Ezequiel Querales Viloria: ¡Háblame de Maracaibo!

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Háblame de Maracaibo, por ella canto, por ella vivo por ella muero / Tierra bendita, tierra del viejo golpe pasmero / Mi patria chica tierra del sol cuna de gaiteros. Memorable letra de una de las tantas gaitas que exaltan la pasión del típico canto marabino.

Como se sabe, Maracaibo en diciembre es una gaita. Aunque sus sempiternos cultores y escribidores, aseguran que es todo el año. Ellos no dejan escapar las locuaces expresiones maracuchas de la gente en las calles, sean jocosas, sentimentales, amorosas, tristes, alegres, o matizadas de rencor y melancolía, para tejer y armar cualquier motivo gaitero.

Una semblanza que crece con la eterna fuente de inspiración y devoción del pueblo, a la santa virgen del Rosario de la  Chiquinquirá, su venerada patrona, llamada cariñosamente La Chinita.

Es un fraseo que igualmente se hace expresivo en las tantas gaitas dedicadas a la vida y costumbres citadinas, al paisaje lacustre y su lago gentil, a los pueblos costeros, pescadores piragueros, y a esa luminiscencia que estalla como aurora austral en el sur del lago, con el relámpago del Catatumbo.

Es un incansable entusiasmo que no repara en apartar su habitual galantería, a la hora de reclamar por el abandono de la región, denunciar la corrupción, los pésimos servicios y abusos de autoridad: “Anti zuliano traidor, el que la gaita prohíbe, porque de ella no recibe ni un aplauso a su labor”. “Mi gaita nunca se humilla porque su verso es vibrante, siempre tiene tambaleante, a los lacayos de orilla” (…) protesta fulminante del auténtico Cardenales del Éxitos.

El pasado diciembre pisamos nuevamente las cálidas tierras marabinas, tras  cinco años de ausencia. Una corta estadía que nos permitió apreciar de cerca una Maracaibo más desigual y abatida que hace un lustro, tal vez, entre otras tantas razones, por la secuela de la migración, que la ha dejado casi, que desolada.

Apreciamos una notable burbuja de progreso en la céntrica  avenida Bella Vista, hermosa y creativamente iluminada en todo su trayecto. Un  fascinante espectro de luces, trazadas en bellas letras y siluetas con su titilar de vivos colores, que al final, iba a unirse, en armonioso esplendor, con la imagen gigante del Ángel suspendido como estrella en el cielo, en lo más alto de la plaza que lleva su nombre.

Supimos, que es una excelente creación del arquitecto Imad Abou, como parte del monumento edificado por la gobernación del Zulia, en honor a los 300 años de la aparición de la Virgen de Chiquinquirá.

Ya no con el esplendor de Bellavista, los destellos de progreso, también afloraban por la Avenida 5 de Julio, los lados de Milagro Norte, la vereda y Paseo  del Lago, con su nuevo Parque Acuático. Y tal vez fluían en los emblemáticos hoteles, centros comerciales y escasos comercios de bodegones surgidos últimamente. Mientras el centro de la ciudad y sus barriadas populares, lucían ausentes de ese momentáneo brillo de exótica modernidad.

Sigue siendo una vergüenza, el indolente abandono de la Plaza, Baralt y zonas aledañas. Un preciado lugar que apuntaba en convertirse en patrimonio histórico, colonial y cultural de la ciudad, al estilo y orgullo, de otras urbes del mundo, como el viejo San Juan de Puerto Rico, promesas que se llevó el viento.

Nos enteramos que las actividades del Centro Cultural Lía Bermúdez, que apenas comenzaban en el viejo mercado, pasaron a otros entes culturales y que el edificio, entró en una nueva etapa de remodelación.

La gente que se cruzaba en el callejón de Los Pobres y  el mercado de Las Pulgas, en nerviosas compras de fin de año, no mostraba el natural entusiasmo de otras épocas. Entre tantas cosas, se le oía decir que este año no les alcanzó para el tradicional plato navideño.

Expresaban en sus airadas pláticas, que la mayoría de los maracaiberos, ahora están dependiendo, casi que exclusivamente, de las remesas que les envían sus familiares regados por el mundo. Algo que se rpite en casi todas las familias venezolanas.

Sin embargo, el maracucho nato se enorgullece en atesorar la universalidad lograda por sus familiares, al admitir “que su patria sea ahora el mundo”.

¡Lo primero que procuran cuando nos contactan!, comentan en confianza, es que quisieran estar en Maracaibo, sentirla cerca, y entre risas y alegrías, nos piden: ¡Háblame de Maracaibo!

Mi eterno agradecimiento, a los Rodríguez Luzardo maracuchos, ese árbol florido de la familia, hoy multiplicado y esparcido por todo el mundo, pero sus raíces siguen en Maracaibo, acogiendo como siempre, a sus seres queridos, compartiendo el grato fervor maracucho. ¡Salud, alegría y prosperidad Familia!.

ezzevil34@gmail.com

 

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