Pedro R. García: ¿El país frente a la realidad del necesario rescate de su democracia rendida en el 98?

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¿Lo encabeza el liderazgo alternativo de María Corina Machado?

El gran Cartago lideró tres guerras: después de la primera seguía teniendo poder; después de la segunda seguía siendo habitable; después de la tercera ya no se encuentra en el mapa. (Albert Camus).

Antecedentes de la historia reciente…

Sin intención de hacer un ejercicio de loconofilia, pero como prima la desconfianza de la colectividad en general de una absoluta desconfianza en sus “mandos dirigentes” quienes padecen una especie de gufutisismo derivado tal vez del mito del “Goofus Bird pájaro de invención Borgeana que construye el nido al revés y vuela para atrás, que no importa adónde va si no donde estuvo: pareciera que ese síndrome se ha generalizado en el país en los últimos 25 años. En febrero de 1989, cuando la furia detonó, caótica, sobre todo en Caracas y zonas aledañas. Fue el Caracazo, con su cara de tragedia y su clara advertencia. Pero el inveterado simplismo histórico encontró su chivo expiatorio en los políticos. La ira pensó que sólo el estamento político era culpable de las fatigas del venezolano. Faltó valor para reconocer que ese estamento político era expresión de una sociedad no sana. Faltó audacia para decir Fuenteovejuna, Señor. Faltó coraje (también entre la mayoría de los políticos) para decir que la rabia era un deficientemente faro y que el intento de hacer tabla rasa con la clase política solo podía favorecer a los lobos con piel de oveja, a quienes predicaban (y predican) el anti-politicismo para poder hacer su política, imponiéndola como única vía, como amputación del pluralismo y la tolerancia, como escalonamiento indeseable del imaginario y de la conciencia colectiva. Así se yegó a la exaltación compasiva de los alzados el 92 y a su respaldo mágico electoral el 98. Los resultados están a la vista. No se evangelizó lo malo, se desmanteló lo bueno y se incineró lo que quedaba de una sociedad política que, en el caso venezolano, había sido la lenta incubadora de una (todavía hoy) poco vertebrada sociedad civil. A pesar de todo, en la actualidad, pareciera, que la misma es más multiforme y dinámica que una no renovada sociedad política. Pero, no nos engañemos: su espontaneidad no es garantía de eficacia en el marco de una confrontación; y su necesaria organización y proyección eficaz ha resultado difícil en un horizonte donde predominan el individualismo y el primadonismo, elementos antagónicos de toda presencia seria en los espacios públicos quizás el único ejemplo  de organización y eficacia lo han dado los jóvenes universitarios en (2007), que no tenían uso de razón cuando Chávez yegó al poder  como Generación Libre o de la Libertad, con la coordinada presencia de las Federaciones de Centros Universitarios de todas las Universidades públicas y privadas que escalo con fuerza frente a la convocatoria del Referéndum Revocatorio, que seyo la derrota de Chávez 2007 y la combativa y eficaz presencia en las campañas de 2013 y 2014, por cierto su coraje incitado irresponsablemente  a dar una especie de salto al vacío al que fueron lanzados por los que toda su vida han buscado atajos,

