Luis Ugalde: Los pueblos no se suicidan

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Hitler derrotado se suicidó en su bunker de Berlín cuando ya los vencedores llegaban a la capital alemana y llamó a sus colaboradores a destruir todo en su retirada y suicidarse con él. Pero el pueblo no lo siguió, sino que buscó nueva vida y reconstrucción. A veces los pueblos se hacen ilusiones, pierden la cabeza con demagogos iluminados y cometen locuras, pero al final no se suicidan. Cuando los dictadores fracasan llegan a lanzarse al precipicio, pero el pueblo no los acompaña. Cayeron la locura nazi y las opresoras “dictaduras del proletariado” en Rusia, Polonia, Hungría… pero los pueblos renacieron de sus ruinas. Los nuevos gobernantes tienen éxito en la medida en que acompañan a la población y dirigen su esperanzada movilización concentrada en la reconstrucción.

En esta etapa final de la aventura “revolucionaria” venezolana, la gente no está decidida a suicidarse, sino a renacer desde su frustración y pobreza buscando un gobierno con menos retórica altisonante y falsa, y con más hechos que elevan el poder adquisitivo de sus salarios e ingresos, con libertad democrática.

Para concentrarnos en este renacer deseado es necesario que el CNE reconozca el triunfo electoral indiscutible de Edmundo González Urrutia, que el TSJ corrija su falsedad sobre el resultado electoral y que Edmundo se juramente el próximo 10 de enero. Todo esto requiere negociación basada en la verdad.

La nueva unidad nacional tiene que atraer una inversión de miles de millones de dólares para lograr de manera sostenida la transformación productiva del país y de cada venezolano, el combate efectivo contra la corrupción y el rescate del Estado con eficientes servicios públicos de salud, educación, seguridad social, transporte, agua, electricidad, gas e Internet… Todo ello con un renacer de la sociedad civil, consciente de que lo público será vida en la medida en que tengamos conciencia de que no es renta, ni dádiva, ni lotería, sino producto de nuestra responsabilidad y trabajo que transforma la actual pobreza en riqueza. Entre la indigencia y el bienestar media la creación productiva de nosotros, de todos los venezolanos.

Venezuela tiene recursos naturales y algunas posibilidades poco exploradas como el turismo, pero solo se convierte en realidad con el trabajo y la creatividad, con un fuerte renacer empresarial.

Alianza entre educación y productividad en toda la población. Renaceremos con una nueva cultura basada en la alianza formidable entre la educación de calidad y la elevación de la productividad de cada venezolano. Me dirán que esto es un sueño irreal y que así no somos los venezolanos. No somos, ni seremos si seguimos creyendo que Venezuela es el país más rico del mundo gracias a sus recursos naturales. Pero convencidos de que estamos en pobreza y que nuestra formación y productividad es la vía para salir de ella, revertiremos la actual derrota nacional. Hay que dar por terminado este medio siglo largo en el que la ilusión de riqueza abundante terminó en tragedia nacional con al menos ocho millones de venezolanos buscando por el mundo la vida que aquí se les niega, y muchos más millones sufriendo las penurias del fracaso nacional.

Hay varias tentaciones en esta inevitable transición, como es echar la culpa al imperio pues el régimen lo hace todo bien, pero los matones internacionales le impiden progresar. O aferrarnos al cadáver pues el difunto es nuestro y prolongar el luto del novenario, empeñados en que salga del sepulcro. Tentación inútil y muy negativa es también seguir aferrados a la “revolución” que, perdida la popularidad, trata de defenderse con represión y miedo; y no menos estéril pensar que Venezuela sobrevivirá con una pequeña minoría (10 %) exitosa en un país fracasado con un 90% que sobrevive malamente.

No nos queda más camino que transformar nuestra sociedad civil con educación para ser productores, rescatar el Estado de derecho y de confianza para lograr una abundante inversión. Sin transformación emprendedora generalizada no hay salida y la fuerza de la empresa en Venezuela depende de la transformación educativo-productiva que genera oportunidad para toda la población.

Saldremos de la indigencia a la prosperidad, no esperando la lotería de un nuevo recurso natural que nos mantenga, sino con nuevos liderazgos que apuestan al trípode formado por la Educación, Productividad y Espíritu Ciudadano sobre la base de la Dignidad humana de todos, el Estado de Derecho, Seguridad y Libertad.

Los pueblos no se suicidan.

 

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