El dictador venezolano ha ido a Moscú por invitación del carnicero Vladimir Putin, a fin de asistir, hacer comparsa, a las festividades de celebración de la victoria rusa contra Alemania en la segunda guerra mundial. Esta celebración es totalmente ilegítima por parte de Putin, puesto que durante la segunda guerra mundial Rusia fue la víctima de la agresión nazi y defendió su suelo patriótico. Hoy, Putin es el agresor contra Ucrania y trata de anexarse territorios que no le pertenecen y cuyos habitantes no desean ser parte de su sistema tiránico.
Esta invitación le ha servido a Maduro, en realidad, para llevar a cabo dos tareas que para el son muy importantes: un tratar de obtener de Rusia ayuda tangible para su régimen que se desmorona y, si ello no es posible, arreglar su asilo y protección con Rusia, para hacerle compañía a Asaad, el tirano de Siria, quien hoy se encuentra refugiado bajo el ala de Putin, después de haber huido como un cobarde de su país ante el empuje de apenas un puñado de rebeldes.
Maduro llegó a Moscú y dijo: “Este es el mejor momento de los 80 años de nuestras relaciones diplomáticas para dar un salto, tomar un impulso nuevo para una asociación integral de cooperación en todos los ámbitos”. Estas fueron palabras sin contenido realista puesto que la ocasión de esta visita de Maduro a Moscú no puede ser menos propicia. Llega en un momento en el cual el dictador venezolano no puede ofrecer mucho a Putin porque se encuentra en una posición de extrema debilidad política, social y económica. En lo político enfrenta una fractura significativa que lo mantiene sobresaltado a diario porque no sabe de dónde le vendrá un golpe, en lo social se ve rodeado de una población que lo rechaza y lo desprecia, por haberla llevado a la situación de colapso total. En lo económico se ve sin recursos, debido a la salida del país de Chevron, su amiga del alma y sabe que PDVSA no puede operar debido a la carencia casi total de gerencia, equipos y capital de trabajo. La industria petrolera venezolana ha pasado a ser una mano de obra semi clandestina y la venta del petróleo venezolano se ha convertido en una operación furtiva, entre gallos y medianoche, llevada a cabo por piratas de alta mar, con ventas del poco petróleo producido a apreciables descuentos, debido a la presión ejercida por los Estados Unidos.
Este entorno no es propicio para dar salto alguno que no sea el salto del tordito, expresión que usaban en Los Teques de mi adolescencia para hablar del paso al otro mundo. Maduro ha ido a Moscú a buscar alguna tabla de salvación, pero no es mucho lo que lleva de regreso a Miraflores.
¿Qué ha logrado Maduro de Putin?
Veamos:
La declaración final dice: “Las partes – Rusia y Venezuela – promoverán el desarrollo equilibrado y estable a largo plazo de los mercados energéticos mundiales sin recurrir a instrumentos de competencia desleal”.
Esta declaración no tiene ningún significado práctico puesto que Venezuela ya no es un actor de importancia alguna en el mercado petrolero mundial. Su participación en la OPEP ha quedado reducida a la mera presencia del ministro de turno, algún militar, visto con sonrisitas de burla por el resto de los miembros de la organización, debido a su ignorancia del tema. Por su parte Rusia no es precisamente un modelo de equilibrio en el mercado internacional, ya que su urgencia fundamental es vender todo el petróleo que pueda, aun cuando sea a menores precios, todo ello debido a su necesidad de financiar la desastrosa invasión a Ucrania. Esta declaración es puro gamelote.
