Carlos Ñáñez: La pulverización del bolívar y la inviabilidad de las transacciones

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La pulverización del bolívar como unidad monetaria y la inviabilidad de las transacciones

El logro económico por el cual será recordado el chavismo será su singular capacidad para morigerar su maldad y pertinaz falta de competencia en materia económica con el orquestado plan de hundir al país en este desastre humanitario, que de un plumazo nos aparta de las realidades de América Latina y nos defenestra al África deprimida, de hecho, en libertades económicas solo somos más libres que la violenta Somalia y la mísera Eritrea, el simple hecho de haber rescatado del sarcófago de las antiguallas económicas a la hiperinflación se constituye en un logro pleno de vicios, en un deshonroso récord, que solo pudo ser avistado por algunos quienes nos atrevimos a adversar este anatema en el desarrollo histórico y social de Venezuela; pero que fue celebrado, acompañado y laureado por una sociedad sin pulso democrático, sin signos vitales en materia de criterio, con anestesia colectiva.

Con profunda audacia, propia de los ignorantes y de los perversos, Chávez se refería a los cuarenta años de historia democrática con desdén, enjuiciando a la historia su locuacidad y maldad presente, no dudaba en exponer los fracasos de las décadas de los ochenta y los noventa, con la audacia propia de los ignaros, indicaba bajo la asesoría del dominicano Giordani, los oscuros años de una inflación del 100% y de la devaluación de la moneda nacional, además de proponer fórmulas mágicas salidas de la mente del ingeniero Giordani, quien se creía economista autodidacta, cuando en realidad era un nostálgico de la izquierda, un enamorado de la planificación centralizada, un despechado de la inviabilidad del socialismo con el cálculo económico.

Desde la arrogancia que le suponían unos ingresos petroleros de más de cien dólares el barril, se decantó por la seducción que le causó la ideología de Castro y defenestró las tesis ceresolianas, para abrazar el socialismo marxista de La Habana Cuba, sin evaluar los desastres causados por esta estafa ideológica en todos los países en los cuales se aplicó, de hecho, Venezuela servida en bandeja de plata a la tiranía de los Castro, era el remolcador de una isla destruida por el feroz periodo especial del intervalo 1991-1995, en cuyo lustro el PIB cubano caería 35%, un pequeño tropiezo si lo comparamos con el desplome cual Ícaro de la décimo sexta provincia de Cuba, la entregada Venezuela.

Expresar lo anterior, aunque sea una verdad de perogrullo, es necesario en un país que colectivamente decidió no pensar, asumir el nihilismo como manera de vivir, abrazarse a la distopía de un mundo feliz de Huxley. En 2008 Chávez una vez lograda escindir la autonomía e independencia del BCV, le restaría al bolívar tres ceros, el primer abordaje por la vía de la deflactación monetaria estaba servida, así nacía el bolívar soberano, coexistiendo con el anterior cono monetario, hasta que este se extinguiese.

Obviamente se advirtió del riego de esta medida, se indicó que la misma no obedecía a un objetivo monetario, pero tozudamente se descalificaron a los profetas del desastre, así nos llamaban tirios y troyanos a los economistas, que advertíamos que íbamos muy mal como sociedad, que no  existían equilibrios solidos de coherencia y correlación de los objetivos monetarios y que el país en pleno se iría a pique. Los años de la abundancia cleptocrata de CADIVI obnubilaban la razón de un país que por despreciar el conocimiento terminó exhibiendo el rostro sangrante de una crisis humanitaria innominada e incalificable.

UnJorge Giordani caído en desgracia, el mismo año de la muerte de Chávez, en compañía del ex ministro Navarro, otro perpetrador de este drama,era atacado por una turba de adeptos a la revolución, por atreverse a manifestar que durante el cadivismo se habían perdido 25 mil millones de dólares, más de cuatro veces nuestras extintas e ilíquidas reservas internacionales, la oposición y una sociedad civil en estado de catatonia moral, convirtieron a Giordani, a Navarro y la pléyade de chavistas caídos en desgracia, en una nueva taxonomía política: eran los originarios, los impolutos, los inocentes, así se le exoneraban los años de aplicación rígida de un modelo inviable, inmisericorde y generador de pobreza y horror.