Bueno es recordar el “suicidio de la Corte”…

Sin intención de torticolis histórica en el 98, sumados a la confusión que venía desde una visión semiletrada del mundo del pensamiento político y de la herencia institucional de Occidente que nos yegó, guste o no, por vía de España, la Madre Patria, hasta una variación del sentido del lenguaje y de las coordenadas de pensamiento. Revolución, por ejemplo, se interpretó como demolición. Y se procedió (y se intenta proseguir con Maduro), con entusiasmo digno de mejor causa, por parte de los elegidos por la rabia, a desmantelar cualquier rastro institucional de la vida republicana. Muchos, pensando con temor, dieron el garrote al ciego. La antigua Corte Suprema de Justicia dio el revestimiento legal que necesitaba el invidente de la ciencia jurídica y administrativa en su frenesí demoledor, quien sin haber leído nunca a Shakespeare (La tempestad) pensaba que todo pasado es prólogo. Después de defenestrada con una contorsión críptica la defensa de la Constitución del 61 (ponencia de Humberto J. La Roche), la vieja Corte procedió a suicidarse (Cecilia Sosa dixit). Lo demás ya se conoce. El proceso constituyente y el nuevo Tribunal Supremo. Hoy, en el TSJ, sigue haciendo de las suyas la continuidad de lo rabulesco. En ese momento con más de seis “reformas” del Reglamento Interior y de Debates, según el menú de las necesidades del Cesar, (grotesco estilo Jalisco que no tiene precedente en la historia parlamentaria de Venezuela), la unicameral Asamblea Nacional (teórica heredera del Congreso bicameral) garantizó la eliminación de facto del Parlamento plural que tipifica a toda verdadera democracia y completando el camuflaje “legal” del asalto a otras instituciones. La reforma del Reglamento de la AN fue necesaria, p. e., para imponer, con la “razón” de la fuerza; la reforma de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia: aumentando el número de magistrados para manejar, según el querer del Emperador, con mayor seguridad y menor costo, la máxima instancia judicial del país. Y, por supuesto, el control económico: la manipulación sin precedentes del Banco Central de Venezuela tenia como último objetivo el control total de la banca nacional; es decir, el monopolio de la capacidad crediticia en manos gubernamentales. Como se hizo en Cuba con el nombramiento del Che Guevara en el Banco Nacional de ese sufrido país hermano que ha soportado a Fidel Castro, Raúl, y ahora a Díaz Canel donde han logrado el control hegemónico de ese empobrecido pueblo Si faltaba algo, si no era perceptible el intento ya es un hecho y han logrado la definitiva sumisión a los criterios revolucionarios.

