Mayte Navarro: El año del miedo y el silencio, pero también el de reinventarse

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Cuando nos encontramos frente a la pantalla en blanco y tenemos la responsabilidad de escribir nuestras percepciones y opiniones para compartirlas con otros surgen las dudas de qué será lo que puede interesar, si lo que vamos a decir estará correcto, cómo hacerlo para conservar el sentido de la ética. Creo que todas esas inquietudes junto a otras más es lo que muchos llaman el síndrome de la hoja blanca. No me suele suceder con frecuencia, sin embargo, esta vez, muchos temas han pasado por mi cabeza y al estar en los últimos días de 2020 he decidido hacer una especie de repaso sobre aquellos sucesos que más me han impactado.

Derechos Humanos

La violación de los derechos humanos lejos de cesar en 2020 ha continuado y aumentado. En ese doloroso paisaje Venezuela es un capítulo más junto a Siria, con la diferencia que éste último vive una guerra civil infinita, donde los contrincantes internos cuentan, cada uno, con apoyo extranjero. El resultado: matanza de la población civil y víctimas de atroces crímenes en ambos lados.

Si miramos a África nos encontramos que en Nigeria secuestrar niños de sus escuelas es otra arma de guerra. Después de casi una década el grupo islamita Boko Haram continúa causando pánico y no hay quien lo detenga. En Etiopía, un país que no supera una eterna hambruna, ahora hay voces que reclaman por los excesos cometidos por la fuerza pública que ha dejado heridos y muertos.

Las migraciones humanas originadas por el miedo a perder la vida están en todos los continentes, causando muertes, desaparecidos y niños separados de sus padres. Lamentablemente, Venezuela se ha sumado a este fenómeno migratorio. Primero fueron las caravanas de gente que caminaban para penetrar las fronteras de los países vecinos, lo que generó una crisis de servicios públicos, que ya se hacían insuficientes, en las ciudades limítrofes. El resultado: xenofobia, explotación, marginalidad al extremo, hogares abandonados, niños parias, aumento de la prostitución y de la explotación del ser humano.

Las organizaciones internacionales han resultado incapaces de manejar la situación porque las mismas circunstancias dificultan la acción, otras veces, el crimen organizado demuestra su inescrupuloso poder y termina anulando las buenas intenciones.

Quienes se quedan en Venezuela cargan con los hijos que no se pudieron llevar los padres o las madres, a la avanzada edad de algunos de estos cuidadores que suelen ser los abuelos, se suma también la precariedad de las condiciones de vida, carencias de alimentos, ausentismo escolar por no tener los medios para que los menores se trasladen a los centros escolares,  otras veces las escuelas están cerradas y, en estos tiempos de pandemia, la escolaridad, el derecho al estudio, se perdió.

Las esperanzas quedan asidas a las remesas que tampoco llegan porque el coronavirus cerró cientos de centros de trabajo y los más perjudicados han sido los más pobres y estos emigrantes en situación irregular.

Los venezolanos también se suman a las estadísticas de las balsas y pateras hundidas en el mar. Más de 20 personas perdieron la vida cruzando ese trozo de Caribe que separa Güiria, localidad del estado Sucre en el Oriente del país, de la isla de Trinidad. La necesidad es más fuerte que los peligros a encontrar en el camino, pero más allá de la muerte, están los traficantes de emigrantes, el narcotráfico y la inhumanidad de las autoridades de trinitobaguenses, que actuando como verdugos, los condenan a muerte al regresarlos en las mismas circunstancias como llegaron, violando de esta manera los derechos humanos y convenios internacionales, entre ellos el principio de no devolución.

Agrava la situación la imposibilidad de la prensa de realizar una cobertura desde el mismo lugar donde se sucedieron los acontecimientos. Guardar silencio es la orden, el desacato puede representar hasta el cierre del medio o la detención del reportero.

