Mar de Fondo.
Venezuela, bajo el régimen narcoterrorista de Nicolás Maduro, atraviesa una de las crisis económicas y sociales más devastadoras de su historia.
Millones de familias sobreviven con salarios que no alcanzan ni para un kilo de harina, mientras los precios aumentan cada día como una burla cruel al poder adquisitivo del pueblo.
La inflación interanual supera ya el 200 %, y en los primeros cuatro meses del año los precios de los alimentos acumularon un alza del 100 %.
Al mismo tiempo, el bolívar continúa devaluándose frente al dólar, lo que acelera la pérdida de poder de compra de quienes perciben ingresos en moneda nacional.
El costo de la canasta alimentaria familiar (para una familia de cinco personas) alcanzó en abril de 2025 los 503,73 dólares, equivalentes a más de 50.000 bolívares. Para junio de 2025, esta cifra superó los 550,39 dólares.
En contraste, el salario mínimo integral (bolívares más bonos) apenas ronda los 50 dólares mensuales, mientras que las pensiones se ubican en 130 bolívares, es decir, menos de un dólar al mes, un monto insignificante frente a las necesidades básicas de alimentación.
En cuanto a pobreza, más de 20 millones de venezolanos —de una población de aproximadamente 28,8 millones— viven en situación de pobreza multidimensional.
Estos datos reflejan una realidad en la que la mayoría del país no tiene acceso a una vida digna, mientras la economía formal se desmorona.
La corrupción del régimen, el saqueo de los recursos y la persecución contra quienes levantamos la voz han sumido al país en una mezcla de hambre, terrorismo de Estado y silencio forzado.
Venezuela, la tierra que alguna vez fue próspera y solidaria, hoy está reducida a colas interminables, apagones y la humillación cotidiana de mendigar lo que por derecho corresponde.
Sin embargo, en medio de la oscuridad, persiste una fuerza indomable: la esperanza de un pueblo que se niega a rendirse.
Esa llama sigue viva en cada venezolano, en cada oración y en cada mirada que sueña con volver a vivir en libertad.

