Javier Nieves Brizuela: El virus chino, así paga el diablo a quien bien le sirve

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A Frank Dikötter debemos la espeluznante experiencia de conocer el oscuro cinismo que anidó en las profundidades del alma de Mao Zedong, líder de la revolución comunista china, de octubre de 1949, y presidente de esa nación durante el desastroso experimento conocido con el nombre de “El Gran Salto Adelante”. En su libro, “La Gran hambruna en la China de Mao”, Dikötter transcribe la respuesta del líder psicópata cuando se le pregunta su impresión respecto a los 45 millones de chinos muertos por inanición que produjo su disparatado proyecto de industrialización de la China atrasada: “Cuando no hay comida suficiente la gente muere de hambre. Merece la pena que la mitad muera para que la otra mitad pueda comer bien”.

El Gran Salto Adelante comenzó en febrero de 1958 y perseguía el objetivo de transformar la economía agraria china mediante un proceso de industrialización. Estuvo condenado a fracasar desde un principio, pues, su estrategia se basó en un proceso de colectivización forzosa, la implantación de un régimen de comunas, la eliminación de la propiedad privada y la supresión de los contratos voluntarios.

Como los comunistas jamás se hacen responsables de sus errores, sino que, antes bien, los ocultan y transfieren la responsabilidad a otros, Mao Zedong culpó de aquel estrepitoso fracaso a los restos de pequeña burguesía que aún quedaban en China, “a la influencia capitalista que prevalecía en su pensamiento burgués”; según argumentó. Entonces ordenó la organización de la temible “Guardia Roja” -legiones de jóvenes adoctrinados en el marxismo-leninismo y en el culto a la personalidad del propio Mao- dando inicio a la infame “Revolución Cultural China”, una campaña política que persiguió a los restos de clase media china y que llamó “de reeducación en el pensamiento proletario”, reeducación que costó la vida de otros 12 millones de chinos entre los años 1966 a 1976, año en el que por fin la muerte de aquel asesino puso fin a la fulana revolución cultural.

Todas aquellas horribles atrocidades cometidas contra su propio pueblo desde el mismo primer día de la revolución comunista ocasionaron la condena mundial del régimen de Mao Zedong. La condena mundial incluyó su aislamiento y la expulsión de China del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), organismo internacional que en 1994 se reformó y cambió su nombre por el de Organización Mundial del Comercio (OMC). Desde entonces, China buscó afanosamente su reintegro a la OMC, para lo cual, en repetidas oportunidades, se comprometió a reformar su sistema comunista de producción, costos y comercio, lo que produjo una primera respuesta favorable a su aspiración en la denominada Ronda Uruguay, realizada en ese país el 10 de julio de 1986.

Pero la naturaleza asesina de la camarilla criminal que dirige el Partido Comunista Chino derribó lo que había obtenido en la Ronda Uruguay, cuando el 3 de junio de 1989, ordenó al ejército chino disolver a sangre y fuego las protestas estudiantiles por reformas democráticas que desde abril de aquel año se habían estado realizando en la Plaza Tiananmen. Aquel día murieron 2.500 jóvenes chinos, 500.000 quedaron heridos y otros 200.000 sufrieron persecución, cárcel, exilio a los territorios internos de China y proscripción.

Aquel baño de sangre produjo nuevas sanciones y condenó a los asesinos a esperar hasta el año 1992 para poder retomar su aspiración de ingresar a la OMC. En las negociaciones, la camarilla comunista se comprometió con la Unión Europea a cumplir con cuatro condiciones: Unificación de la regulación comercial en todo el territorio; transparencia de la política comercial; reducción de las barreras no arancelarias y consolidación de la liberalización del sistema de precios. Sin embargo, aunque “juró sobre un puñado de cruces” cumplir con aquellos compromisos, los EEUU de Norteamérica continuaron aplicando su derecho a veto para que China no ingresara a la OMC. Entonces la camarilla ofreció un “caramelo de cianuro” a la Administración Clinton: el 49% del mercado interno de telefonía móvil y redes de internet para las empresas norteamericanas, ingreso del trigo norteamericano a territorio chino, ingreso de cítricos e ingreso de carne de ganado vacuno. El presidente Clinton se tragó todo aquel caramelo, hizo levantar el veto y el 11 de diciembre de 2001, la camarilla criminal del PCCH logró reingresar a la OMC., despejando el camino para hacer uso de las ventajas, privilegios y beneficios que ofrece el hecho de ser miembro pleno de la Comunidad Internacional.