Un segundo acuerdo es el de cooperar en la exploración y desarrollo de nuevos yacimientos de petróleo y gas en sus empresas conjuntas, así como ampliar las operaciones de comercio de petróleo. Este acuerdo, al igual que el primero, carece totalmente de contenido, puesto que PDVSA ya no está en capacidad de llevar a cabo operaciones de exploración o desarrollo de nuevos yacimientos de petróleo. Como hemos dicho, PDVSA es hoy un bagazo, cuidado de gerencia, de tecnología, de equipos bien mantenidos, de dinero y de prestigio. En mejores tiempos Rusia entró a Venezuela con varias de sus empresas y fracasó rotundamente. Hoy, en la situación de ruina actual existente en el país ninguna empresa rusa podría llegar a Venezuela a hacer algo útil, sobre todo a corto plazo. Y el corto plazo es lo único que le queda Maduro, quien no tiene posibilidad alguna de sobrevivir políticamente por mucho más tiempo que algunos meses más.
El tercer punto del convenio habla de la intención de cooperar en transporte, minería, fármacos y comunicaciones. Todos conocemos el valor real de estas declaraciones de intención en estos documentos diplomáticos. En el mejor de los casos se concretan a largo plazo. En el caso ruso-venezolano la probabilidad más alta es que nunca pasan de ser simples intenciones, dada la difícil situación política que existe en ambos países.
En otro aparte del convenio ambos países convienen en impulsar iniciativas para el uso pacífico del espacio exterior, incluyendo el establecimiento de una estación terrestre rusa de navegación satelital. Esto no merece comentarios.
Finalmente, ambas partes han convenido en promover una infraestructura financiera ruso-venezolana independiente. De nuevo, es difícil saber que puede aportar a Maduro a esta infraestructura, habida cuenta de que sus fuentes de ingreso están restringidas a los sectores de la economía ilegal, el narcotráfico y la extracción pirata de minerales en el sur del Orinoco. Rusia, por su parte, no está en condiciones de estar prestando dinero, debido a los gastos militares que debe enfrentar.
Maduro se regocija diciendo que la relación bilateral ruso-venezolana florece y menciona los lazos entre los dos países, mencionando de manera cursi e inevitable el pensamiento de Simón Bolívar y del fallecido dictador de Venezuela, Hugo Chávez.
El segundo objetivo puede que haya sido el más importante para Maduro en su visita a Moscú, como preparar su aterrizaje futuro en Rusia, junto con los millones de dólares que ya se ha robado y con los que pueda robarse de ahora en adelante. Allí debe haber hablado con Erdogan, quien parece ser uno de sus testaferros internacionales, y cuyo país, Turquía, seguramente preferirá Maduro a la gris y fría Rusia, cuando salga corriendo de Venezuela, si es que lo dejará salir.
Debe apurarse Maduro, porque algo se le viene encima pronto.
Y Gustavo Petro en Beijin
Algunos conceptos válidos, ocultos entre una hojarasca verbal altisonante.
América Latina ha sido pródiga en líderes dotados de una cultura de crucigrama, más discípulos de Cantinflas que de Churchill. Estos líderes asisten a reuniones internacionales a dar discursos en los cuales desean sonar como estadistas de rango universal y terminan ahuyentando la audiencia por su excesiva carga de cursilería. Es una lástima que estos nuevos ricos de la palabra no practican la sencillez, la más elegante de las dotes del orador. Para tener impacto deben olvidar las palabras altisonantes y los intentos de frases grandilocuentes. Recordamos ejemplos de la ridiculez en acción, como algunas de las intervenciones de Hugo Chávez, indigesto lector, en las Naciones Unidas, en las cuales aprovechaba la audiencia cautiva para ir a disertar sobre temas que superaban su limitado entendimiento ya regañar a los países que no compartían su alocada ideología.
En Beijín Gustavo Petro dio un discurso en el cual expuso algunos conceptos válidos, como el de la necesidad de entendimiento entre naciones y de los esfuerzos por preservar el ambiente, pero los vistió con una pomposidad verbal que los hizo perder el impacto deseado.
Al hablar de las ideas de Samuel Huntington sobre el conflicto entre civilizaciones y el entendimiento entre civilizaciones que el preferiría, lo explicó así: Pareciera que el mundo de hoy, la tensión política de hoy girara alrededor de estas dos tesis: si nos matamos entre sí como humanidad a partir de nuestras propias diferencias, diversidad que es esencial al ser humano, o si nos encontramos entre culturas diversas para construir un concepto que, de la antropología, de la historia, se vuelve político, un sujeto político, la humanidad.