Sin información

La salud es otro aspecto que en este año reveló lo frágil que es. La pandemia derrotó hasta los sistemas sanitarios más sólidos, sin embargo, la capacidad de respuesta y la no politización del problema permitió que algunos países pudieran enfrentar con cierto éxito la pandemia. Gracias a la aplicación masificada de las pruebas las estadísticas mundiales se acercan a la realidad.

En Venezuela las entidades científicas se vieron relegadas e ignoradas, por lo que su campo de acción tuvo que refugiarse en las redes sociales. Las estadísticas nacionales no son confiables pues en muchos casos no se registran y a menor número de pruebas aplicadas menor será el número de afectados registrados.

El coronavirus también ha dejado al descubierto las características de las comunicaciones en los distintos países; mientras que Europa Occidental, América del Norte y algunas naciones de Asia mantienen informada a la ciudadanía sobre los adelantos  en el estudio de la enfermedad, también se habla sobre  la situación de los centros de salud, el trabajo y esfuerzos del personal sanitario, incluso, el testimonio de quienes resultan afectados y su experiencia durante el proceso infeccioso y de sanación ocupa la noticia.

En Venezuela se desconoce públicamente el trabajo dentro de los hospitales, rutinas médicas, las condiciones de los lugares de aislamiento, lo que ha creado un miedo en la gente y alimentando cualquier tipo de rumores.

Los periodistas se han visto limitados en el ejercicio de su trabajo, se les ha negado el acceso a los centros hospitalarios, se impiden con amenazas las entrevistas a médicos y pacientes, lo que ha creado un vacío comunicacional en cuanto al tema. Solo los boletines oficiales reflejan cifras. No hay historias ni testigos.

En otros países donde también la prensa está sometida a limitaciones se han dado casos similares. El resultado es que el tapaboca ya no solo simboliza la protección personal, sino que es una referencia de los límites de la libertad de expresión.

En peligro de extinción

Imposible no incluir en esta reflexión de fin de año un espacio dedicado al periodismo como una profesión cuyo ejercicio resulta peligroso. En Venezuela el Colegio Nacional de Periodistas anuncia que en el año 2020, resultaron agredidos 309 periodistas mientras cumplían con su labor. A este número habría que agregar los comunicadores que han sido detenidos por informar, lo que agrava las garantías de una información libre y oportuna.

En unas declaraciones recogidas en un portal mexicano, Carlos Jornet, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP, expresó la “extrema preocupación” de la organización por el aumento en el continente de las agresiones y ataques contra periodistas en 2020. Destacó la preocupación de la SIP por el asesinato de 22 periodistas este año, que considera uno de los más nefastos para la profesión.

En unas declaraciones de un representante de Reporteros sin Fronteras publicadas en el portal de Cambio 16, la ONG señala que “la libertad de prensa está en peligro, además de los casi 400 detenidos, en el mundo hay 54 periodistas secuestrados y 4 condenados a muerte en 2020.

Entre febrero y noviembre, según RSF, se produjeron 300 incidentes relacionados con la cobertura periodística de la crisis de salud originada por el COVID-19, que afectaron a 450 periodistas.

El régimen chino además de controlar la información ha realizado varias detenciones entre la gente de prensa, al igual que lo ha hecho el gobierno de Bielorusia. Sin lugar a dudas estamos viviendo unos años peligrosos para el periodismo y la libertad de expresión.

Reinventarse para proseguir

Pero no todo ha sido oscuro en este 2020. La tecnología también nos ha permitido encontrarnos sin correr riesgos. Ahora hablamos de un nuevo cambio en nuestros hábitos de trabajo y de vida.

Las pantallas han ganado adeptos, seguimos repensando y reestructurando hábitos de trabajo.

La moda ya no necesita grandes espacios para conocer sus propuestas, los artistas también nos invitan a conocer sus obras a través de las pantallas. Los chefs cocinan y nos envían sus recetas a las casas.

La ciencia y la investigación recobran su importancia en la sociedad. El trabajo en equipo resulta más efectivo.

Tiempos de retos, incertidumbre y de acción, sin que eso implique sacrificar la libertad ni la ética.

Miembro de Expresión Libre

 

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