Neuro Villalobos: Los signos de los tiempos

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“No debemos confiar en que nadie nos salve, sino conocer bien el hecho de que las elecciones erróneas nos hacen incapaces de salvarnos.” Erich Fromm

Nuestra historia reciente, la que estamos viviendo, porque cada día que pasa pesa el equivalente a un siglo en nuestras espaldas, viene a confirmar lo que el efecto Dunning-Krugger ya determinó hace tiempo: las personas con escaso conocimiento tienden sistemáticamente a pensar que saben mucho más de lo que saben y a considerarse más inteligentes que otras personas más preparadas.

Estos científicos de la Universidad de Cornell precisan que este efecto se basa en dos principios: 1) los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades. 2) los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás. Sus estudios los llevaron a concluir que “los incompetentes no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello.”

Buena parte de nuestra tragedia se debe a que hemos permitido casi en doscientos años de historia patria que sean los caudillos ignorantes y soberbios los que se encaramen en el poder como premio a su astucia o por su habilidad para el engaño. La demagogia y el oportunismo han sido los ingredientes que recurrentemente han inclinado la balanza en favor de los más astutos, de los más embusteros, de los más hipócritas, de los más falsos, con muy pocas excepciones. Ha sido una sucesión de decisiones desafortunadas, de francos desatinos, que demuestran que nuestra nación ha sido y sigue siendo dirigida por  demasiados incompetentes.

Nos hemos habituado por inconsciencia, indiferencia o miedo a tratar como natural los malos hábitos, perversiones, desvaríos y caprichos de los gobernantes. Se cultiva la ignorancia del pueblo, uno de los elementos más abyectos de la miseria, para afincarse en sus antivalores. Los viciosos sucumben ante los pecados capitales. Casi todos afloran en la conducta esquizoide de quienes deberían ser ejemplo y guía de una nación.

En estos tiempos debemos tomar conciencia de nuestra trágica situación para poder llenar el gran vacío entre lo que la mayoría de la población aspira y demanda y lo que los dirigentes políticos ofrecen. Se requiere una unidad política con mentalidad de Estadistas que interpreten los signos de los tiempos para pasar de la patria mítica, de la cual nos habla Ana Teresa Torres, magnífica historiadora venezolana, a la patria posible y soñada por las nuevas generaciones de venezolanos. La gente aspira a opinar, participar o influir sobre las decisiones que los afecten y esperan un liderazgo con una oferta distinta a la del paternalismo de Estado que vulnera su dignidad y que lo hace cada vez más dependiente de las clases en el poder.

Decía José Ingenieros que “pululan hombres respetados en fuerza de no descubrirseles bajo el disfraz, bastaría penetrar en la intimidad de sus sentimientos, un solo minuto, para advertir su doblez y trocar en desprecio la estimación.” Así ha sucedido y sucede aún con muchos dirigentes venezolanos. Hay personas que en su patética erudición opinan y hablan incansablemente de todo y aportan y hacen muy poco o nada. La prudencia y la valentía son virtudes que se deben practicar más aún si se ocupa un lugar privilegiado en la escala social, porque el reemplazo puede ser natural, pero, la caída puede ser fatal para sus ambiciones o aspiraciones.

nevillarin@gmail.com

 

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