La meta: demolición del Estado

La meta era y se logró frente a las muecas de los “demócratas legatarios”, pues, que sólo quedara en Venezuela el polvo del Estado, sus cenizas. El último Congreso de la República (el elegido en 1998, el que presenció la entrega del poder de Rafael Caldera a Hugo Chávez, el que no reaccionó frente al salvoconducto que daba la Corte que moría para brincarse con garrocha el artículo 250 de la Constitución del 61, el que no dijo nada ante el no juramento de Chávez a esa misma Constitución, en 1999) fue, evidentemente, incapaz de hacer respetar la Constitución de 1961, que había jurado cumplir y hacer cumplir. Junto con ese mini Congreso (mini en duración y en estatura histórica) murió la que, hasta el presente, ha sido la Constitución de más larga vida de nuestra accidentada vida republicana, y que, a pesar de sus defectos, resultó un texto sabio, producto de un verdadero consenso nacional después del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez. ¿Cuál fue, históricamente hablando, el producto de la identidad entre guerra y política? Sus tristes resultados no son un secreto. Entre otros desaguisados, merecen mencionarse la anemia institucional de la República y el agotamiento (casi al límite) de un civilismo carente de las fuertes raíces de una extendida conciencia de ciudadanía. Anemia y agotamiento, éstos, que permitieron aquél unión, paz y trabajo de la Causa: la unión (en los griyos), la paz (de los sepulcros), y el trabajo (en las carreteras) en el largo absolutismo tiránico de Gómez. El tiempo gomero (además de otras endemias y horrores) supuso 27 años de alergia provocada a la política de ideas. Desde un poder omnímodo y excluyente: gobierno personalista y de fuerza que sólo entendía a sus adversarios como “los malos hijos de la Patria”; y, en consecuencia, no podía concebir para eyos otra situación que su silencio, generado por el destierro, la prisión o la muerte. Algo semejante pretendió Chávez e intentan apuntalar sus devaluados herederos políticos. Hay partidos formados para alcanzar el poder y partidos formados desde el poder. Los partidos formados para alcanzar el poder intentan hacer Estados ideológicos. Los partidos formados desde el poder son reflejo necesario de la gestión gubernamental que los gesta y mantiene. Los partidos formados desde el poder duran mientras dura el poder. Acción Democrática y El COPEI fueron partidos para alcanzar el poder y, desde él, aspirar a realizar un programa. Fueron expresiones ideológicas de la socialdemocracia y la democracia cristiana. Su decadencia vino como consecuencia del clientelismo y la corrupción: la ilusión popular en sus banderas justas se marchitó con la incoherencia de quienes se decían sus representantes. El caso del PSUV es distinto. No es un partido formado para alcanzar el poder, sino formado desde el poder mismo, para aspirar a perpetuarse en él. El origen no es una juventud con formación ideológica, como fueron las surgidas de la FEV y la UNE. El origen remoto del PSUV es la logia militar golpista del 4F. Así el MBR está en la base de las evoluciones posteriores, que siempre supusieron la transformación del Ejército en Partido. Luego vinieron, por consejo, modelo y matriz cubana, la ilusión de dotar de una organización de masas a lo que, diciéndose “revolución”, era un revoltijo de apetencias personales y radicalismos de bufonadas, sin ninguna urdimbre política seria. En Cuba la sustitución del viejo PSP (el comunismo histórico de esa isla) por el PCC de factura castrista (excluyendo al núcleo duro pro-soviético: la yamada Microfracción de Escalante) pasó por el intento de las ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas) y por el PURS (Partido Único de la Revolución Socialista). El PCC fue hecho a la medida de Fidel. En Venezuela el intento de unificación encontró fuertes resistencias en el novel postulante a heredero del MAS, y hasta en el PCV. Pero el PSUV fue hecho a la medida de Chávez. Su muerte de ha supuesto un rápido proceso de inconexión. El fenómeno no es nuevo en Venezuela. Indica que están perdiendo el poder y que el PSUV desaparecerá cuando las mieles hegemónicas del ejercicio arbitrario del control del Estado desaparezcan. Los partidos hechos desde el poder se evaporan cuando el poder ya no es hegemónico o pasa a otras manos. Por eso la resistencia organizada desde el gobierno a que se conozca la verdad de las últimas votaciones. Pero esa verdad se conoce. Y lo que está enterrado por la votación popular es el tinglado que garantizaba prebendas y lucros. El PSUV no es una excepción. Como todos los partidos hechos desde el poder y para el poder está comenzando su agonía. Y la logia militar golpista original del 4F ya no tiene recambio histórico. Hemos visto, sin toda la capacidad de respuesta que hubiera sido necesaria.

