Rafael Fauquié: Maestros, aprendices I

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Acaso sea la autenticidad la mayor y más exacta de las verdades que pudiesen definir a un ser humano. Si ella faltase, faltaría todo. Sobre nuestra autenticidad  construimos y nos construimos. Ella nos define en cuanto somos y nos proponemos ser. Sobre ella reposa el sentido de nuestros esfuerzos y nuestras razones. Solo en autenticidad existimos y solo en ella vale la pena ser y vale la pena hacer. Y la autenticidad que nos lleva a proyectarnos sobre nuestras obras debería impregnar también las palabras que decimos y nos identifican: voces con que nombramos creencias y elecciones, sueños y esperanzas, convicciones y proyectos. Autenticidad de la inteligencia y del sentimiento expresándose; autenticidad de la voluntad guiando pasos, y, acaso por sobre todo, autenticidad de esa vocación que nos llama junto a nuestras aptitudes, al lado de eso que -entendemos, sabemos- existe en nosotros, junto a ciertos actos que son, esencialmente, nuestra fe y nuestra apuesta de vida.

Todo ser humano ha podido sentir alguna vez el impulso de transmitir a otros sus comprensiones, sus conocimientos, sus verdades, sus juicios, sus principios… De igual manera, todo ser humano ha podido sentir la necesidad de escuchar de otros visiones y versiones que incorporar a su forma personal de distinguir y de entender… Ser maestros de alguien o ser aprendices de alguien: todos podemos, en algún momento, convertirnos bien en lo uno o bien en lo otro. Todos podemos estar en posesión de verdades que otros pudiesen aprovechar, y todos podemos beneficiarnos de expresiones de una sabiduría ajena.

Existen, sin embargo, algunos seres en quienes nace la voluntad de vivir en la permanente transmisión de conocimientos, en el propósito de comunicar a otros saberes propios. Son seres que ejercen la profesión de maestros. Profesión: término que proviene del verbo profesar; esto es: profesa quien afirmar una intención, el compromiso con una determinada responsabilidad. Quien “profesa” la condición de maestro se responsabiliza en formar a otros; principalmente en una actitud hacia la verdad, hacia las razones que conducen hacia ella, hacia las actitudes morales que jamás podrían alejarse de ella. Y esa responsabilidad adquiere para el genuino maestro una condición de apuesta existencial.

¿De las muchas cosas que el mundo nos transmite, cuáles escogemos comunicar a otros? Como maestros, en nuestros actos, en nuestras palabras, en la acción de éstas, una intención se repite: exponer una manera de mirar, de entender, de valorar, de creer, de sentir… Expresar nuestra relación con nosotros y con el mundo. Nombrar respuestas. Escoger énfasis y razones, imaginarios y verdades… Acto y finalidad de nuestras voces: de su propósito y su destino; eventualmente, destino de esperanza, de la significación ética de ciertos fines: transmitir verdades, acatar convicciones, defender sueños, acogernos a determinadas esperanzas…

 

Traducción »

Sobre María Corina Machado