Pedro González Marín archivos - Emisora Costa del Sol 93.1 FM

El escrito que sigue fue pensado inicialmente desde la lógica del juego de Truco, el sui generis juego de cartas que es muy popular en el oriente del país, cuya esencia es un continuo reto entre las dos parejas de jugadores, que deben decidir en fracciones de segundos si creen que el oponente tiene “cartas buenas para el Truco”, o por el contrario si pretende engañar sin tener cartas de alto valor. Certeza o engaño, en continua tensión y confrontación, vis a vis, operando bajo reglas de juego precisas, conocidas y aceptadas por ambas parejas. Empero, ante el poco conocimiento que existe en el resto del país acerca de la “magia del Truco”, me decidí por un ejemplo del béisbol, deporte que es mucho más conocido y entendido. Si un versátil jugador como Ronald Acuña logra alcanzar la primera base, bien sea por hit, boleto, desbol, o error, de inmediato se convierte en un “dolor de cabeza” para el equipo contrario, y muy en particular para el lanzador y el receptor. Ellos saben que Ronald comporta una Amenaza Creíble, en cualquier momento puede intentar robarse la segunda base dadas sus grandes condiciones atléticas. Pero la opción ofensiva del robo de base no es automática, depende también de las circunstancias del partido: de si el equipo es visitador o juega en casa, el score y el inning del juego, si el lanzador es zurdo o derecho, si hay o no out en el inning. Ambos manager saben que, si el corredor logra llegar quieto a la segunda almohadilla, si se concreta el robo de base, entonces hay altas probabilidades de que con un hit al outfielder Ronald anote en carrera, y al variar el score del partido varían entonces las estrategias de ambos managers en el resto del partido. Con Acuña en primera base, el lanzador tendrá ahora una doble exigencia física y emocional en el montículo: debe coordinar con su cátcher cómo enfrentar al nuevo bateador y, al mismo tiempo, debe mantener al corredor lo más cercano a la almohadilla y para ello realizará rápidos lanzamientos a su compañero de primera base, con el riesgo de cometer error en el tiro y así facilitar el avance del corredor. Por su parte, el coach de campo del equipo, a sabiendas del peligro que representa el hábil corredor en la primera base, les recuerda a los jugadores de la segunda base y del campo corto quien deberá, dependiendo de si el bateador de turno se coloca a la derecha o a la izquierda del home, entrar a cubrir en caso de que Ronald salga al robo de la base. Al recibir la instrucción, el jugador responsable se desplazará algunos pasos desde su posición defensiva habitual hacia la segunda almohadilla, en clara advertencia al corredor de que “sabemos de tu intención, y te estamos cazando”, pero con ese movimiento deja “un hueco defensivo” en su zona por donde puede pasar de hit a los files lo que en otras condiciones sería un batazo para una jugada out de rutina. Ahora bien, si en lugar de Ronald Acuña quien logra llegar a la primera base, en similares condiciones del desarrollo del partido, es un pelotero de mayor corpulencia física y menor velocidad al correr, como es el caso de Miguel Cabrera, entonces el manager rival no considera que exista Amenaza Creíble de que Miky vaya a salir al robo de la segunda base. A su vez el pitcher y el cátcher tendrán menor presión con el corredor en primera base, y la defensiva del equipo se ubicará en posición normal en el campo en procura de lograr el dobleplay, aprovechando la lentitud relativa de los corredores, pues el bateador que le sigue en el line up ofensivo suele ser también un jugador corpulento. La conclusión obvia derivada de esa ligera “caimanera” de estrategia beisbolera nos dice que el intento de robo de base no es un asunto mecánico del juego, no basta para ello que un corredor se posesione de la primera base, esa es una condición necesaria pero no suficiente. El robo depende de un conjunto de circunstancias de lo que pasa en el terreno de juego, que involucran a ambos equipos a la vez, uno en posición ofensiva (bateo) y el otro en posición defensiva (fildeo), y esa dualidad ofensiva y defensiva es una condición iterativa a lo largo de los nueve innings o más del partido. Por otro lado, no todo jugador que llega quieto a primera base anota en carrera, pero para anotar carrera el jugador debe llegar quieto a primera, a las otras dos bases y al home. Es obvio que cuando acontece el batazo estelar del jonrón, el afortunado jugador recorre en condición de quieto las tres bases y el home play. Abandonamos ahora el terreno de béisbol reteniendo la noción coloquial de Amenaza Creíble que hemos ensayado, y en próxima entrega revisaremos con esa “metódica coloquial” la propuesta de ley de las Ciudades Comunales que ahora “discuten” los “diputados” de la “asamblea nacional”, para analizar si ella representa una auténtica Amenaza Creíble, al punto tal que, de “aprobarse”, contribuirá al afianzamiento de la dictadura gobernante. Y hablando de béisbol, me copio el estilo de Buck Canel, no se vayan…

Pedro González Marín

Pedro González Marín: La amenaza creíble

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