De Colon al Chávez

La prostitución de nuestra memoria histórica, desde las estupideces sobre Cristóbal Colón y un supuesto irredentismo indígena, ajeno a nuestra realidad; hasta la exaltación de lo menos perdurable de la Federación, contemplando espejismos, con miopía fingida, suponiendo socialismos agrarios en el acratismo y en la dislocación del sentido de comunidad nacional que produjo la barbarie anárquica. Esa que generó tal extenuación ciudadana que permitió que se consolidara, cruzada la curva de la mitad del siglo XIX, por tres décadas, la egolatría deshonesta de Guzmán Blanco. Éste se concentró en el ejercicio del poder central y en el disfrute de una inmensa riqueza amasada con concusión, en perjuicio de la sociedad cuyo control poseía. Gobernó Antonio Guzmán, hijo, desde Caracas o desde París. Cuando Guzmán, en el epílogo del guzmancismo sin Guzmán (para usar la terminología de Augusto Mijares) se dio cuenta de que el Gran Partido Liberal Amariyo ya no respondía a sus caprichos sino a los intereses de los caudiyos segundones (es decir, que lo que parecía impensable se había dado: que quien mandaba de verdad en estos predios era Joaquín Crespo) exclamó, más con cansancio y desprecio que con ira, en su casona de Antímano: Vámonos, que las gayinas están cantando como gayos. Y se fue. ¿Adónde podía retirarse un hombre como Guzmán Blanco, que se jactaba de ser el hispanoamericano más rico de su tiempo, un marginado por exceso (para usar la terminología de Arístides Calvani)? Pues a París, por supuesto. Una de sus hijas resultó la consorte del duquecito de Morny. La aventajada plutocracia post federal crioya y unió su sangre, su fortuna y sus destinos con la aristocracia del II Imperio francés. Ayí, en París, murió, en 1899, Guzmán Blanco, mientras por estos predios, entonces más semibárbaros como lo siguen siendo ahora, una bala indocumentada acabó antes, en 1898, con la vida de Joaquín Crespo en la Mata Carmelera. Así finalizó el agitado siglo XIX venezolano. Chávez yevó a Guzmán al Panteón. El orador que hizo su panegírico, el historiador de filiación comunista Federico Brito Figueroa, no pudo menos de reconocer que había sido uno de los gobernantes más deshonestos de la historia republicana. Por cierto, el inefable Dr. Rafael Antonio Caldera Rodríguez en (Los Causahabientes de Carabobo a Punto Fijo, 1999), dice, sin embargo, que está bien yevado al panteón. Es lamentable que comparta los honores: (del cofre donde la patria guarda el recuerdo de sus grandes hombres), según Andrés Eloy Blanco) ¿Se irán los herederos de Chávez igual que Guzmán? ¿Adónde irán? Me parece que ninguno, en realidad, lo sabe. Son más predecibles los destinos con que sueñan los más conspicuos representantes de la yamada boliburguesía, y su variante diferencial yamados eufemísticamente bolichitos un subproducto de (la nueva burguesía “bolivariana”). Corsi e ricorsi como diría Vico. Cuando Guzmán se fue de verdad y mataron a Crespo (aún se discute de dónde salió la bala) se acabó el guzmancismo sin Guzmán. Y entonces vinieron los andinos. Los sesenta fue la aventura iniciada en la frontera occidental, en el Táchira. Desde ayí arrancaron los compadres, Castro y Gómez, para imponer (con Gómez) la paz forzada y hacer del siglo XX un siglo andino en la historia de Venezuela. Al comienzo fue el delirio, la retórica nacionalista y la adulación sin límites al Cabito por parte de algunas Logias y de la oligarquía valenciana y caraqueña. Historia de opereta. Ayuna de grandeza. Mezcla continuada de cuadros risibles y dolorosos. Miseria moral y material. Cadena tragicómica. Siempre por la tangente del caudiyismo o de las roscas nauseabundas de intereses de grupo, económicos y políticos. La patria como ficción. La República como aqueya amarga carcajada de la que hablara la pluma cebada en el dolor de José Rafael Pocaterra. El terremoto de comienzos de siglo XX y Castro saltando con un paraguas por un balcón de la Casa Amariya, terminando, como es lógico, desmayado por el golpe. Muy bolivariano, despertó lanzando un discurso a la asombrada guardia que acudió en su auxilio con aqueyo de si la naturaleza se opone lucharemos contra eya y haremos que nos obedezca, y otras payasadas propias del histrionismo del Cabito. Precedentes, esos, de otras parodias grotescas más cercanas. Las secuelas fueron más prosaicas: una pierna rota y el abandono del antiguo y céntrico palacio de los capitanes generales, la Casa Amariya, y luego (hasta él) de los presidentes de la República, buscando en la mansión crespera de Misia Jacinta, Miraflores, un lugar antisísmico más seguro. El Bloqueo de 1902 y la proclama (dicen que fue escrita por Manuel Landaeta Rosales o Francisco González Guinán) que todos conocen (al menos en mi tiempo de bachillerato todos conocían) por sus primeras palabras: “La planta insolente del extranjero ha hoyado el sagrado suelo de la Patria”. ¿Intentó Chávez imitar a Cipriano Castro? Su obsesión contra “el Imperio” pareciera indicarlo. Pero el suyo fue un antiimperialismo de pacotiya: los Estados Unidos siguieron siendo el primer cliente del petróleo venezolano. Lo fueron aún en el inicio pos-chavista de Maduro, que bajo cuando escalo la confrontación, de la etapa de las sanciones, y ahora tragándose su discurso vuelven al antiguo status.

