Edit Zgut archivos - Emisora Costa del Sol 93.1 FM

En las elecciones húngaras celebradas el domingo, el primer ministro Viktor Orbán ganó su cuarto mandato consecutivo tras obtener 136 escaños en el parlamento, una mayoría calificada aún mayor que la que ganó en 2014. Fue, afirmó, una “victoria tan grande que se puede ver desde la luna... y Bruselas.” Sus oponentes, compuestos por seis partidos ideológicamente divididos que se unieron para derrotar a Orbán, no lograron socavar su populismo. Aunque múltiples crisis, incluido el covid y la guerra en Ucrania, brindaron la oportunidad de desequilibrar el partido Fidesz de Orbán, la Oposición Unida no pudo generar impulso. Su desempeño fue tan insuficiente que es probable que Orbán los hubiera derrotado sin importar qué, algo que muchos en Fidesz y en la derecha occidental estarán ansiosos por señalar. Pero el hecho es que en Hungría, incluso si la oposición hace todo bien, es casi imposible reemplazar a Fidesz durante las elecciones. Desde que el partido volvió al poder en 2010, el país ha experimentado la mayor erosión de la democracia en la Unión Europea. Orbán ha manipulado con éxito el sistema húngaro para traducir el apoyo popular en una mayoría electoral imbatible. Proporciona un ejemplo de libro de texto de cómo los autócratas pueden erosionar la democracia liberal mientras enfrentan consecuencias mínimas. El modelo húngaro es una mezcla de amenazas formales e informales a la democracia. En el aspecto formal y legal, el régimen ha puesto un gran énfasis en lo que Kim Lane Scheppele llama“ legalismo autocrático”. Orbán es uno de los nuevos autócratas de la UE que están socavando el constitucionalismo mientras reclaman la legitimidad de un mandato democrático para reescribir las normas constitucionales en beneficio propio. Como resultado de una ley reciente, se ha permitido a las fundaciones privadas captar una cantidad sin precedentes de dinero público. Debido al gerrymandering , que agrupa a los votantes de la oposición en solo un puñado de distritos electorales, es justo decir que los votantes de Fidesz tenían efectivamente dos votos donde un votante de la oposición solo tenía uno. Pero no se puede entender el régimen sin entender el poder informal que lo sustenta. Estas son las interacciones no codificadas y aplicadas de manera informal que van más allá del legalismo y a través de las cuales el régimen puede inclinar aún más el campo de juego electoral a su favor. A través de la captura masiva de los medios, Fidesz ha utilizado su ventaja estructural para librar una guerra civil constante contra los disidentes, financiada con el dinero de los contribuyentes. La oposición fue excluida de los medioss estatales o enmarcada negativamente en formas que se ajustan a la narrativa de Orbán. Fidesz podía gastar 8 veces más en vallas publicitarias que la oposición y amplió los límites con macrofocalización masiva en las redes sociales. En una esfera pública tan distorsionada, los errores cometidos por el favorito de la oposición, Péter Márki-Zay, como su fallido debate televisado sobre la entrega de armas a Ucrania, parecían más significativos de lo que realmente eran. Mientras tanto, se cometieron graves irregularidades electorales tanto antes como después de la votación. Para los votantes húngaros que viven en Serbia, los paquetes de votación por correo fueron supuestamente entregados por la Alianza de Húngaros de Vojvodina, un partido étnico húngaro aliado con Orbán, en lugar de los servicios postales serbios. En otros lugares, los votos por correo de la oposición se retiraron de las urnas y se quemaron, como en Rumanía. La intimidación de los pobres y las amenazas de retirar los beneficios sociales también son prominentes en la política húngara. La comunidad romaní de Hungría es especialmente vulnerable al clientelismo electoral, en particular a la compra coercitiva de votos. A cambio de votos, los alcaldes locales y los representantes de los partidos a menudo entregan dinero en efectivo y alimentos en las elecciones. Según informes de los medios, cinco porciones de carne de cerdo fresca y 10.000 forints (equivalentes a 29 dólares) fue el precio de un voto en dos asentamientos más pequeños. Una de las herramientas más eficientes es la politización del gobierno del llamado programa de mano de obra pública, que proporciona a los húngaros un empleo estable por un salario