Luis Britto García: Guayana nuestra

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1) Piratas y corsarios contra Guyana

La Primera Guerra Mundial

Con el Descubrimiento de América arranca la Primera Guerra Mundial. La pelean las principales potencias de la época; se extiende a todos los océanos; dura cuatro centurias y culmina con una hegemonía de Gran Bretaña que se prolonga hasta 1938. Disputan la dominación planetaria las talasocracias, potencias con acceso estratégico a los océanos y poderosas flotas para perpetrar el saqueo del mundo. España, Inglaterra, Holanda, Francia y Estados Unidos se turnan en el ápice del planeta gracias a las riquezas que con sus armadas saquean a navegantes de otros países o a las colonias o semicolonias impuestas por ellas. En este juego preponderan países que, por su ventajoso aislamiento insular, como Inglaterra, o por ausencia de enemigos territoriales de cuidado, como Estados Unidos, no están comprometidos en la defensa de sus fronteras terrestres y pueden concentrarse en el asalto de la ilimitada comarca del mar y sus puntos estratégicos: puertos, estrechos, canales y desembocaduras de grandes ríos. Así derrotan a la postre a las talasocracias competidoras que inician su carrera imperial a principios del siglo XX, como Alemania o Japón. Esta contienda se pelea hasta hoy.

Imperios contra Imperios

Se ha impuesto el mito histórico de que la Colonia venezolana, exterminados o reducidos a servidumbre los grupos originarios, habría sido una prolongada siesta. Por el contrario, fue período de intenso combate por la defensa del territorio contra legiones de nuevos usurpadores. Sabemos, que en 1493 el papa por la Bula Inter Coetera concede a España todas las tierras situadas cien leguas al Oeste de las Azores; que los reyes de Portugal y España suscriben en 1494 el Tratado de Tordesillas, el cual entrega a esta última las extensiones 370 leguas al este de Cabo Verde, incluyendo lo que ahora son las Guayanas; que Cristóbal Colón llega a Guayana y Paria en 1498, que su tripulante Juan Esquivel bautiza a un caudaloso río de la zona con una derivación de su apellido español como “Esequibo”. ¿Cómo irrumpen los nuevos imperios en un mundo ya ocupado?

Piratas, islas y ríos

Los invasores centran su codicia en la desembocadura de los grandes ríos e islas adyacentes, por donde ingresan desde el mar y acarrean lo robado. Un enjambre de saqueadores de diversas procedencias cae como langosta sobre Guayana por vías del Delta del Orinoco, Trinidad, Tobago e islas cercanas. Piratas portugueses asaltan Cubagua en 1541; los siguen los franceses en 1543 y 1544; el pirata inglés John Hawkins invade Margarita en 1561; Francis Drake, James Lovel y el francés Jacques Sore en 1567. Doce naves piratas incursionan contra Margarita en 1571; el mismo año asalta la isla Jean de Bontemps, y Luis de Cabrera expulsa de ella al pirata francés Caxim. Saqueadores franceses e ingleses incursionan contra Margarita, Coche y Cumaná entre 1572 y 1582; ladrones del mar ingleses combaten contra Juan de Eraso en aguas margariteñas en 1576; el mismo año asalta la isla el pirata Andrew Barker, y William Hawkins la devasta en 1583 (Britto, 1999, 251-556).