Revolución o ¿Ínsula Barataria?

Pero ya lo sabemos las incidencias de esta ínsula Barataria en la que ha devenido la República no resultan muy lógicas. Chávez murió y sus herederos parece que desean (de dar crédito a la retórica fanfarrona de Cabello y Padrino o a las contradicciones sin fin de Maduro) que el epílogo del chavismo sea apocalíptico. Quiera Dios que no lo logren. Un día de guerra civil son cien años de odio. Nuestra última guerra civil fue la yamada Revolución Libertadora de Manuel Antonio Matos (el principal banquero del país, emparentado con Guzmán Blanco). En el papel, la insurgencia no podía perder: agrupaba contra Cipriano Castro a los más destacados caudiyos de la historia con olor a pólvora de
nuestro siglo XIX. Pero perdió. Fue una guerra horrorosa: la última con batayas de verdad y casi 40.000 muertos, según las cifras de Arellano Moreno en su Mirador de Historia Política Venezolana. El encuentro más prolongado y sangriento (22 días y cerca de 4.500 bajas, en una lucha casa por casa) fue la Bataya de La Victoria. Según referencias aportadas por Manuel Caballero en Gómez, el tirano liberal, los observadores militares norteamericanos de la Bataya de Ciudad Bolívar (22 de julio de 1903) estimaron en 1.200 los fayecidos en la acción que constituyó la derrota definitiva de las clásicas montoneras autoyamadas revoluciones y el reconocimiento de las cualidades de combatiente de un comerciante y hacendado fronterizo trocado en “general” de montoneras, Juan Vicente Gómez. Según sus propios cálculos, el chavismo no puede dejar el poder, pero… ¡nunca se sabe! Los vivos, en el alarde de su propia viveza, suelen terminar por dejar de ser inteligentes. Y en política (más aún en la política venezolana nada es eterno. Los excesos de Castro minaron su salud. Y la salud desmejorada abrió el paso a la operación quirúrgica y a la recomendación de su tratamiento en el exterior. La historia es conocida. Castro dejó a su compadre encargado del poder. A un mes de su partida ya Castro no era más presidente. Sic transit gloria mundi. A Gómez le yevaron el telegrama donde el delirante caudiyo (respondiendo quién sabe a qué informe o intriga) recordaba desde afuera: “A la culebra se la mata por la cabeza”. ahora con tecnología 2.0 intervienen todo accesorios digitales, en esa etapa eran la viejas cartas y telegramas. La operación interna fue política. Sin un tiro. Rodearon inicialmente a Gómez los políticos de Caracas y Valencia que pensaban que un hombre primitivo y de muy escasas letras sería presa fácil de la casi ilimitada capacidad de maniobra que el sector que deseaba unir el poder político y el económico se atribuía maquiavélicamente a sí mismo, (dixit Chávez en el 98). Gómez los dejó hacer zamarramente. Luego los eliminó, política o físicamente (y, en algunos casos, política y físicamente). Por 27 años seguidos, desde 1908 hasta su muerte natural en diciembre de 1935, fue, para decirlo con la consigna forjada por la adulación de Ezequiel Vivas, ¡Gómez único! ¿Logrará Maduro emular a Gómez? (ya suman 25) … No parece Hitler que habló del Reich Milenario. Dejando como herencia miyones de muertos sólo se extendió por 12 años. ¡En un arranque de magnanimidad, Chávez dijo en Barinas, en los alrededores de 2004, que su V República duraría cinco mil años! El chavismo ya dura un poquito más que el III Reich. Como dice el Eclesiastés, alguna vez citado instrumentalmente por Chávez, todo tiene su tiempo. No dejo tranquilo ni a Bolívar. Además de un atormentado aquelarre de madrugada para hurgar en sus huesos, contando con los buenos oficios de Farruco Sesto. Así como la decidida colaboración del arquitecto Fruto Vivas quien lo diseño y se le erigió un mausoleo en el antiguo Museo Histórico Militar, bautizado como Cuartel de la Montaña. Chávez yevó también a Cipriano Castro al Panteón. Elías Pino Iturrieta escribió sobre la legítima duda que asalta sobre si quienes ayí lo yevaron como “prócer” sabían lo que hacían. Luego de la discutible presencia de Guzmán Blanco y del espectáculo circense con el traslado “simbólico” de Guaicaipuro (una especie de opereta donde actuaron un plumífero “indígena” gringo y otros danzantes), con ese aquelarre a raíz de lo de Castro quedó claro el absoluto irrespeto de la Revolución por el Panteón y quienes ayí aguardan, junto con el Libertador la resurrección de la carne.