bajo. El lado oscuro de este instrumento es que los grupos más desfavorecidos prácticamente pasan a depender de los alcaldes locales que podrían amenazar con cortarles los beneficios si no votan correctamente en las elecciones. De esta manera, el partido gobernante ha creado un sistema masivo de dependencia dentro del electorado. Por supuesto, nada de esto debería impedirnos reconocer que Orbán también articula una identidad popular entre el electorado húngaro que habla de sus quejas. El primer ministro entiende perfectamente el alma de la nación húngara y se sube con éxito a la ola de los miedos existenciales. El 80% de la población húngara se identifica como cristiana, y Fidesz se está posicionando como un partido demócrata cristiano líder en Europa. En contraste con Polonia, el régimen de Orbán difícilmente puede describirse como poseedor de una cosmovisión conservadora ideológica cohesiva; es más exacto decir que está utilizando sólo aquellos elementos de valores conservadores-colectivistas que sirven a sus intereses. Quiere culpar a Bruselas por usar la crítica del estado de derecho como pretexto para atacar a Fidesz, que se presenta como "protectora" de los valores cristianos contra el "lobby LGBTQ". Esta campaña también resonó bien entre los pobres del país. Al igual que en las elecciones de 2014, Orbán atrajo a votantes de bajos ingresos con precios de alimentos regulados por el estado y menores costos de servicios públicos. Esto se llama rezsicsökkentés y fue una palabra de moda central de la campaña. Tales medidas brindaron una capa adicional de tranquilidad a quienes se vieron gravemente afectados por los efectos económicos combinados de la pandemia y la guerra en Ucrania. Proporcionó empleo legal a quienes no tienen otras opciones en las provincias más desfavorecidas del noreste y suroeste de Hungría. Esto afectó particularmente a los romaníes, y la Oposición Unida perdió una gran oportunidad de invitar a representantes de la sociedad civil romaní para discutir los problemas urgentes que enfrentan. Finalmente, está la agenda de “seguridad y estabilidad” a la que cambió la campaña después de que Rusia invadiera Ucrania. Orbán presentó con éxito una falsa dicotomía al argumentar que la gente debe elegir entre “la paz y la guerra ”. Fomentó escandalosos sentimientos antiucranianos y usó al presidente Zelensky como saco de boxeo. Lo que realmente importaba en esta elección era que Orbán pudiera asegurar efectivamente las necesidades más bajas de la pirámide política de Maslow. Centró la campaña en comida barata, electricidad barata y seguridad, mientras afirmaba que “Hungría avanza, no retrocede”. Dado que la manipulación informal es tan importante como las normas legales (si no más), Orbán seguirá operando bajo el radar de la UE. A pesar de desarrollar un mecanismo que permitirá el recorte de fondos a Hungría a menos que fortalezca el estado de derecho, la UE no puede abordar el daño causado por el poder informal. La corrupción y el clientelismo electoral tienen bases mucho más complejas, que en última instancia permiten que el régimen juegue al escondite con Bruselas. Y Orbán no se detendrá aquí. Empleando un conjunto de herramientas probado y probado, su gobierno continuará capturando a los árbitros cívicos restantes ejerciendo más presión sobre el sistema judicial general. Restringirá aún más el discurso público al politizar más medios independientes. Al disolver las restantes esferas autónomas de la sociedad civil, dividir el electorado entre “nosotros” y “ellos”, y deslegitimar a los disidentes, Orbán se ha asegurado de que la autocratización y la polarización tóxica se refuercen mutuamente. En esta elección, Fidesz obtuvo un importante apoyo popular. Pero es poco probable que Orbán renuncie voluntariamente al poder incluso si ese apoyo se evapora en el futuro. El sistema político húngaro puede haber llegado a un punto sin retorno. Politólogo y miembro de DemocraCE en Visegrad Insight, investigando el poder informal, el retroceso democrático y el populismo en Hungría y Polonia.

Edit Zgut

Edit Zgut: El punto de no retorno de Hungría

Jhon Jairo

Otro Nivel

Tote

Pigús

La parranda de Güiria

La importancia de los signos de puntuación en la clasificación arancelaria

Barco 34 – Venta de embarcación acero naval (atunero)

Ubicación A1 – Casa en la Tubería, Güiria

El salto Ángel panorámica – Venezuela