El inmenso, rico y bello Imperio de Guayana

Cansado de agresiones, el rey Felipe II envía contra Inglaterra una “Invencible” Armada, derrotada en 1588. La solapada guerra de la piratería es ahora conflicto declarado: los piratas ascienden a corsarios, se concentran de nuevo en Guayana, sus ríos e islas cercanas. John Chidley incursiona en Trinidad en 1589, John Myddelton en Margarita en 1592. Benjamin Wood asalta Trinidad, Margarita, Coro y Cabo de la Vela en 1592. Los corsarios ingleses asaltan Araya en 1593; el mismo año James Lancaster incursiona en Paria y Trinidad, mientras sir John Burgh y James Langton asaltan Margarita y corsarios anglosajones abordan el barco de las perlas el año siguiente. Jacob Whiddon asalta Trinidad en 1594. Un año después Robert Dudley explora Trinidad y el Orinoco, y el cortesano, poeta y pirata sir Walter Ralegh asalta Trinidad, explora el Orinoco en busca de El Dorado y posteriormente es rechazado en Margarita y Cumaná. Su lugarteniente el alquimista Lawrence Keymis invade el Esequibo, el Orinoco y Santo Tomé de Guayana en 1596, mientras Anthony Sherley asalta Margarita, Araya, Cabo Codera, Bonaire y Cabo de la Vela. El único fruto de la desventurada tentativa de Ralegh es su libro promocional The discovery of the large, rich, and beautiful Empire of Guiana, que recapitula y difunde el mito de El Dorado y redobla el interés por la región de todo tipo de forajidos (Ralegh, 1980).

Piratas y unidad territorial

En vano Felipe II crea en 1596 flotas de resguardo, fondos especiales de la Real Hacienda y exenciones tributarias destinadas a la lucha contra corsarios y piratas. El año inmediato integra la unidad territorial de Venezuela al organizar las provincias en la defensa contra ellos. El mismo año el inglés Leonard Berry incursiona en Guayana, y el año siguiente lo hace el corsario Charles Leigh. Al saqueo se unen los holandeses, la nueva talasocracia que compite por el dominio de los mares y de Guayana. Los corsarios Jan Van Leyen, Adriaen Reydersten y A. Cabeliau atacan Santo Tomé de Guayana y Trinidad en 1598. Felipe III ordena en 1600 al Gobernador de Venezuela residir en Santiago de León de Caracas a fin de organizar la defensa contra piratas y corsarios, consolidando así dicha ciudad como capital. Mientras, los corsarios holandeses trafican esclavos en el Orinoco. Entre otra nube de asaltos a la costa venezolana, el inglés Charles Leigh arremete contra Guayana en 1602, el pirata Robert Harcourt asalta Trinidad y el Orinoco en 1608 y el año siguiente Thomas Roe invade por las bocas del Amazonas y del Orinoco. En 1617 el cortesano, poeta y pirata sir Walter Ralegh incursiona una vez más en Trinidad, sus hombres asaltan el Orinoco y Santo Tomé, y es derrotado en su proyecto de hacer de Guayana colonia inglesa (Britto, 2001, 12-102). Pero la codicia, que nunca muere, durante varios siglos mantendrá vivo el plan hasta arrebatar a Venezuela parte fundamental de su territorio inalienable.

2) Holandeses esclavistas contra Guayana

Corsarios esclavistas

Desde mediados del siglo XVI corsarios holandeses invaden ilegalmente las posesiones de españoles y portugueses en las Indias, y extienden su influencia al Esequibo y luego al Orinoco, en el corazón mismo de las Provincias de la Nueva Andalucía y de Guayana. Los envía la Compañía Corsaria de las Indias Occidentales, curiosa empresa privada que declara la guerra o la paz, funda colonias y nombra sus gobiernos (Boogaart et al, 1992, 21). Así, entre 1500 y 1604 incursionan 491 urcas corsarias en las salinas de Araya, de donde en 1605 las desaloja la Armada Real del Mar Océano. Al poco tiempo reinstalan un enclave en el mismo sitio, del cual los expulsa repetidamente en 1621, 1622 y 1623 Diego de Arroyo y Daza, quien erige la fortaleza que lleva su nombre. En 1626 el corsario holandés Badwoin Hendrick asalta La Asunción, Pampatar, Araya, Coche y Bonaire, y tres años después el corsario holandés Adrian Janzoon Pater destruye Santo Tomé de Guayana. Benito Arias Montano expulsa holandeses explotadores de la sal de La Tortuga en 1631, 1633 y 1634 (Britto, 1998, 357-422). Ese mismo año los corsarios holandeses Van Baalbeck y Pierre Le Grand conquistan Aruba, Curazao y Bonaire, islas que quedan bajo dominio neerlandés cuando se firma la paz en 1648, con el Tratado de Munster, que además reconoce el río Esequibo como frontera entre el dominio español y el holandés (Goslinga 1983, 43-114).