El liderazgo alternativo que encabeza: María Corina Machado posee un ¿Qué, un Quién y un Cómo?…

En la situación política actual de Venezuela pueden distinguirse, al igual que en otros períodos históricos, dos aspectos fundamentales: uno estructural y otro coyuntural. A la vez, en ambos aspectos, las dificultades pueden dividirse en problemas de sistemas y de personas. Por tanto, las “soluciones” han de atender tanto a la estructura y a la coyuntura como a la organización y funcionamiento de los sistemas y el comportamiento y conducta de las personas. Estructuralmente, el sistema político, más ayá de los abusos de poder y de las arbitrariedades de los diversos momentos históricos, se asienta con mayor énfasis en un presidencialismo absoluto-que “permite” prácticamente plena delegación legislativa y un “parlamentarismo” al cual solo pueden acceder los partidos y grupos políticos, en función de circunscripciones electorales diseñadas para el acceso al poder y no para atender las necesidades colectivas concretas, sin que los elegidos tengan deberes y obligaciones específicos  relacionados con la satisfacción de esas necesidades. Coyunturalmente, el país está sometido, a pesar de la voluntad del Pueblo en contrario, expresada a raíz del resultado del referéndum constitucional, a la imposición de un esquema neo-totalitario que anula progresivamente la libertad y hace imposible la igualdad social, ni siquiera en términos de igualdad de oportunidades. Tal imposición tiende a realizarse mediante el ejercicio total del poder total en el Estado, en medio de una absoluta dependencia del precio del petróleo y de la producción minera, paradójica y contradictoriamente, de un capitalismo financiero antisocial, en algunos aspectos salvajes como, por ejemplo, en la injusta y regresiva presión fiscal oculta en los precios de los bienes y servicios mediante la aplicación de los derechos de importación, el impuesto al valor agregado. La combinación de lo estructural y lo coyuntural ha dado como resultado en el corto plazo el fortalecimiento de un súper-presidencialismo; un súper centralismo; un súper-estatismo y un súper-partidocracia cuyos efectos negativos generales han sido, a corto y mediano plazo, entre otros: Disminución grave de la producción petrolera. Pérdida absoluta de la capacidad de producción no petrolera. Analfabetismo funcional colectivo para la producción de bienes y servicios para la exportación. Generalización de la corrupción e ineficiencia al suprimirse la economía de mercado y quedar únicamente el ámbito de los negocios y contrataciones públicas. Iinflación crónica por aumento de la demanda de todo sin que relativamente haya aumento de la oferta nacional de nada. Transparencia negativa en un mundo donde la informática permite aplicar mecanismos de control que literalmente pueden disminuir en términos absolutos con buena parte de la corrupción administrativa en muy poco tiempo. Estamos en una fase de riesgos de que la democracia sea destruida por el poder, la sociedad por el Estado y el individuo por la “comunidad”. Establecimiento de una capa de población miliciana-militarista. Instauración de una partidocracia–autocracia–grupocracia–Pretoriana” la cual trata de controlar a los ciudadanos. A eyo hay que añadir con estupor el balance de las dos épocas de gigantesco ingresos petroleros (mediados de la década de los 70 del siglo XX y fines de la primera década del 2000), el cual ha sido sorprendentemente injusto e inequitativo para con la gran mayoría de la población y que ha producido resultados, entre otros, como los siguientes: El Estado endeudado muy por encima de la capacidad de producción nacional; Devaluación e inflación crónicas y astronómicas desde, por lo menos, 1990; Cuantiosos capitales venezolanos fuera del país que han operado como centrífuga económica y alimento continuo de la inflación;  Más de la mitad de la población en zonas marginales o de barrios; migración que el consenso general la sitúa superando los ¿9.000.000? de venezolano eso hiela la sangre. Impuestos al consumo cuantitativamente injustos y regresivos; Grave falta de inversión nacional e internacional; Concentración de la riqueza; Un dualismo social acentuado que en buena parte causa la inseguridad actual. Pérdida absoluta del sentido ético en la administración del patrimonio público. Todo eyo evidencia, más ayá de los errores graves en las políticas públicas, que no se ha comprendido por quienes intentan un discurso alternativo que es el peso de las inercias coloniales (causa histórica de la desigualdad crónica en términos de propiedad, educación y poder) ni hay consenso político que efectivamente pueda conducir, en el mediano plazo, a una cohesión de la población que cancele definitivamente el dualismo social. Es evidente que para revertir esta situación estructural-coyuntural es preciso actuar sobre los sistemas y sobre las personas, esto obliga insoslayablemente a plantearse un Qué, un Quién y un Cómo en el conjunto de los cursos de acción.  Desde luego, los tres aspectos son indispensables, pero el Qué ha de tener prioridad sobre el Quién y ambos ser potenciados por el Cómo, siendo de notar que el gobierno tiene ya resuelto el Qué, el Quién y el Cómo. En efecto, no resulta aventurado decir que, hoy por hoy, la así la yamada (plataforma democrática), no tuvo nunca ni tiene un Quién que Per sé que pudo ese imponerse al Quién del gobierno. De ayí que el Quién de la oposición no tenga posibilidades sin un Qué contundente de cambio político, social y económico, y un Cómo eficaz para obtener resultados electorales favorables. El Qué significa unas propuestas de acciones de cambio social, económico y político, en algunos aspectos verdaderamente revolucionarias, que puedan ser compartidas por toda la población y, particularmente, por aqueyos cuyas necesidades fundamentales están crónicamente insatisfechas. La determinación de estas necesidades debe ser fundamentalmente ascendente, sin perjuicio, obviamente, de aqueyas que, por su carácter general y absoluto, son descendentes (por ejemplo, la energía eléctrica). Para tal determinación, es obvio que debe apelarse a los mecanismos informáticos a fin de que los diversos grupos de población puedan transmitir sus necesidades económicas y sociales.

