Sergio Monsalve: El fin de la UCV tal como la conocemos

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El sueño ha terminado, la sombra ha vencido a la casa. El régimen, desde su fundación, tenía un proyecto de conquista de la UCV, intentándolo por todos los medios posibles a su alcance: Tomas violentas, asedios con la guardia nacional, estrangulamiento económico, amaño de elecciones, infiltración de sus cuerpos estudiantiles, inversión en campañas de los extremistas.

Una vez y otra vez, fracasaron. Pero la gota fue llenando el vaso, hasta derramarlo el día de hoy, cuando el chavismo logra intervenir de facto a la universidad, como nunca antes lo había hecho gobierno alguno en el pasado, salvando excepciones puntuales que no prosperaron.

Recientemente se denunció el agravio de un ingreso forzado al Aula Magna, cuya remodelación dirigen fundaciones y grupos autónomos de egresados.

Así y todo, los candados se rompieron para penetrar en el recinto, con la excusa de la nueva fase de restauración que comanda el equipo de Maduro, sin mediar la consulta de la comunidad docente y estudiantil.

Por ende, así como avanza la ocupación de la Universidad Simón Bolívar, a través de un golpe de estado, progresa la idea de convertir a la Central en un ente servicial, claudicante y burocrático del estado comunal, bajo la propuesta de reconstruir la planta física que se averió y arruinó en los tiempos de la dictadura, por la falta de recursos que conlleva la crisis.

Para ver cómo se encuentra la UCV, nos hemos acercado a sus predios en los últimos meses. Si les interesa el dato, ahí estudié economía por tres años y comunicación social por cinco, graduándome en el Aula Magna, cumpliendo una fantasía de mis padres, ambos egresados de la Central. Mi papá se jubiló tras ser profesor por 40 años. De modo que la historia de la Universidad atraviesa mi vida y me duele, como a todos los que crecimos en ella.

Saqué la cámara con cautela, porque hay más presencia sospechosa que nunca, usando el pretexto de la “defensa patrimonial”. Uno ingresa con algo de temor, pues las malas caras de algunos supervisores, desalientan a los reporteros profesionales y espontáneos.

Varias cuestiones llamaron profundamente mi atención. Los accesos se han cortado, alrededor de la plaza del Rectorado, con cintas y barreras de vigilancia.

Alcancé a retratar el cierre técnico de la Federación de Centros Estudiantiles, cuna de organizaciones y protestas, con un look “CSI” de un perímetro policial que se cerca para filtrar el paso y proceder con el levantamiento de una escena de un crimen. Es obvio que atestiguamos el intento de “practicarle una autopsia” al cuerpo de la autonomía, declarando su clausura.

De igual modo, la imagen del reloj, otrora inspiradora del arte, actualmente ejemplifica el encarcelamiento de la UCV. La parte inferior se cubre con plástico negro de basura, aludiendo al envoltorio de una bolsa de la morgue. Expone la interferencia de la visibilidad, la opacidad en la operación, el ocultamiento en la fachada. Los pilares de la obra se enclaustran en una jaula, de tubos de andamio, ofreciendo una sensación opresiva a primera vista. Reflejo de la provisionalidad, de la fragilidad, de la improvisación que reina en el trabajo de supuesta “salvación” de la UCV.

El alto costo de una manito de pintura que saldrá bastante cara.

Paradójicamente, el régimen que hizo de todo por eclipsar y destruir a la Central, es el que pretende sacar réditos políticos de su “rescate”, en un relato inverosímil de la propaganda, que apenas convencerá a los desinformados, pero que confundirá a más de uno, por la censura y la falta de contexto que genera la mordaza.

Embosalada y enrejada, la UCV ha devenido en un pueblo fantasma, como de Chernóbil. Una ciudad zombie que luce tan deshabitada como la fachada del hospital Clínico, controlado por la bota militar.

Así se verifica el final de la UCV tal como la conocimos, sometida a un período de cuarentena, que se expande como virus para buscar su sometimiento hostil.

Cualquier parecido con el país, no es mera coincidencia.

Supongo que la liberación de la UCV nos llama y nos demanda unidad.

Defender la autonomía universitaria, sin ánimo de rendición y colaboración, supone dar una lucha digna que apuesta por la independencia de la nación, a futuro.

De momento, es una hora incierta en una casa virtualmente muerta.

Cuestión de resucitar e invocar su espíritu de resiliencia y resistencia.

Director Editorial de Observador Latino

 

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