Al abogar por el uso de energías limpias y por más cooperación entre naciones latinoamericanas descubrió el agua tibia: La energía limpia, indudablemente, cruzaría las yeguas enriqueciéndonos a todos, porque la vida enriquecería.
Otras suenan inconexas : Las redes férreas, de las cuales América Latina podría ser la base para una conexión interoceánica múltiple en la medida en que el canal de Panamá muere y mueren, por tanto, las codiciadas.
Y aquí hace un “descubrimiento”: “Que la fibra óptica, y quiero aquí subrayarlo, porque la fibra óptica como infraestructura física va por debajo del mar, por la tierra”.
Tantas oportunidades perdidas en nuestra región porque los líderes insisten en redescubrir la rueda y jugar a ser estadistas, en lugar de hablar con claridad y sencillez.
Dos gigantes del poder blando
Joseph Nye y William Luers.
Durante esta semana hemos perdido a dos gigantes, promotores de lo que en geopolítica se ha denominado el Poder Blando. Han fallecido Joseph Nye, quien fue el creador del nombre, aunque el concepto – como el mismo lo decía – es antiguo y William Luers, ilustre embajador y extraordinario promotor de las artes.
Tuve la suerte de conocerlos, primero a William (Bill) Luers, cuando fue embajador de Estados Unidos en Caracas, entre 1978 y 1982, y luego a Joseph Nye, con quien pude compartir sesiones de trabajo y conversaciones sobre variados temas cuando estuve en Harvard, 1981-1983, como “Fellow” en el Centro de Estudios Internacionales, un centro de luminarias como Nye, Raymond Vernon, Robert Putnam y el gran Samuel Huntington.
Bill Luers y su esposa Wendy eran probablemente los embajadores más populares en la Caracas de la época. Estaban en todas las reuniones sociales y ofrecían frecuentemente reuniones sociales en su sede de la embajada. En el sector petrolero, eran los primeros años de PDVSA, Luers era una figura respetada y era visto como un aliado poderoso. El momento cumbre de su carrera no fue en Venezuela sino inmediatamente después, como embajador en Checoeslovaquia, de 1983 a 1986. Durante esos años Luers estableció una estrecha relación con Vaclav Havel, el poeta que representaba en ese país la oposición al estado comunista. En un bello obituario del NYT el pasado martes, se describe en detalle cómo Luers se convirtió en el gran protector de Havel, construyendo a su alrededor una muralla de notables, entre quienes figuraban Kurt Vonnegut, William Styron y Katherine Graham, quienes le dieron a Havel una relevancia mundial que lo salvó de la persecución del estado opresor. Esta protectora laboral de Luers le permitió a Havel seguir actuando a favor de cambios políticos en su país, llevándolo en 1990 a la presidencia.
Al retirarse de la vida diplomática Bill Luers se convirtió en una personalidad del campo de las artes, al ser designado presidente del Museo de Arte Metropolitano, en Nueva York, cargo en el cual estuvo por 12 años. Luers se mantuvo muy activo escribiendo sobre temas geopolíticos, incluyendo el tema de como USA podía influir en el escenario mundial en base al ejercicio en gran escala de la actividad filantrópica y artística. Nunca olvidaremos la bonhomía de Luers y el encanto de su esposa Wendy, quienes poseían el maravilloso don de hacerse parte íntima de la cultura del país donde estaban.
Conocí a Joseph Nye al llegar a Harvard en 1981, cuando era un profesor relativamente joven de 44 años. Aunque todavía no había escrito sus libros definiendo en detalle el tema de Poder Blando, “Bound to Lead” y “Soft Power”, publicados en 1990 y 2004, ya en la década de 1980 había comenzado a utilizar el nombre en su actividad universitaria y en artículos académicos. Aunque mi contacto primordial en Harvard fue con Raymond Vernon, dado que mi interés fundamental era el estudio de las empresas petroleras estatales, el cual Vernon había estudiado extensamente, pude reunirme con Nye con cierta frecuencia y llegué a admirarlo por sus enfoques originales sobre los más diversos temas.
