Grecia González De Abreu archivos - Emisora Costa del Sol 93.1 FM

La guerra en Ucrania aceleró la decisión del mundo desarrollado de desacoplarse del mercado de los hidrocarburos, con el fin de avanzar hacia una transición energética irreversible y de profundos efectos geopolíticos. La invasión de Rusia trajo consigo la incomodidad al mundo libre de tener que financiar los despropósitos militares del siglo XX con recursos del siglo XXI. Si la incertidumbre ambiental apresuró la conciencia sobre la finitud de nuestra humanidad, la guerra nos confronta a debates valóricos cruciales, alineando insumos que finalmente parecen estar doblegando al lobby petrolero. Una primera lección es que si apenas a mediados de siglo se espera una supremacía de las energías limpias por encima de las fósiles, la guerra y el fastidio europeo lo acortarán al menos en 14 años, sentando un precedente de obligada lectura a los países petroleros como Venezuela. Como balance queda la tarea de estirar la mirada e incluir la transición energética como una variable económica de enorme influencia en la viabilidad futura del país. En otras palabras, el debate para Venezuela es crucial: recuperar su posición en alguna de las centralidades o quedar condenado a la periferia. Asistimos a un desafío mayúsculo para una sociedad (y élite), ocupada casi en exclusividad de la coyuntura, que acusa en estos años una brutal fuga de cerebros, ausente de innovación, desconectada del futuro y sostenida por un Estado sin capacidad de pensar el largo plazo. En este contexto, concebir nuevos nichos, pensar nuevas estrategias y mirar más allá del alivio de sanciones petroleras es un imperativo que obliga a un entendimiento del país, sus recursos, potencialidades y necesidades. Leer el mar venezolano como un patrimonio con aptitudes multidimensionales, como una economía sustentable, que demanda innovación, aporta a la descentralización demográfica, y garantiza la seguridad alimentaria, es un desafío enorme y formidable: una tarea para el país de 2030. El mar impregna, define y determina al país, sus corrientes influyen en el ciclo del agua, las lluvias al abastecimiento del agua para los asentamientos humanos y el medio natural. El mar influye en nuestra agricultura y gastronomía, también matiza la cultura y define el carácter de la historia venezolana. Asumir que somos un país marítimo supone un giro de proporciones para un país acostumbrado a la renta petrolera y a las llanuras del interior. Implementar acciones jurídicas y diplomáticas certeras es urgente si queremos un buen resultado en la disputa internacional de la Guayana Esequiba, la cual amenaza la natural e histórica vocación atlántica de Venezuela. Una disputa que podría alterar esta cualidad marítima y confinar a nuestro país a la marginalidad del encierro geográfico del Caribe. Así de simple. El Estado venezolano tiene la responsabilidad histórica de impulsar con urgencia un trabajo de largo aliento con las universidades, fuerzas armadas, la Cancillería y ministerios sectoriales, con el fin de contabilizar el territorio oceánico venezolano y mostrar la importancia del mar a los jueces de La Haya. Esto nos permitirá reconocer los principales conflictos, las debilidades y las problemáticas asociadas al mar y generar propuestas adecuadas con relación a ellos. Cuatro ejes de trabajo podrían proyectar este diseño: 1) “Océano saludable”, es decir, verificar los controles para determinar el estado de salud del océano con el fin de proveer recursos marinos y control de contaminación humana que está en desmedro de la sostenibilidad del medioambiente. 2) “Océano proveedor sustentable”, es decir, conocer qué tan agotados se encuentran sus recursos y observar en qué medida la producción de commodities marinos venezolanos se encuentra acorde con las necesidades del ecosistema del mar venezolano. 3) “Océano seguro”, es decir, observar la administración y control de los conflictos externos asociados a los recursos marinos y de los posibles riesgos para la población costera asociada a desastres naturales. 4) “Océano gobernable”, es decir, prestar atención a la administración y control de los conflictos internos relacionados con los recursos marinos y al ordenamiento territorial. Crear un Consejo de Mares de Venezuela que proponga lineamientos estratégicos para el mar venezolano, desarrollar un sistema nacional integrado de observación, monitoreo y pronóstico de las condiciones del océano, fortalecer las potestades públicas del Ministerio Popular de Ciencia y Tecnología, asoman como las grandes urgencias con que el país debe encarar la gestión del que es tal vez su recurso natural renovable más importante. Licenciada en Relaciones Internacionales, graduada en la Universidad Central de Venezuela

Grecia González De Abreu

Grecia González De Abreu: Mar de Venezuela una mirada al año 2030

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