Mar de Fondo.
En Venezuela, el régimen narcoterrorista de Nicolás Maduro ha decidido enfrentar no solo a la oposición política, sino también a la voz moral de un pueblo que clama libertad como es la Iglesia católica.
El cardenal Baltazar Porras ha sido objeto de acoso, amenazas y humillaciones, mientras sacerdotes de parroquia y comunidades enteras sufren la persecución de bandas armadas que actúan con la venia del régimen.
Las iglesias, templos de paz y refugio espiritual, han sido convertidas en blanco de agresiones, pintas intimidatorias, cortes eléctricos y hostigamientos planificados.
Quieren silenciar a quienes, desde el altar, denuncian la injusticia y acompañan al pueblo en su sufrimiento.
El chavismo sabe que la palabra de la Iglesia cala profundo en los corazones, porque nace de la verdad y del dolor compartido.
Por eso intenta quebrarla, pero en su torpeza solo confirma su miedo.
Ni las amenazas, ni los abusos, ni los militares apostados a las puertas de los templos lograrán apagar la luz de la fe que guía a millones de venezolanos.
La arremetida contra el cardenal Porras y los sacerdotes no es un ataque aislado, es la prueba de que el régimen teme a la conciencia de un pueblo que no se rinde.
Y es también la certeza de que, cuando la dictadura cae tan bajo como para perseguir a la Iglesia, es porque su final está cada vez más cerca.

