Paulina Gamus: Alguna vez buenos y malos innatos
Siempre he creído que los Premios Nobel de la Paz deben ser otorgados post mortem. Es justo reconocer que la mayoría de los galardonados han sido merecedores del mismo, pero unas cuantas ovejas negras obligan a creer que lo sensato es otorgarlo cuando el beneficiario ya no está en condiciones de meter la pata o algo peor, la mano. Veamos algunos ejemplos de esos Nobel injustos: Theodore Roosevelt en 1906. Considerado
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