El Poder Blando es un concepto con el cual me identifica plenamente. En el plano personal, por supuesto, hay un poder blando, el cual consiste en establecer amistades y relaciones con otras personas en base a la cordialidad, la solidaridad y la compasión. En el plano geopolítico, el poder blando se basa en la aproximación a otros países a través de la cultura, de las artes, de la filantropía y el sincero interés por sus asuntos. En este campo pueden incluirse, por ejemplo, las exposiciones de artistas del país en otros países, en la visita de orquestas sinfónicas o de grupos artísticos diversos, el apoyo a organizaciones comunitarias, la ayuda a las tareas de la educación y la salud, la cooperación a nivel de las universidades, toda una gama de actividades que demuestren al país que las recibe la sincera intención del país que las ofrece de ser amigos.
Ese concepto eminentemente humanístico que usualmente se aplica a nivel personal es susceptible de convertirse, en gran escala, en una estrategia orientada a influenciar la vida política de otros países, estableciendo las semillas de buena voluntad entre las naciones. China ha estado utilizando esta estrategia en América Latina y sobre todo, en África, con extraordinario éxito.
Joseph Nye se convirtió en un gran campeón de este concepto e influyo por años en la conducta de los Estados Unidos en este sentido, sobre todo durante los gobiernos demócratas. Hoy, lamentablemente, prevalece en el gobierno de Estados Unidos una intención de aislarse, de antagonizar aliados, de engrandecerse territorialmente a la costa de los vecinos y de ridiculizar a líderes y culturas que no se alineen con su ideología. La fuerza bruta y la extorsión han reemplazado el poder blando. La muerte de Joseph Nye viene a ser un lamentable símbolo de este colapso de la solidaridad de Estados Unidos con la comunidad de naciones.
Como descubrí el tesoro de la música clásica
Una pequeña claraboya me dio la entrada a toda una vida de deleite
Hasta que cumpli cinco años debí irme a la cama muy temprano, sin lograr dormirme hasta mucho después. Pasaba las horas escuchando, por una pequeña claraboya en la pared de mi cuarto, la vida que se desarrollaba en la casa del lado. Un miembro de esa familia era aficionado a lo que después yo conocería como música clásica y ponía en su fonógrafo, una y otra vez, una melodía que se me hizo muy familiar. Tiempo después, sabría que era un trozo del Ballet “La Bella Durmiente” de Tchaikovsky. La continua repetición de ese trozo me llevo a disfrutarlo y conocerlo íntimamente. Y es que la clave de apreciar y disfrutar la música clásica radica en llegar a conocerla íntimamente, tal como se llega a conocer a un amigo o como nos sucede con una canción popular.
Ese trozo musical de Tchaikovsky se me hizo tan reconfortante que, mientras crecía, comencé a familiarizarme con la obra completa del compositor. Mi amor por la música clásica comenzó por Tchaikovsky y creo que ello debe ser igual para legiones de melómanos. Esto es así porque ese compositor tenía, en grado superlativo, el don de la melodía. Se apoyaba en el folclore musical ruso y en su maravilloso oído para producir innumerables temas de inigualable belleza. Así comencé a escuchar sus sinfonías hasta que las escuché a todas, desde la primera, llamada “Sueños de Invierno” hasta la sexta u última sinfonía que compuso, la llamada “Patética”. Todas sus sinfonías son espectaculares y contienen temas inolvidables. Durante mi niñez y adolescencia me fui enamorando de cada una de ellas, como también me sucedió con las 15 hermanas Rodríguez, que eran vecinas mías en Los Teques, de quienes me iba enamorando en orden cronológico.
