Ezequiel Querales Viloria: Madres, madres, madres…

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Cuatro generaciones de madres, se han cruzado en nuestras vidas, y traído a estos rumbos. La madre abuela, la madre que nos parió, la madre esposa, hermana, prima, y las madres hijas.

Me incluyo, entre los soñadores que de cuando en cuando, vivimos a flor de piel, los antañones arrullos, del “duérmete mi niño, que tengo que hacer, lavar los pañales y hacer de comer”, un cautivador canto, hecho nacional, con la entonación al ritmo y sonido, del himno nacional, por las madres venezolanas.

Sigue siendo hermoso, ese canto tan maternal, que brota como baladas de un espontáneo pentagrama, y que las madres venezolanas, se aprendieron de memoria, para arrullar y dormir a su retoños, y luego, dedicarse tranquilas, a los oficios del hogar, o de su particular profesión, o emprendimiento.

Como eternos soñadores y cazadores de recuerdos, no escapamos a ese lúdico encuentro con la casi olvidada inocencia y juguetona infancia, o bien, con la traviesa y siempre irreverente juventud.

Pudiéramos convenir, que el tan celebrado Día de la Madre, no es más que una mascarada del comercio en general, de marchantes árabes, judíos, extranjeros, para vender, hasta agotar, su variado y multicolor inventario de saldos acumulados.

No obstante, y sin dudar de ese interés comercial, consideramos, que con el paso de los años, ya no sentimos que el Día de la Madre, sea solo un festival, para la masiva venta de regalos, ropa, perfumes, calzados y souvenires.

Ahora lo vemos y sentimos, como toda una tradición, hecha venezolano, tan criolla como las arepas, las empanadas, el pan de jamón, la gaita, el joropo, las alpargatas, el cuatro, las maracas.

Una realidad, que nos regocija, que nos llenan de orgullo, de gratos y hasta ingratos recuerdos, pero que impulsa el amor por la madre y la unión familiar, y mantiene firme, el arraigo, por la tierra natal.

Este domingo 12 de Mayo se conmemora en Venezuela y muchas partes del mundo, el tan esperado, festivo y comercializado Día de la Madre, y no podemos eludir, que seguimos inmersos en la seductora vorágine de su envolvente influjo.

Un día pertinente para evocar y homenajear, a todas esas madres luchadoras, surgidas del florido árbol, familiar, que nos trajo a estas alturas de la vida. Aludo directamente, a nuestras abuelas y madres, ya en el otro mundo, Elevamos una sentida plegaria por la memoria y descanso secular de nuestras queridas madres, María Elisa Viloria, Ida Piña, y Adela Torres.

Oportuno agradecer esa labor infinita de madre y compañera de ruta, de nuestra esposa, Manuela Rodríguez Piña. Obviamente, sin desmerecer, el duro esfuerzo de sus pares de generación, nuestras sobrevivientes hermanas, Marina y Gisela Querales,  Ada y Marina Rodríguez, Ana Sánchez, Coromoto Salas, María José Cárdenas, Violeta Almarza, Soraya Garcés y Rosa Fernández, quienes también lo han dado todo, por la feliz integridad de sus hogares.

Deseamos que este día, sea alegremente memorable, para la tercera generación de jóvenes y valerosas madres, salidas del gran árbol genealógico familiar, que ahora abordan diligentes, este tren de la vida.

Una extendida y orgullosa fecundidad maternal conformada por mi hija Karina Ydelsy Querales, Paola, Jéssica, Thatiana, Ida Marina, Idángela y Zane Rodríguez, Katherinne Torres, Vanessa Martínez, Esny Quero, Jenny Duque, Dulce, Ingrid y Mariela Virla, Joana Pernalete, Karelis Soto, Mariangela Martínez, y Gabriela Rincón. De la otra rama del árbol, Grizeth Espinosa, Alejandra, Roxana y Evayhug Querales, Mayerling Nakari Chirinos, Vanesa Victoria Viloria, Kayira Juárez, y Thaís Pérez.

Como entonces, nos encontraremos nuevamente, con la mágica ficción de arrullos, desvelos de amor, inocencia, espiritualidad, gracia y poesía, que nos viene del eterno cordón umbilical materno.

ezzevil34@gmail.com

 

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