Acogerse allí forajidos y rescatadores

Concertando hábiles alianzas con algunas tribus indígenas -sobre todo con los caribes- los holandeses emprenden un nutrido tráfico de esclavos. La Corona española está en cuenta de ello desde principios del siglo XVII. El 10 de julio de 1600, el Rey recibe alarmantes noticias sobre la penetración de contrabandistas en la zona y escribe en Real Cédula dada en esa fecha en Tordesillas y dirigida a Gonzalo de Piña Ludueña, que “he entendido que en la provinçia que llaman de la Guayadres Dorado, donde se perdió la gente que llevó el maese de campo Domingo de Vera, an quedado el hijo del governador Antonio de Berrío y algunos españoles, y que sólo sirve aquello de acogerse allí foragidos y rescatadores, y que un freçio Domingo de Santa Agueda, que está allí por quien se govierna el hijo del dicho Antonio de Berrío, tiene tienda pública como mercader y sube por río Orinoco en piraguas a captivar indios y los trae a bender a la Margarita, y porque conviene que se entienda lo que en esto pasa y se remedie, os encargo y mando que agáis informaçión dello, y que vos, el governador, hagáis justicia sobre ello en lo que os tocare, y de lo que en ello se hiziere me avisaréis” (Varios Autores, 1982. Cedularios, II, 479).

Apresan un sinnúmero de esclavos

La extensión del infame tráfico y su carácter ininterrumpido son confirmados por cronistas posteriores, como Fray Antonio Caulín, quien narra que:

Entraron estos desventurados protestantes en aquellas costas del mar del Norte; y conociendo que en estos países tan despoblados podía tener abundante pasto su universal codicia, tomaron posesión del río Esequivo, y apropiándose así la tierra ajena, fabricaron en él y en los que le siguen algunas colonias, pueblos y crecidas haciendas, desde donde han minado toda la tierra con las repetidas introducciones de ilícitos comercios, que tanto perjudican a las Reales Leyes y Dominios de nuestro Rey Católico. Para conseguir este comercio y efectivo logro de sus intereses, estipularon la paz con los caribes, sin cuya ayuda les era imposible el penetrar la tierra y hacer tan notables daños a nuestro Rey y sus vasallos los españoles, únicos y verdaderos señores de ella. Agasajábanlos (como hacen hoy) con mil baratijas de espejos, cuchillos y otras herramientas de que necesitan para sus labranzas; y después de granjearles la voluntad y muchos de ellos carnalmente mezclados con los indios, teniéndolos ya por suyos, les fueron instruyendo en el uso de las armas de fuego, administrándoles pólvora y balas con que los animaron a hacer guerra ofensiva a otras naciones, de quienes apresan un sinnúmero de esclavos que venden a los dichos holandeses para el cultivo de la tierra y mayor adelantamiento de sus colonias (Caulín, 1965, 495).

Cortando la entrada en Orinoco y demás ríos

Caulín basa parte de su narración en una carta del R.P. Diego Davin, la cual “se escribió por los años de treinta y cinco a cuarenta, cuando estábamos los Padres Observantes en el principio de nuestra conversión de los caribes”, es decir, hacia 1735 o 1740 (Caulín: 1965, 496). Pero datando casi de un siglo antes tanto la penetración holandesa en la zona como la Real Cédula de 10 de julio de 1600 que condena el tráfico, se puede presumir que el repugnante comercio se extiende durante todo el período mencionado. Como las víctimas son los indígenas, no queda un registro documental exacto del número de incursiones o de secuestrados: ambas cifras han debido ser elevadas. El tráfico, como señala Caulín, sólo cesa con la administración del coronel don Manuel Venturín a partir de 1776, durante la cual “se les ha cortado a los holandeses y extranjeros la entrada en Orinoco y demás ríos confluentes”(Caulín: 497). Los caribes compran armas a los holandeses para resistir a los españoles, pero el vergonzoso tráfico también les resulta fatal, pues para evitar el secuestro algunas de las restantes comunidades aborígenes se unen con los ibéricos, facilitando el sangriento proceso de la Conquista.

 

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