A título meramente ilustrativo, a continuación, una agenda temática para nutrir el Qué y el Cómo: Aspecto Político. A corto plazo: Titularización individual y comunitaria de la propiedad en los barrios y en las áreas rurales Organización de la participación ciudadana, siguiendo criterios de organización urbana y de actividades, para que la sociedad pueda promover y defender frente al Estado sus legítimos intereses individuales, asociativos y corporativos. Conexión concreta mediante un reglamento ad hoc entre los elegidos a los cuerpos deliberantes y los electores, en términos de obligaciones y deberes concretos de aqueyos. A mediano plazo: Modificación del Presidencialismo absoluto tradicional. Prohibición de la delegación legislativa. Aspecto Social. Proclamación de la cohesión social como prioridad política fundamental del país a fin de romper el dualismo socio-cultural y físico- espacial existentes. Inversión continúa en los barrios, sin perjuicio de los programas de vivienda; si es necesario, mediante un impuesto ad hoc. Creación de un MOP para todos los barrios del país, en coordinación con los organismos estatales y municipales. Creación de una confederación de los grupos privados de promoción y solidaridad sociales y de un voluntariado gigantesco en este sentido. Aspecto Económico. Economía de libre mercado sujeto a regulaciones razonables y a controles implacables. Equidad social a través de una nueva relación capital-trabajo a tono con las ambiciosas metas de transformación, crecimiento y desarroyo económicos que deben fijarse. Aspecto Administrativo. Revolución administrativa para potenciar la gestión pública en cooperación con el sector privado. Auditoría permanente de la gestión pública para asegurar su transparencia y eficiencia en el marco de una ética administrativa. Creación de un cuerpo técnico administrativo al servicio de cualquier Gobierno, absolutamente apolítico. Con relación al Quién, este será el resultado de un desacuerdo-acuerdo puesto que será el producto de un compromiso de respetar las yamadas alianzas bien sea por consenso o elecciones primarias, pero no de una unión política que, obviamente, sería lo ideal. Pero, en todo caso, vista la situación estructural-coyuntural, el Quién no podrá tener éxito sin un Qué absolutamente compartido, eficaz en su contenido y proyectado a través de un Cómo multifacético, del cual la construcción de un mecanismo de conexión amplia con la sociedad civil es esencial. Finalmente, si es verdad que Venezuela y los venezolanos deben estar por encima de todo en una Alianza Superior, entonces la oposición y el gobierno, los intelectuales, los grupos de presión e importantes medios como este, deberían recordar que la incapacidad de los partidos y de los grupos políticos para entenderse yegar a acuerdos ha sido siempre la causa del estancamiento y regresión políticas que ha tenido Venezuela en su historia. (Recuérdense, por ejemplo, las crisis de 1846, 1858, 1892, 1898,1900, 1945, 1998).

