María Páez Victor: Ocho años sin el presidente Chávez

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El 5 de marzo fue el octavo aniversario de la muerte del presidente Hugo Chávez.

Inmediatamente después de su defunción, Estados Unidos, Canadá y sus aliados intensificaron los intentos para derribar al gobierno de Venezuela, creyendo que su sucesor, Nicolás Maduro, sería incapaz de sustituir a Chávez y caería fácilmente.

Subestimaron gravemente a Maduro y la determinación del pueblo venezolano.

Me ha venido a la memoria aquel día, en el año 2003, cuando me encontraba en un enorme escenario elevadolevantado en una de las largas avenidas de Caracas. Estaba muy próxima al presidente Chávez, que en esos momentos se dirigía a la enorme multitud que se extendía hasta donde llegaba la vista. Era un mar de personas felices, que reían, bailaban, cantaban, gritaban eslóganes y nos saludaban. ¡Nunca había visto a tanta gente reunida que lo estuviera pasando tan bien! Llevaban horas esperando, pero a nadie parecía importarle, ni estaba cansado o molesto. Era una celebración gigantesca.

Yo estaba absolutamente emocionada: este era el poder del pueblo. No estaban ahí bajo coacción, nadie les había obligado a ir o les había pagado por ello. Querían estar ahí, estar con Hugo Chávez. Realmente, él era alguien más grande que la vida. No podía dejar de mirarle y saber que estaba junto a un hombre que había entrado en la historia y en el corazón de su pueblo, que cambió su destino y el de toda la región. Fue un momento inolvidable.

El país nunca había visto, ni es probable que vuelva a ver, la masiva efusión de aflicción y amor que se vivió el triste día en que fue enterrado.

En Caracas, en la sinuosa carretera que lleva a lo alto de la colina donde descansa su cuerpo en el Cuartel de la Montaña, hay una pequeña estructura pintada, un antiguo garaje. Ha sido convertida en un santuario, en el que puede leerse “Capilla de San Hugo Chávez”. Es el propio pueblo quien ha canonizado al hombre que saben que les quería enormemente.

Hugo Chávez siempre reconoció la fe en Dios que compartía con tantos de sus conciudadanos y siempre mostró su conocimiento y su respeto por las cosmologías indígenas y las tradiciones antiguas de los pueblos de Venezuela. Su socialismo bolivariano no se basaba en una teoría europea artificialmente trasplantada a la política venezolana. Fue una puesta en práctica viva, integrada en la lucha del pueblo venezolano contra las élites fascistas y la guerra imperialista, conectada con la historia, la cultura y el comunitarismo indígena, así como con la propia identidad de la nación. Chávez enseñó historia en la academia militar y conocía bien el alma de su nación.

Pero, para su pueblo, la clave de Chávez fue el amor.

Chávez afirmó en una ocasión: “Estamos heridos, una lluvia maldita llamada capitalismo ha caído sobre nosotros y nos ha empapado el alma; curémonos nosotros mismos, la vacuna se llama amor y socialismo: esa es la vacuna contra el odio, la ambición y el capitalismo”.

He visto a muchos políticos aparecer y desaparecer en Venezuela; algunos capaces de concentrar a multitudes, los líderes de Acción Democrática, del Copei, del MAS [Movimiento al Socialismo], de la URD [Unión Republicana Democrática]. La política de partidos en Venezuela suele ser estridente, enardecida, furiosa, por lo que mucha gente ha apoyado a sus líderes e incluso creído en ellos. Pero, ¿amor? En todos mis años nunca he presenciado algo así. No se me ocurre ningún presidente de la historia reciente de Venezuela del que se pueda decir que fue amado por los venezolanos.

El término “populismo” ha sido propagado por las élites que siempre han tenido miedo al pueblo, al mismo pueblo que dicen representar. Lo que está claro es que el populismo “malo” es el que no le gusta a las élites, y populismo “bueno” es el que sus espías y agentes enardecen en las manifestaciones contra gobiernos que quieren derribar.

Hugo Chávez transformó la política venezolana de una falsa democracia representativa a una vibrante democracia participativa, con el pueblo como principal protagonista. Lo hizo con una nueva Constitución, pero su legado va mucho más allá de las leyes. Trata de un nuevo concepto de democracia bolivariana y socialismo, de infraestructuras comunales, edificado sobre una sólida unión cívico-militar y sobre la integración regional. Cuando los jugadores de la política internacional se dieron cuenta de que no podían ignorarle, se unieron para difamarle.

