Manuel Barreto Hernaiz: Y a usted… ¿Qué más le da?

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Se acerca el momento en el cual todos los sectores, tanto los partidos opositores como la sociedad civil en su conjunto, que anhelan cambios ante las ineludibles realidades a las cuales nos ha conllevado el régimen -y todos sus secuaces- en estas desacertadas décadas, dediquen sus energías concatenadas, a preocuparse por lograr un compromiso mínimo, dejando de lado esas diferencias propias de adversarios políticos, sentando las bases de confianza mínima que hagan posible un clima de entendimiento que se fundamente en propuestas basadas en los problemas reales de nuestro país, que interesan a los ciudadanos, sustentadas en un mensaje serio, sin los sempiternos aditivos demagógicos, y sin disquisiciones populistas fuera de la realidad actual, o en anticipados repartos del pastel que aún no se ha horneado.

Ahora la ciudadanía exige dejar de ser, gracias a la estadística electoral, un segmento de preferencias, sempiternamente bombardeada con artilugios propagandísticos, antes que discutir con ella y junto a ella, a fondo y con responsabilidad, los problemas y las propuestas para acometerlos.

Ahora, como nunca antes, se necesitan a una persona que sepan hacer política, que tengan algo más que un paquete provisional con fines electorales y, sobre todo, que sean ciudadanos con verdadera autoridad moral para encabezar el esfuerzo conjunto requerido para salir de este régimen.

En resumen, se requieren hombres de trabajo y experiencia, respaldados por un equipo, y que esté en permanente contacto con la sociedad. Que sean capaces de tener el coraje y la valentía de sentarse en torno a una mesa a conversar y lograr el ineludible acuerdo que le garantice a toda la ciudadanía los impostergables cambios; que encuentren puntos de convergencia a favor de los intereses superiores de nuestro país.

Es la ciudadanía la que pone los votos, la que aproxima la posibilidad de triunfo y de futuro y es la que pasará factura a quien no represente su ideal de unidad o a quien no exprese una conducta de inclusión o pretenda desplazar y desconocer a los líderes naturales de la sociedad civil, que han dado tanto o más en esta lucha.

La ciudadanía acepta ampliamente que la democracia no puede funcionar sin sistemas de partidos políticos y que los que teníamos, aun no siendo buenos, están en muchos sitios en descomposición. Es decir, se reconoce que no habrá sostenibilidad democrática sin buenos partidos, pero que la democracia seguirá deteriorándose con los partidos que tenemos. Entonces ¿se podrá influir positivamente en la recomposición del sistema de partidos? ¿Qué hacer al respecto? El ciudadano entendió y comparte el criterio de que los partidos políticos son necesarios y son la esencia de la democracia. Símbolos de la lucha ideológica, encarnación y articulación de intereses. Fue aprendiendo a convivir con ellos, a entenderlos y respetarlos.

La revitalización y reestructuración de los partidos es urgente e indispensable, y si algo se ha comprobado, es que la sociedad civil no puede sustituir a los partidos. Todo lo contrario, ellos tienen que ser fortalecidos. Pero… ¿Habrán tenido los partidos democráticos el mismo aprendizaje que los ciudadanos en este proceso?

En España, en época de Franco, cuando las Cortes o Parlamento se formaban de manera escasamente democrática, cuentan que hubo un candidato que hizo su campaña con una frase franca, clara y al grano: «Vote por mí, ¿a usted qué más le da?». Parece que ganó la elección. A la gente le hizo gracia su franqueza, y era verdad que dentro de un sistema totalitario resulta prácticamente indiferente quién ocupa una curul en el parlamento…

Si no aprendemos a construir unas organizaciones políticas que no dependan de los avatares de un hombre sino de la solidez de sus propuestas, seguiremos siendo un país a la deriva. La esperanza está viva, el logro del objetivo aún es posible.

 

Traducción »

Sobre María Corina Machado