Toda suerte de improvisaciones se le ocurrieron a Maduro, el vástago ideológico de Chávez, y claro al encontrarse vinculada la calidad de la economía con la calidad del sistema democrático, no debió extrañarnos que el grado de destrucción institucional no hiciera la propio en el ámbito económico, decretos de emergencia, salas de análisis situacional, altos estados de comando económico, serían desde luego inútiles para contener el tsunami que se avecinaba contra el país, años de concentración de los errores del chavismo, nos pasarían factura y en 2015 Maduro había logrado superar la inflación del bienio 1994-1995, ya la revolución tenía un record de deshonra de 180,9% de inflación, reconocida con retardo en el único informe de gestión que atendería Maduro a la Asamblea Nacional.

Desde ese 2015 ni Maduro ni ninguno de sus ministros, incluyendo al Dr. Merentes, un matemático con ínfulas de economista, atenderían los llamados para ser interpelados por la Asamblea Nacional, la transición regresiva se hacía patente, tangible, y en 2017, siendo la economía  como el agua, la cual  vuelve a sus cauces de maneras violentas, estalló el fenómeno de hiperinflación, mismo que fuere atendido por Maduro con toda su natural propensión troglodita, a través de la toma de los inventarios y la fijación caprichosa de precios, a estos festines de expolio acudía la clase media, las capas profesionales con mucho Tekné y sin Bildung, para hacer verdaderos pogromos de los comercios inspeccionados.

Ante el pico de hiperinflación de 2018, se anunció un plan de recuperación y fomento a la economía nacional, en el cual se anunciaba un bolívar soberano  ahora restando cinco ceros, este plan era el escenario final de un proceso abyecto de salida del billete de cien bolívares, pues la excusa es que se robaban los billetes para desestabilizar a la revolución bonita y buena, el maniqueísmo de este razonamiento solo es superado con la postura connatural de los regímenes fascistas hacia el delito y la violencia.

La dolarización no es un objetivo de política monetaria, es la consecuencia de su abandono, todo país requiere un moneda nacional y un Banco Central, por demás con confianza, ninguna de estas condiciones eran cumplidas por el régimen, así el bolívar fue ganando repudiabilidad y el dólar se imponía como patrón de iniquidad, nunca fuimos tan desiguales, las denuncias que hacía el chavismo terminaron definiéndole en fealdad e incoherencia.

Es imposible pagar en un país cuya autonomía para fijar el tipo de cambio es absolutamente discrecional y cuyas cifras en bolívares son inmanejables, el acceso a bajas denominaciones en divisas hace tenso el proceso de transacciones, y dolarizar es inviable, pues el proceso no es tan sencillo como recomprar depósitos, se debe garantizar confianza política y seguridad personal, en un país con territorios controlados por el hampa común es imposible transportar las remesas de dólares que llegarían a los aeropuertos venezolanos.

Finalmente el precio de equilibrio del dólar debería duplicar la cotización actual, pudiendo ubicarse en 14.000.000 de VES por USD, no puede haber recuperación sin moneda, el  dinero es la reserva de confianza de un país y en Venezuela no hay confianza, la última semana rompió record y superamos los cuatro millones en el tipo de cambio, y cada vez las transacciones son más complejas y generan más fricción.

El bolívar murió, desapareció, y basta ver cuantos ceros le deciden eliminar, se estima seis ceros, quedando solo superados por Zimbabue quien le suprimiera 24 ceros a su moneda, un país sin moneda y sin salida, atrapados y entrampados.

El estudio del tema del dinero, por encima de otros campos económicos, es el tema en el cual la complejidad se utiliza para disfrazar la verdad o para evadirla, en vez de revelarla. John Kenneth Galbraith

Profesor de la Universidad de Carabobo

 

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Sobre María Corina Machado