Avanza y Juntos por el Cambio estaba claro que podía pasar cualquier cosa. Al final, la victoria de Milei termina por inscribirse en la ola anti-incumbentes que venimos viendo en Latinoamérica desde hace ya unos años y que es una expresión, quizá la más importante, del rechazo de las mayorías a la clase política y a las élites en general. La gente está harta y se siente traicionada y termina votando por candidatos que expresan o encarnan esa frustración.

P. En el libro, el escritor Carlos Granés, que analiza los ingredientes del populismo en Colombia, sostiene que como “los populistas defienden sus actos en nombre de un ideal pueden acabar defendiendo ideas cerradas, y que por eso para ellos su proceder siempre será acertado”.

R. Allí está el germen autoritario del que hablábamos. También lo explica muy bien Yanina Welp sobre el caso argentino. El populismo tiene inherentemente una necesidad de hacer ese corte limpio entre buenos y malos. Una distinción arbitraria evidentemente porque depende del líder carismático. Como nosotros somos los buenos, se eleva la violencia del discurso. Porque claro, si hay un Gobierno, una élite o unos actores en la sociedad que son malos en esencia pues casi todo está permitido para luchar contra ellos, incluso desaparecerlos.

P. Un peligro por donde se le mire…

R. Creo que el populismo entraña dos peligros fundamentales: los otros líderes políticos que tal vez no habían contemplado utilizar herramientas de corte populista terminan haciéndolo ante la aparición de un populista exitoso y por otro lado para sostener su narrativa se eleva la violencia del discurso. Y una vez que se cruzan ciertas barreras es muy difícil dar vuelta atrás. La violencia es consustancial al populismo y es el principal peligro que entraña.

P. El caso más reciente es Bukele. Para vencer a la delincuencia se ha legitimado la violencia.

R. Bukele concentra muchas de estas cuestiones para entender el populismo. Cuando tienes altísimos niveles de inseguridad y ves indefenso la inacción del Estado para atajar el problema, llega un momento en que estás dispuesto a abrazar cualquier solución. La solución Bukele pasa por desmantelar el Estado de derecho y cualquier persona que cuestione su narrativa es convertido rápidamente en un enemigo de los salvadoreños. Ahora, tampoco se puede juzgar a la población de una forma muy severa dado el profundo problema que existía, pero lo cierto es que quién sabe si aquellos que se consideran “buenos salvadoreños” terminen siendo parte de los “malos”.

P. ¿Termina siendo una bomba de relojería?

R. Así es. Te puede explotar cuando menos te lo esperas. En esa narrativa de los buenos y malos uno no sabe de qué lado va a estar. Muchas veces quienes se sienten atraídos por discursos populistas lo hacen pensando que no tienen nada que perder porque son los “buenos”, pero eso en realidad depende de los ánimos del líder.

P. Alberto Vergara inicia su ensayo señalando que es difícil imaginar a un populista fracasado, pero que Pedro Castillo hizo todo los méritos para ser la excepción. ¿En medio de esa intrascendencia qué le reconoce?

R. Le reconozco lo que estamos viviendo en el Perú actualmente, con este Gobierno ineficiente que ni siquiera logra ser populista porque no tiene nada que ofrecer, y que está maniatado por completo por sectores conservadores, cuasi mafiosos, del Congreso. Todo eso es consecuencia de un populismo fracasado. Dina Boluarte y su primer ministro Alberto Otárola no existirían si Castillo no hubiese convertido su Gobierno en un populismo de kindergarten mezclado con una mafia que no tenía más objetivo que lucrar del Estado. El actual Gobierno es consecuencia de Castillo.

P. ¿Por qué son tan importantes los simbolismos y los rótulos? Gustavo Petro se empecinó en recibir la banda presidencial con la espada de Bolívar y ha sido catalogado como el primer presidente de Colombia por dar un ejemplo.

R. Los populistas suelen ser narradores muy hábiles. Precisamente porque el populismo no es una ideología ni una filosofía política. Es en el fondo una narrativa, un relato, el cual nos puede gustar o no. Muchas veces nos preguntamos cómo la gente es capaz de creerse tal o cual cosa, y tenemos que entender que los relatos tienen una audiencia y no necesariamente esos mensajes están destinados hacia nosotros.

P. La burbuja de X se suele pinchar después de cada elección en Latinoamérica…

R. Exacto. Los seres humanos somos una multitud de factores que configuran la manera en que percibimos, entendemos y sentimos el mundo. Al juzgar estos fenómenos nos resulta increíble cómo puede calar el mensaje de Milei o el de Lula y Rafael Correa en su momento y nos llevamos las manos a la cabeza. Es importante ser capaces de distanciarnos de nuestra mirada de las cosas y expresar cierta empatía para comprender lo que pasa en el vecindario. Ahora, dependiendo del sistema electoral de cada país, no siempre hace falta obtener la mayoría para ser elegido presidente. Es decir, no hace falta convencer a todo el pueblo. Basta que una audiencia suficiente compre la narrativa.

El País de España

 

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