Sin embargo, la conducta permanente del régimen comunista chino al interior de la OMC permite que califique para un término ingenioso creado por el filósofo checo, Zigmunt Bauman: “totalitarismo líquido”. Se refería el filósofo checo a ese tipo de totalitarismo que prescindió de la conducta criminal abierta (el totalitarismo sólido de la extinta Unión Soviética, la vena criminal de la propia dirigencia china, o la de Pol Pot, todos con millones de muertos en sus conciencias), para adoptar métodos más “sutiles” de represión y de supresión de las libertades y derechos humanos. A eso responde la infame estrategia ideada por el sucesor de Mao, Deng Xiaoping, a la que llamó “Un país, dos sistemas”. Las Zonas Especiales para aplicar el sistema capitalista y generar mucha riqueza (que la camarilla corrupta usufructa), y un férreo sistema comunista para ahogar todos los derechos del pueblo chino a vivir en libertad.

No se puede servir a Dios y al Diablo a un mismo tiempo. La camarilla criminal china ha transgredido todos los compromisos que asumió en 2001; ha violado reiteradamente el sistema comercial basado en políticas abiertas orientadas al mercado, para favorecer una cada vez mayor expansión del Estado comunista chino por sobre el mercado; ha ejercido un trato discriminatorio para el otorgamiento de licencias y no ejerce vigilancia adecuada para evitar el robo de propiedad intelectual extranjera. La camarilla criminal no ha hecho sino aprovecharse de la OMC para su sólo beneficio, violentando las reglas de juego y afectando los beneficios de los demás miembros de la organización.

Pero la guinda de todo su oportunismo criminal nos la ha colocado al iniciar este año 2020: la manipulación de un virus letal en sus laboratorios militares y el ocultamiento de información relevante que pudo haber evitado la pandemia que hoy está azotando al planeta, a la economía mundial, a todas las sociedades de todos los países de todos los continentes. Ya con anterioridad, la camarilla había hecho caso omiso a las advertencias de las organizaciones mundiales de salud, en el sentido de que prohibiera al interior de su territorio, el consumo y manipulación de especies animales susceptibles de desarrollar distintos tipos de virus peligrosos para la salud humana. Ahora fue más lejos, y no sólo no atendió los reiterados llamados, sino que se dedicó a manipularlos en laboratorios militares, por lo que suponemos que se trató de una actividad terrorista con armas biológicas orientada, en una primera fase, a frenar su propia explosión demográfica (debido al fracaso de las esterilizaciones forzosas para evitar que las parejas jóvenes tuvieran más de un hijo), y luego, crear pánico y caos en la economía mundial de los que pudiera sacar ventajas.

No hay casualidad alguna en el hecho de que la única economía que está saliendo favorecida con esta enorme crisis es la economía china, debido al hecho de que ha aprovechado el desplome de las Bolsas de Valores mundiales provocado por el virus chino, para comprar hasta un 30% de las acciones de innumerables empresas claves de la economía mundial que vieron reducir su valor hasta en un 44%.

Esta conducta desleal, cínica, irresponsablemente criminal, reflota de inmediato la discusión sobre la necesidad de obligar a la camarilla a someterse a las reglas de juego, o hacerse responsable de las consecuencias de su conducta.  La comunidad internacional debe asumir de una vez por todas la firme decisión de expulsar a China de la OMC (tal y como en varias ocasiones ha insinuado el presidente Donald Trump), o demandarla con arreglo al Artículo XXIII de los Estatutos de la propia organización, por conducta deshonesta y obstrucción de los beneficios de los demás miembros; o hacerla responsable del actual caos y demandar su conducta por daños y perjuicios. En lo que toca a los ciudadanos de todos los países afectados por el virus chino, nos corresponde pasarle la factura a la camarilla, llamando y organizando a nivel mundial un Boicot Global de Todos los Productos Chinos.

 

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