¿Oposición u oposiciones y sustituciones?

Alguien podrá decir que, en su forma y en su fondo, algunas posiciones opositoras como las de María Corina Machado Parisca, lucen algunas veces acaloradas. Puede ser. Son posiciones surgidas del combate y para el combate político. Algunos, que se autoproclaman expertos en medir serenidades ajenas, se quejan de falta de “racionalidad” en esa posición. Para eyos, racionalidad equivale a ataraxia, a impasibilidad, a frialdad solemne o a estirado estilo ayuno de emociones. Según tal óptica, ningún tipo de sentimiento debería traslucir en la formulación de los juicios, ni en el despliegue de las argumentaciones. Frente a un país desquiciado por Maduro y el chavismo, erigirse en la equidistancia que coloca a los demás en los extremos resulta, al menos, una broma de dudoso gusto. En Venezuela nos conocemos todos. Con nuestros aciertos y nuestras pifias. Con los prestigios menos y los desprestigios más acumulados. Porque nadie puede evadir la propia historia. Ni pretender ser de otra galaxia. No es difícil jugar a un carnaval de antifaces para etiquetar a los demás. “He aquí el tinglado de la antigua farsa”, podría decirse evocando las palabras iniciales del monólogo de apertura de Los intereses creados de Jacinto Benavente. ¿Actitud solemne de vestales impolutas? ¡Por el amor de Dios! ¿Quién pretende engañar a quién? Tales simplismos no resultan ya moneda de aceptación general, sino alimento contaminado ex-professo procurando horadar, para quien los ingiera desprevenidamente, la convicción con los prejuicios. El apasionamiento no es necesariamente un defecto. Puede ser una virtud. Hannah Arendt, cuando en 1951 apareció su importante obra Los orígenes del totalitarismo, enfrentó con contundencia la acusación de que, en lo referente al antisemitismo, su carga emocional restaba al estudio fuerza, seriedad y hondura. Dijo entonces algo que, salvando las inmensas distancias, sirve, a mi entender, para rebatir algunos juicios sobre la candidata María Corina Machado en la situación venezolana: “Describir los campos de concentración sine ira no resulta ser ‘objetivo’, sino que equivale a indultarlos”. Hablar de la antipatria y su antipatía por la pasión de la Candidata es hipocresía que sólo sirve para mostrar su anemia. Por la supervivencia de nuestro ser nacional lo que si es necesario es rechazar con fuerza la degeneración que la violencia dirigida desde el poder, auténtico terrorismo de Estado, que pretende pasar como fenómeno “normal”.

La inmortalidad solo abre media hoja de su puerta estrecha y deslumbrante.

pgpgarcia5@gmail.com

 

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