Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los efectos del ruido sobre la salud de las personas es algo que hay que tener muy en cuenta. Por este motivo, recomiendan que el nivel de ruido para garantizar una buena salud y bienestar es de 65 dB. Si la exposición es superior a 85 dB, ya hay riesgo de pérdida auditiva crónica. Mientras que, si la exposición se repite en el tiempo y por encima de 100 dB, hay riesgo de pérdida inmediata.
Si esto ocurre con las personas, imagínense que pasará en sociedades donde la crispación va ganado terreno al diálogo y al acuerdo. Y donde el ruido, cada vez que se entra en periodos electorales, se incrementa tanto que se deja de escuchar de manera permanente, porque lo que les interesa a algunos es la polarización y la falta de convivencia, estableciendo trincheras invisibles, que acaban haciéndose realidad y rompiendo las sociedades.
Como señala la OMS, el ruido es malo para las personas. Pero también para las sociedades, porque debilita la salud y el bienestar. De ahí, que haya que reiterar que el diálogo y el acuerdo en momentos de tantas incertidumbres como los actuales sean elementos determinantes de una buena salud democrática.
Máxime, en tiempos como los actuales donde las preocupaciones cambian rápidamente. Quien nos iba a decir hace un año que nuestra convivencia y preocupación por la COVID-19, sería la que es ahora. El cambio ha sido espectacular. En enero de 2022, el porcentaje de la población que estaba mucho/bastante preocupada por la COVID-19 era del 84,7 por ciento, mientras que ahora es del 50 por ciento, según el barómetro del CIS del mes de octubre.
Decía Felipe González, que la política es hacerse cargo del estado de ánimo de la gente. Una gran verdad que deberían aprender algunas fuerzas políticas en España, que se empeñan en utilizar el bulo, el engaño y las campañas orquestadas que individualizan a un adversario, desprestigiándole y convirtiéndolo en enemigo para intentar llegar al poder como sea.
¿Ejemplos? El primero, es la campaña de bajada de impuestos a los más ricos que algunos gobiernos del PP han realizado, con el objetivo de contraponerlo al camino hacia una fiscalidad justa que desarrolla el gobierno de España.
A parte del ruido generado y del intento de convencer a la gente de que todos piensan que en España se pagan muchos impuestos, intentando crear una impresión de unanimidad falsa ¿Qué opinan los ciudadanos sobre esta cuestión? ¿Hay que cumplir el artículo 31 de la Constitución y que todos contribuyan al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica?
La realidad muestra que:
*El 80,3 por ciento de los españoles están muy de acuerdo/bastante de acuerdo con el criterio de que paguen más impuestos los que más riqueza tienen, según el barómetro de octubre del CIS. Entre los votantes del PP y Vox, opinan de la misma manera el 58,5 por ciento y el 56,8 por ciento respectivamente.
*Siete de cada diez personas están muy de acuerdo/bastante de acuerdo en que “los impuestos que pagamos los/as españoles/as deberían ser los mismos en todo el territorio independientemente de la comunidad autónoma de residencia”. Concretamente un 71,2 por ciento. Esta idea es compartida por el 66,8 por ciento de los votantes del PP y el 77,8 por ciento de los de Vox.
*El 68 por ciento de la población está muy de acuerdo/bastante de acuerdo con que la Unión Europea acuerde unas reglas fiscales comunes para todos los países miembros. Esta idea es compartida por el 62,9 por ciento de los votantes del PP y el 61,1 por ciento de los votantes de Vox.
Con estos datos, hacerse cargo del estado de ánimo de la gente, significa que los partidos de la oposición deberían apoyar en estos momentos al gobierno en materia impositiva. Algo que no están haciendo y que, a lo mejor, viendo lo que está pasando en Reino Unido y lo que opinan sus votantes, les tendría que hacer reflexionar.
El segundo, es el empeño de los dos principales partidos de la oposición por desprestigiar las instituciones del Estado, que ellos como representantes de los ciudadanos tienen que cuidar y consolidar. La campaña contra el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) es un ejemplo.
La falsedad que pretenden imponer la basan en dos argumentos. El primero es que el CIS nunca “acierta” en sus encuestas electorales. Y el segundo, que las estimaciones de voto no son ciertas. A parte del ruido generado ¿Cuál es la realidad?
En cuanto al primer argumento, los estudios electorales realizados por el CIS desde 2018, en elecciones autonómicas y generales, han mostrado que partido político ganaría las elecciones en 22 de los 23 procesos electorales que se han producido en España. Solo en Castilla y León 2022 se estimó un empate técnico entre PSOE y PP, con el PSOE como primera fuerza, y finalmente fue el PP por muy estrecho margen.
Aunque el objetivo del CIS no es acertar o no, sino ver las tendencias, el Centro de Investigaciones Sociológicas, en lenguaje llano, acierta. Por tanto, miente quien dice que el CIS nunca “acierta” en sus encuestas electorales, aunque lo repita por tierra, mar y aire.
En cuanto al segundo argumento de la campaña de difamación contra el CIS, que consiste en decir que todas las estimaciones del CIS son falsas, tanto en la época de Casado como en la etapa ahora de Feijóo, y ciertas las que hacen otras empresas privadas que dan ganador al PP, se pueden señalar dos cosas sencillas.
La primera, es que si las estimaciones electorales que hizo el CIS hubieran sido erróneas estaría gobernando el PP y no el PSOE. Y no parece el caso.
La segunda, es que si no hay que creer las estimaciones de voto del CIS y sí a las que hacen las empresas privadas que dan ganador al PP desde el año pasado, una pregunta sencilla sería ¿Por qué el PP se cargó a Pablo Casado si iba por delante del PSOE y solo tenían que esperar a que se celebraran elecciones para gobernar?
A parte de explicárselo a la sociedad española, también sería bueno que se lo explicaran al propio Pablo Casado que llegó a creerse tanto sus propias mentiras o lo que le susurraban al oído, que el 20 de diciembre de 2021 decía que “el cambio es imparable”.
Lo que no sabía Casado, en ese momento, es que el cambio imparable al que se referían y del que hablaban en el PP era del suyo. Por tanto, haría bien Feijóo en estar atento, a ver si los mismos que le decían eso a Casado y ahora se lo dicen a él, le van a hacer lo mismo cuando ya estén de nuevo en las listas y consideren que ha llegado el momento.
Decía Felipe González, que la política es hacerse cargo del estado de ánimo de la gente. Eso es lo que está haciendo el gobierno de España y lo que deberían hacer los partidos de la oposición para que los españoles vean que sus representantes están centrados en sus necesidades y en su bienestar.
No hacerlo es un error, porque tensiona innecesariamente la sociedad española y no aporta soluciones. Pero no hacerlo y dedicarse a discutir de encuestas sin aportar propuestas al debate político, además les coloca en el rol de perdedores.