Amigos lectores:
I. El propósito de organizar un homenaje a María Fernanda Palacios lo llevo conmigo desde hace años. En los últimos tiempos lo he coversado, en más de una ocasión, con María Pilar Puig Mares. Hasta que hace algunos meses me dijo: es el momento, María Fernanda cumple 80 años el 26 de octubre.
II. Además de su notable obra como poeta y ensayista -que merecería otro dossier-, María Fernanda Palacios (1945) es una marca pedagógica única, referencia unánime y constante, voz sensible e inolvidable para varias generaciones de estudiantes de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. A lo largo de las décadas, en innumerables ocasiones, he escuchado cómo su nombre era pronunciado con admiración y afecto: guía esencial, maestra decisiva en la aproximación a la literatura, profesora capaz de crear una entidad comprensible del hecho literario: de ciertos autores, de ciertos libros, de ciertas escenas. Del viaje que va del panorama al instante, en una clase.
III. De lo tantísimo que me han contado, he concluido que hay algo en ella que es clarificador e incitador, revelador y apasionante a un mismo tiempo. Generosa y tenaz, profundamente generosa en su afán pedagógico, año tras otro, curso a curso, autor tras autor. Profesora que ha creado un lugar propio en la gratitud de quienes han tenido el privilegio de haber sido sus alumnos. Muy probablemente Palacios es una encarnación de aquello que George Steiner anhelaba del hecho pedagógico: que dispusiera la conexión del alumno con el aura de lo sobresaliente.
IV. Así, María Pilar Puig Mares armó un homenaje, en el que hubiesen podido participar muchísimos más, de contar con espacio para ello. Escriben: Isabel Palacios -su hermanaja-, Érika Roosen, Carmen Teresa Soutiño, Rafael Castillo Zapata, Irma Chumaceiro, Juan Pablo Gómez Cova, Alejandro Sebastiani Verlezza, Diego Arroyo Gil, Francisco Pancho Salazar, María Teresa Martí, Eduardo Elechiguerra, Ricardo Ramírez Requena y María Pilar Puig. Textos en los que predominan la gratitud y vivos recuerdos.
V. Copio dos párrafos del precioso testimonio (Jugar con mi hermanaja) que nos obsequia Isabel Palacios sobre María Fernanda Palacios, su hermana mayor:
“las muñecas tenían nombres de actrices de cine o de bailarines rusos que para mí eran absolutamente familiares gracias a ella y los argumentos de los juegos estaban conectados con los Tres Mosqueteros, Los Reyes Malditos, El Corsario Negro, Sandokán, Rebeca, Mujercitas o cuanto libro ella estuviese leyendo en ese momento. Nada de reinas malucas, princesitas sufridas y príncipes pedantes (y yo de safrisca, porque ni sabía quiénes eran, seguía la corriente y luego averiguaba).
Nos encantaba disfrazarnos, y recuerdo, en la casa de Macuto, nuestro maravilloso juego de Dioses del Olimpo con nuestros primos de Las Casas: Herman era Zeus, La bella María era Venus, Mafer, por supuesto, era Palas Atenea, y yo Hermes -porque era la única que podía bajar al reino de los mortales (que era la cocina) a buscar Coca-Cola”.
El homenaje se despliega de las páginas 1 a la 7.
VI. Coincidencia: también Miguel Otero Silva (1908-1985) nació un 26 de octubre. Fue narrador, poeta, ensayista, biógrafo, dramaturgo, humorista, periodista, Individuo de Número de la Academia de la Lengua y una presencia ineludible en el espacio político, cultural, institucional y de los medios de comunicación en Venezuela. Premio Nacional de Literatura (1955), Premio Nacional de Periodismo (1958), Premio Lenin de la Paz (1980).
VII. He ordenado cronológicamente las entrevistas que Miguel Otero Silva hizo a tres venezolanos capitulares del siglo XX:
a Rómulo Gallegos en 1943 -entrevista en la que Guillermo Meneses hizo algunas preguntas-, cuando El Nacional tenía tres meses circulando (faltaban cinco años para que Gallegos alcanzara la presidencia en 1948);
a Rómulo Betancourt en 1963, todavía presidente en ejercicio;
a Raúl Leoni en 1969, el día anterior al final de su mandato, cuando se disponía a entregar la presidencia de la República a Rafael Caldera, candidato del partido rival.
Huelga decirlo: cada una es un valioso documento en sus dos vertientes: hablan del hombre que hacía preguntas y escribía comentarios, y de quienes responden a sus interrogantes. Vienen, consecutivas, en las páginas 8 a la 13.
