Jesús Alberto Castillo: Venezuela, un compromiso de todos

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La crisis venezolana se complica cada vez más. El país está al borde de un colapso social si no existe voluntad de los actores políticos por deponer actitudes y negociar una salida acordada que garantice estabilidad política y económica a corto plazo. La situación lo amerita aún más porque no se está hablando de cualquier cosa, sino de la propia existencia de los venezolanos, hoy menguada por políticas económicas erradas y un alto nivel de autoritarismo desde las altas esferas de gobierno. Es inaguantable el clima de sobrevivencia de los venezolanos que hacen malabarismo para llevar un poco de alimento a sus hogares. Es cuestión de humanidad, no de discurso político.

Precisamente, en estos días puse atención a un análisis de la colega Maryhen Jiménez, Doctora en Ciencias Políticas de la Universidad de Oxford (Reino Unido), quien señaló que al chavismo le llevó tiempo para desmontar el sistema democrático y lo mismo costará restablecerlo. Por tanto, a la oposición no le queda otra alternativa que replantearse una acción estratégica que contemple: a) nivel de movilización social, b) unidad y habilidad para sortear las jugadas del adversario, c) cohesión y organización de los partidos políticos y sociedad civil, d) coaliciones claves y resistentes frente al régimen y los fraudes electorales d) aglutinación de esfuerzos en recursos materiales y talento humano, e) programa común de acción, f) mensaje igual y coherente, aunque plural, g) articulación de la coalición electoral con la unidad estratégica para aumentar las posibilidades de avance político.

Estas apreciaciones son fundamentales para entender que no estamos ante una dictadura cualquiera. El oficialismo ha sabido sortear con inteligencia el alto nivel de rechazo popular que tiene mediante algunas acciones tácticas que la propia oposición no ha querido asimilar: a) la aplicación, desde el 2016, de una plataforma digital de red clientelar a través del carnet de la patria, bonos y bolsas CLAP, que le ha permitido contener y pescar votos opositores, b) un plan bien orquestado dirigido a dividir al adversario, mediante la compra de diputados de la AN y c) un plan sistemático de desmotivar psicológicamente el voto opositor, colocando grandes obstáculos a todo proceso electoral (constitucionalmente este año corresponde renovar la A.N.) y usando voceros militares que predicen la invencibilidad del régimen.

Mientras las agujas del reloj avanzan hacia unas elecciones parlamentarias, la oposición pierde su tiempo en despedazarse internamente y no se conecta con las verdades necesidades del pueblo venezolano: hambruna, pandemia, colapso de servicios públicos y, fundamentalmente, sin ningún tipo de esperanza para salir de la crisis. Se percibe una cruenta guerra de intereses  de los partidos de la oposición (G 4 y MDN) por imponer la ruta política: abstención o participación.  Esto ha generado una fragmentación mayor de la oposición, disminuyendo las posibilidades de enfrentar al oficialismo, a pesar de que este último no cuenta con apoyo popular en Venezuela. Hay que estar claro, que de no existir una clase política a la altura de las circunstancias se esfuma toda posibilidad de triunfo. De manera que, paradójicamente, quien está entrampada es la propia oposición y no el gobierno que sabe administrar muy bien sus conflictos internos.

Es comprensible, entonces, el análisis hecho por el colega politólogo Benigno Alarcón, Director del Centro de Estudios Políticos y Gobierno de la UCAB al señalar que para el gobierno de Trump Venezuela no es una prioridad. De acuerdo a su criterio hay dos factores que inciden en dicha situación: a) la percepción de la Casa Blanca sobre la desunión y fragmentación de las fuerzas opositoras, b) la atención de Trump hacia el coronavirus y las elecciones presidenciales en Estados Unidos. De manera que “una intervención en nuestro país sería para Trump una jugada de alto riesgo, con muchas probabilidades de complicarse por tratarse de una intervención a largo plazo que no implica sacar simplemente a Maduro del poder, quien sería remplazado por alguien más, como sucedió tras la desaparición física de Chávez”.

El reconocido académico va más allá. Considera que las transiciones democráticas impulsadas por intervención militare son pocos frecuentes y no resultan exitosas.  Además, aunque suene mal a los oídos de algunos opositores, no visualiza probable un escenario de continuidad administrativa de la actual A.N ante el desconocimiento internacional de los resultados electorales del 6 de diciembre, puesto que los actuales 55 diputados del oficialismo y de los que rompieron con el G 4 no estarían dispuestos a continuar después del 5 de enero del 2012. Esto implicaría un desánimo moral para los diputados del G 4 y los obligaría a hacer lo mismo para asegurar su integridad física. Recordemos que este es un régimen que atropella a mansalva los derechos humanos de toda persona, sin importar la edad, sexo e inmunidad parlamentaria.

Son estas realidades que debe tomar cuenta la dirigencia opositora y pisar tierra. Si quiere mantenerse viva y evitar la hegemonía política del oficialismo debe dejar de lado su miopía política y no subestimar al adversario. Debe evaluar la posibilidad de recomponerse internamente, abrir canales de participación a los sectores sociales y aprovechar cualquier escenario que esté latente para evitar el avance definitivo del adversario. Por supuesto, debe monitorear permanentemente la situación política y tener disposición de negociar, cuando lo considere necesario, por el bien de esa gran mayoría que padece terriblemente. Es tiempo de ver una dirigencia opositora que despierte de su estupor , de no seguir confundiendo la ficción con la realidad y, particularmente, que separe definitivamente de su vocabulario la descalificación entre quienes deciden o no participar en las elecciones.

Por ahora es lo que tiene la oposición para no ceder los últimos reductos donde ha sido posible contener al adversario y obligarlo a negociar. Pues, como siempre se ha dicho, la política no se acaba en diciembre (en este caso el 6 de diciembre con las elecciones parlamentarias), a menos que ocurra un hecho imprevisto, como un golpe de Estado, una implosión popular, entre otros. La democracia se va reconstruyendo con sus imperfecciones, pero hay que atreverse. Lo peor es quedarse cruzados de brazo. Es una tarea que le corresponde no solo a una gran mayoría opuesta al régimen, sino también entre quienes lo han sustentado hasta hoy. ¡Nos guste o no, es un compromiso de todos!

 

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Sobre María Corina Machado
     
 
Nuestra Señora del Monte Carmelo
   

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