El amor por la música clásica no es diferente al amor por la música llamada popular, la cual también puede ser clásica, cuando es tan buena que merece ser objeto de imitación. La puerta de entrada a amarla es la melodía. Luego, a medida que uno va adquiriendo el gusto por ella va advirtiendo matices en la composición que no son estrictamente melódicos y que comienzan a interesarnos. Por ello, después de ahondar en la apreciación de la melodía escuchando a los rusos, maestros en eso, fuese el incomparable Rachmaninov, Borodin, Rimsky Korsakov o Prokofiev y otros eslavos como Smetana, el grandioso Dvorak, Kachaturian y Shostakovich, pasé a apreciar a los grandes románticos germanos como Brahms, Schumann y el majestuoso Richard Wagner y sus oberturas, las cuales eran plato dominical. constante en los conciertos gratis o de entrada muy barata de la Sinfónica Venezuela en el Teatro Municipal o, después, en el aula magna de la UCV. En paralelo, me fui encontrando con los tesoros franceses, la inimitable elegancia de Debussy, Ravel, Bizet, Poulenc y Satie.
De los románticos europeos y nacionalistas rusos salté a los compositores venezolanos, quienes cultivaban el nacionalismo musical de forma similar a lo que hicieron los rusos del siglo XIX. Los hermanos Castellanos, Sojo, Inocente Carreño, Estévez, el grandioso Antonio Lauro, Rodrigo Riera, casi todos apegados a los temas populares venezolanos, con algunas excepciones como la del mismo Estévez en su Concierto para Orquesta, Carlos Figueredo y el Juan Bautista Plaza de sus minas. Mi estadía en los Estados Unidos, estudiando geología, me llevo a disfrutar de George Gershwin, Aaron Copland, de los conciertos para piano del alumno de Teresa Carreño, Edward McDowell y de las sinfonías de Howard Hanson.
Al pasar el tiempo me especialicé en “descubrir” nuevos compositores. Fueron apareciendo Ernest Bloch, Glazunov, el melodioso Gliere, Kalinikov. Todavía “descubro” a alguien nuevo para mí, que me abre un nuevo cofre lleno de tesoros.
Mi estadía en USA como estudiante me llevó a descubrir la magia de la comedia musical, con música inolvidable: Oklahoma, South Pacific, Carrusel, Kiss me Kate y, luego, la larga cadena de éxitos como El Fantasma de la Opera y CATS.
No podría precisar cuando me aficioné a la música de películas porque allí hay una mina riquísima de melodías inolvidables. Por ejemplo, el tema de amor de “El Ladrón de Bagdad” o la partitura de la película “The Big Country” o “Shane”. En este campo nada puede compararse con los compositores judíos, en especial, Miklos Rosza y el gigante Ernest Korngold, en especial sus partituras para “El Halcón de los Mares”, “Servidumbre Humana”, “Another Dawn”, “Kings Row” e “Isabel y Essex”, aunque todas – absolutamente todas – son extraordinarias. En Korngold se combina la excelencia en las; partituras de Hollywood con una carrera de niño y joven prodigio de música la clásica en su nativa Viena. En realidad, Korngold utiliza gran parte de su música clásica en la elaboración de sus partituras para Hollywood y el resultado es de extraordinaria calidad.
Cuando uno se hace adicto a la música clásica comienza entonces a ahondar no solo en la música como tal, sino que la acompaña con el estudio de las circunstancias y estado de ánimo de los compositores al escribir esas obras, una tarea que abre una nueva vía para el placer intelectual.
Sinfonía 3 Johannes Brahms
Es difícil elegir una de las cuatro sinfonías de este compositor. Todas son obras maestras. Esta es mi preferida, al menos por un tiempo. Dentro de un mes quizás sea el número 2.
Esta sinfonía tiene una textura majestuosa, de principio a fin y el tercer movimiento, en el minuto 18.05, presenta uno de los más bellos temas de la literatura musical. Según Dvorak esta sinfonía sobrepasa las dos anteriores en belleza.
El manuscrito de esta sinfonía se encuentra en la Biblioteca del Congreso, en Washington DC.
Diario De Viernes 16-5-2025, Gustavo Coronel.