VIII. En septiembre de 1995, Miguel Henrique Otero me propuso dirigir el Papel Literario. No sé si entonces logré disimular la mezcla de miedo y regocijo que me causó el ofrecimiento. Miedo ante el justificado prestigio que el suplemento había acumulado por más de medio siglo. Regocijo por la oportunidad que ponía en mis manos. Calmadas las aguas, di mi primer paso: llamé a la entonces periodista Carolina Guerrero para que me ayudara (con su gusto por las ideas y su refinado sentido del humor, más adelante y hasta hoy, Guerrero desarrollaría una rica vida académica en la Universidad Simón Bolívar, en el ámbito de las ciencias políticas). Acordé con Otero que, al regresar de un viaje que ya tenía pautado, daría inicio a mi tarea.
IX. El avión en que regresaba de París traía de vuelta a decenas de niños del sistema de orquestas. 21 de octubre de 1995. Al salir del avión estaba parado allí, solemne, austero e insólito, José Antonio Abreu, de rigurosa corbata negra. Había ido al aeropuerto a recibir a los pequeños músicos. Me ve, extiende sus brazos y me dice sin preámbulo: esta mañana hemos perdido a José Ignacio Cabrujas (otra coincidencia: es su viuda, Isabel Palacios, la autora del texto desplegado en las páginas 1 y 2 de esta edición).
X. Cuento esto porque la primera edición del Papel Literario bajo mi responsabilidad fue realizada bajo el agobio de lo urgente. Así, el 29 de octubre de 1995, con las colaboraciones de Elisa Lerner, Teodoro Petkoff, Julio César Mármol, María Cristina Lozada, Mauro Parra, Alberto Barrera Tyszka, Colette Capriles, Paula Vásquez Lezama, Tulio Hernández, Carolina Guerrero, Sergio Dahbar y Argenis Martínez, circulamos con una entrega que tenía el nombre de Cabrujas de cuerpo entero, homenaje al maestro recién fallecido.
XI. A lo largo de estos 30 años he tenido como colaboradores a personas de talento y buenos oficios, por las que guardo gratitud. En una primera etapa, de octubre de 1995 a febrero de 2018, me acompañaron, en sucesivos períodos, Carolina Guerrero, Albor Rodríguez, Ana María Carrano, Maruja Dagnino, Sara Maneiro, Francismar Ramírez, Beatriz Castro Cortiñas, Karina Sáinz Borgo, Diajanida Hernández, Virginia Riquelme, Érika Roosen, Luisa Pescoso, Lucía Jiménez y Graciela Yáñez Vicentini.
XII. Llegado aquí, quiero hablar brevemente de Sara Maneiro, con quien tengo una especial deuda profesional y moral. Durante el período en que fue parte del Papel -más de dos años, según creo-, estaba desbordado de trabajo (me refiero al trabajo remunerado). Sara garantizó la pertinencia del suplemento, al tiempo que produjo numerosas ediciones enfocadas en las artes visuales, realmente notables. Ediciones en las que impera el espíritu Maneiro: tomó el timón e hizo la tarea con impecables resultados.
XIII. Con la aparición del PDF, en marzo de 2019, arrancó la etapa en curso, etapa en la que el apoyo de Banesco ha sido fundamental. Desde la primera edición, Víctor Hugo Rodríguez ha estado a cargo del diseño gráfico. Isaac González Mendoza de la gestión de la web. Rebeca Martínez García fue nuestra editora/correctora durante casi dos años. A continuación, le entregó el testigo a Luis Mancipe León, quien ha permanecido ahora.
Añado: desde hace no menos de 25 años, Lizbeth Pacheco se ha ocupado de los asuntos administrativos, del ir y venir de libros y textos, transcribir materiales, localizar a escritores y artistas con los que necesitaba comunicarme. Una profesional de la lealtad y las buenas diligencias.
XIV. ¿Puedo dejar de mencionar aquí a los colaboradores? No.
¿A los lectores? No.
¿A diseñadores, fotógrafos, ilustradores y otros profesionales que han aportado sus oficios y buena voluntad? Tampoco.
A todos debo también palabras de gratitud.
Porque si se piensa con espíritu poroso, como tantas otras cosas de la vida en común, se concluye que el Papel Literario ha sido y es un cuerpo de interacciones, organismo vivo que, en la última década, se ha expandido notablemente hacia decenas de países.
En cuatro palabras: Papel Literario, un gentío.
Nelson Rivera.

