José de la Cruz García Mora archivos - Emisora Costa del Sol 93.1 FM

No sólo Umberto Eco. Diversas personas ponderan y/o cuestionan el impacto de las redes sociales —por uso o por abuso— en los procesos de interacción comunicacional. El personaje italiano goza de prestigio y reconocimiento en la comunidad académica o intelectual. Opiniones de esa entidad generan debate en los círculos de discusión. El autor utiliza una alegoría contundente: “la invasión de los idiotas”, para referirse a la forma impune o irresponsable como el gran público suele despachar opiniones a través de las redes sociales. Todo se puede decir cuando el usuario se escuda tras el anonimato del teclado y la comodidad de la butaca. “El drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”. Así se expresa el escritor en entrevista concedida meses antes de su fallecimiento en 2016. Han pasados varios años desde entonces. Curiosamente, la “legión de necios” o “imbéciles”, como él mismo califica al usuario promedio de internet, todavía no lo han linchado en las redes sociales. ¿Es por ignorancia supina, indiferencia, omisión o escaso alcance de sus palabras? El derecho a opinar no es privilegio de las élites. Esa no pareciera ser la intención de Eco. Pero no está demás la aclaratoria. Todo mundo aspira a alcanzar mejores oportunidades para divulgar sus puntos de vista. Ojalá y fueran propios los argumentos. La libertad de pensamiento, de hecho, se valora como bien supremo de la humanidad. El uso de las redes sociales se ha masificado ciertamente en las últimas décadas. Pero… ¿acaso el volumen de interacciones virtuales refleja la práctica real de la democracia y la libertad? ¿Estas cuestiones representan la autonomía, responsabilidad, raciocinio y ética en el manejo de contenidos digitales? Waldemar di Gregory, reconocido sociólogo brasileño, en algún taller sobre el cerebro triuno —en el cual se encuentra presente el suscrito— llega a definir internet como “el gran basurero de la historia”. Se refiere a la dudosa calidad de los contenidos hechos “virales” a través de las redes sociales. “Es como buscar una aguja en el pajar”, complementaría algún filósofo de la calle. La banalidad se ha instalado con absoluta impunidad en todas las pantallas digitales. Es la queja permanente de quienes dicen preocuparse por el desarrollo del pensamiento creativo, el análisis crítico o la reflexión mesurada. Pero, al mismo tiempo, es el plato predilecto de quienes se afanan por el consumo del morbo, la insignificancia y demás vacuidades. El flujo de nimiedades sigue incrementándose en las redes sociales. A la vista no pareciera existir ningún muro de contención. Es como un río crecido: el volumen de la escorrentía aumenta con la intensidad y duración de la lluvia. La crecida deja un panorama de devastación a su paso. Pero… ¿Quién determina cuáles son los parámetros para valorar lo bueno y lo malo en las redes sociales? Nadie es dueño de la verdad absoluta. Las redes sociales tienen ventajas y defectos. No son buenas ni malas. Todo depende del propósito de quien las usa o las manipula. Pero, en el fondo, son el reflejo del estado de conciencia de la sociedad. Las barreras las pone la moralidad del usuario. Por el grifo sale agua clara cuando las fuentes de abastecimiento garantizan la potabilidad del líquido. En caso contrario, fluye otra cosa. josegarmo@yahoo.com

José de la Cruz García Mora

José de la Cruz García Mora: Las redes sociales

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