José Antonio Gil Yepes: La politización del coronavirus

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Es común en el mundo observar que la política y los partidos políticos colonizan ideas y espacios que deberían ser tratados en función técnica o según los intereses de los grupos sociales directamente involucrados. Desafortunadamente, estamos viviendo este proceso de distorsión en algo tan delicado y ajeno a la política como debería ser el tratamiento del coronavirus.

Algunos gobiernos llamados de izquierda, como el venezolano, maximizan la cuarentena como respuesta a la pandemia. La misma Organización Mundial de la Salud le pone mucho peso a maximizarla, sin que esa recomendación sea capaz de responder a otros problemas de salud pública más letales y extendidos, como el hambre y la desnutrición.

En otro extremo, gobiernos de derecha, como los de Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil, tratan de minimizar la cuarentena para mantener la actividad económica.

Pero el asunto no acaba ahí pues en ambos extremos se observan exageraciones. En el caso venezolano, un país particularmente pobre, la insistencia en la cuarentena radical convierte la orden “no salgas a la calle para que no te enfermes” en un “quédate en casa para que te mueras de hambre”. En un país con un 95% de familias que no tienen ahorros para poder subsistir sin trabajar, el mandato oficial no tiene posibilidad alguna de que se cumpla. Por eso vemos multitudes en las calles y sin ninguna protección; sin mascarillas, lentes, gel ni mucho menos guardando el distanciamiento. Es decir, que un mensaje simplista y ajeno a la realidad, “quédate en casa”, termina siendo desorientador e inútil. El otro agravante de esta política empobrecedora es que el gobierno de Nicolás Maduro no ofrece ningún incentivo a los empresarios para que inviertan. En cambio, según el Informe del Fondo Monetario Internacional sobre las políticas seguidas por los gobiernos para responder a la pandemia, casi todos, incluyendo los de Partidos Comunistas, como los de China y Vietnam, no sólo ofrecen medidas para proteger a la gente contra la enfermedad, sino que también apoyan el regreso al trabajo con precauciones y ofrecen generosos incentivos a la inversión privada y apoyos a las existentes.

En el otro extremo, en el de los ejemplos de gobiernos de derecha, como los de Trump y Bolsonaro, hasta los mismos presidentes se han burlado de las medidas de protección, como el uso de mascarillas y ellos mismos han dado el mal ejemplo no usándolas en público, convocando concentraciones políticas, hasta en sitios cerrados, y sin exigir distancias ni mascarillas.

Ambos extremos son malos y, al final de la pandemia, veremos que los peores resultados serán los de los países que hayan tenido la mala suerte de contar con gobernantes que hayan politizado el tratamiento del coronavirus.

El manejo de la pandemia no depende de posturas politizadas controladoras de izquierda ni liberalizadoras de derecha. Ese manejo le pertenece a la medicina, a la economía y a los criterios técnicos sobre la formulación de políticas públicas.

El manejo de la pandemia no puede ser lineal porque se trata de un dilema, entre morirse de enfermedad en la calle o morirse de hambre en casa. Por eso tiene que ser tratado de manera ambivalente, regresando al trabajo y haciéndolo con muchas precauciones y no con discursos simplistas y ajenos a las complejidades de la realidad. El mensaje debería ser “Reincorpórate al trabajo, con mucha precaución”. Así lo practican países con los mejores récords en el manejo de la pandemia tratando, a la vez, de minimizar el daño a la economía, como Alemania y Suecia.

En el regreso al trabajo habrá repuntes de la pandemia que impresionarán en el corto plazo. Pero, a mediano plazo lamentaremos haber sido radicales en la cuarentena pues lo que más va a castigar a las poblaciones será el mayor empobrecimiento masivo jamás visto en la historia de la humanidad. Ya la Cruz Roja y la Media Luna Internacional llamaron la atención sobre el inminente surgimiento de grandes migraciones de los países más pobres hacia los más desarrollados por el empobrecimiento. Este informe también previene de que los costos de la atención humanitaria a los migrantes son mucho mayores que los costos de atender a los necesitados en su país de origen. Es decir, que, cuando se abran las fronteras, se puede esperar que Venezuela siga perdiendo población y que se recrudezcan los costos que han sufrido nuestros vecinos por las migraciones anteriores.

Ante las muertes y sufrimientos innecesarios que generan las posturas extremas en el manejo de la pandemia, no extrañaría que surjan movimientos reivindicadores que intenten reclamar indemnizaciones o procesar por crímenes de lesa humanidad a los gobernantes que exageraron la restricción o la libertad de tránsito.

@joseagilyepes

 

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