Alfredo Salgado: Las historias de Venezuela y México son distantes y distintas

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Meses atrás, fui invitado con otros compañeros a una entrevista de radio para hablar de la música venezolana, en una emisora local en la bella ciudad de Charleston. La muy inteligente y talentosa entrevistadora, música ella también, nos pregunta sobre las influencias de la música venezolana y aproveché en explicarle sobre la herencia hispana y como desde allí, recibimos influencias de la música árabe, sumándole además el inmenso aporte de las comunidades africanas desplazadas a Venezuela, los aportes indígenas, etc., pero además le ejemplifiqué con el cuatro alguna de esas influencias. Hasta allí íbamos muy bien, hasta que alguno de los presentes comentó uno de los disparates más grandes que he escuchado jamás, pero además en público: La música venezolana está influenciada por la música mexicana. ¡Hiperventilé ante tal disparate!

El New York Times, ¡El New York Times!, entrega una reseña de las hallacas venezolanas, y las llama “una variante del tamal mexicano, relleno de un rico guiso de carne”, y todo esto ilustrado con una hermosa foto de…Un tamal.

¡Dios, no los perdones, así no sepan lo que hacen!

En México y en Paraguay, tocan arpa, a su estilo, y en Venezuela la tocamos, a nuestra manera, que no tiene nada que ver como la tocan en esas naciones.

En Haway tocan el Ukulele, en Brasil el Tabuquino, y nosotros El Cuatro Venezolano. Los tres instrumentos tienen cuatro cuerdas, pero el Cuatro Venezolano es el Cuatro Venezolano, y se toca música venezolana a la manera de los venezolanos. El violín, el violoncelo, el contrabajo, tienen también cuatro cuerdas, pero solo una ignorancia sideral puede decir que el Cuatro es una variante de un violín o un ukulele.

Criaturas del New York Times, La Hallaca no es un tamal.

El que tenga hojas de plátano, que la masa sea de maíz y se hierva, no hace a la Hallaca tamal. Ni siquiera si el tamal llega a autopercibirse como Hallaca, llega a ser tamal. Una Hallaca solo puede ser una Hallaca, así como una mujer solo puede ser mujer y un hombre solo puede ser hombre, independientemente de cualquier travestismo. La Hallaca no es travesti, el tamal no es travesti. Cada uno es cada uno.

Las historias de Venezuela y México son distantes y distintas. De hecho el único emparentamiento de Venezuela es con Colombia y la Cuenca del Caribe e incluso hay diferencias naturales.

Esta confusión, a la que no le siento ni una pizca de mala intención, la atribuyo a que los venezolanos somos algo nuevo en todos los países en los que estamos ahorita.

Llegamos repentinamente, forzados a salir de un país del que nuestros padres, abuelos y bisabuelos jamás salieron, y hemos llegado con nuestras alforjas repletas de cosas muy buenas, de cosas malas, de cosas que llaman la atención, de otras que no, pero sobre todo de un temperamento que muchas veces puede llegar a ser invasivo.

Y ahora todos hablan de las arepas, de las hallacas, de los músicos venezolanos, de las mujeres venezolanas, de los emprendedores venezolanos, de los golfeados, tequeños, cachapas, empanadas venezolanas, de la Harina PAN, de la chicha, de los peloteros, de la gaita, del cuatro, todos venezolanos.

A la gente por lo visto, les llama la atención, pero por favor, hay que darse a la tarea de conocer de qué se trata esta locura a veces, de ser venezolanos, así que hay que ponerle la mano a una Hallaca, calentarla, desatarla, permitir que emanen los aromas, para que se den cuenta, de manera definitiva, que una Hallaca no es ni será nunca un tamal.

 

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