En la actualidad, esta terrible pandemia ha mostrado los pies de barro de muchos. Hemos descubierto cuáles son los dirigentes que realmente aman a su pueblo y a cuáles les preocupan los negocios más que la salud humana. Tenemos un mundo asolado por la plaga, en el que 139 países todavía no cuentan con vacunas porque las corporaciones farmacéuticas utilizan el chantaje y la protección de las patentes para vender su mercancía.

Cuba, China, Rusia e Irán han acudido heroicamente en ayuda de Venezuela con vacunas, equipos médicos y gasolina, ya que EE.UU. y sus aliados han prohibido cruelmente a la nación vender su propio petróleo o efectuar cualquier compra en el mercado internacional. Hemos sido testigos del claro contrasto entre codicia y solidaridad, entre colonialismo y dignidad humanitaria.

¿Qué pensaría Chávez si estuviera aquí?

(1) Se felicitaría por haber favorecido a Maduro como sucesor, confirmado en elecciones libres y trasparentes. El que fuera conductor de autobús y líder sindical no ha abandonado su camino.

Maduro está al frente de la nación cuando esta atraviesa la peor guerra que ha sufrido desde la Guerra de la Independencia. Y lo ha hecho con un equipo político excepcionalmente hábil a su lado, que actúa con tremenda creatividad y coraje. Dan prioridad absoluta a las necesidades públicas a pesar de la terrible guerra económica declarada por Washington y sus aliados, que ha reducido espectacularmente el presupuesto del gobierno en torno al 90%.

Se estima que el volumen de pérdidas alcanza los 114.000 millones de dólares, el equivalente al presupuesto de 25 años de los servicios sociales.

Golpes de Estado, incursiones paramilitares, ciberataques, asesinatos, demonización mediática, robo de los activos y el oro venezolanos, creación de un presidente falso, destrucción de la moneda, sanciones ilegales… de todos estos elementos se compone la guerra híbrida declarada por EE.UU., Canadá y la Unión Europea contra Venezuela, algo nunca hecho contra ninguna otra nación, exceptuando tal vez a Cuba.

Algunos, que se llaman a sí mismo “progresistas”, o “demócratas”, creen que están sanciones ilegales son adecuadas pues no se trata de una invasión militar. Pero se trata de imperialismo económico, que mata tanto como las balas o las bombas. Solo entre 2017 y 2018, 40.000 venezolanos murieron por causa directa de las sanciones ilegales, y seguramente han sido muchos más desde entonces. En vano el Papa Francisco ha instado a que se paralizaran las sanciones durante la pandemia.

40 bancos internacionales de 17 países han robado activos venezolanos valorados en 6.000 millones de dólares

El mes de febrero, Alena Douhan visitó Venezuela. Es la tercera Relatora de Derechos Humanos de la ONU en hacerlo y condenar las sanciones. Reprendió a esos bancos por negarse a devolver a Venezuela los fondos y el oro y denunció que constituían graves violaciones a los derechos humanos de los venezolanos porque les impiden acceder a alimentos y medicinas.

Con toda seguridad, Chávez habría denunciado enérgicamente estos evidentes actos de piratería.

El 4 de marzo, la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas denunció a Estados Unidos por emitir decretos –que Biden ha suscrito, lo mismo que hizo Obama– en los que se afirma que Venezuela es una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, lo que les da excusas para continuar violando el derecho internacional con sanciones arbitrarias.

(2) En segundo lugar, Chávez se alegraría de ver las iniciativas promovidas para diversificar la economía venezolana. Durante su presidencia, la diversificación económica fue un importante objetivo, pero en el gobierno de Nicolás Maduro es una cuestión de supervivencia. Actualmente, la autosuficiencia de Venezuela en producción de semillas es tal que va camino de convertirse en nación exportadora, pues ya produce el 88% de sus alimentos. Y Venezuela ya ha fabricado sus primeros ordenadores, aviones comerciales y drones.

Chávez estaría de acuerdo con las negociaciones de Maduro para conseguir involucrar al sector privado porque, al fin y al cabo, uno no negocia con quienes ya está de acuerdo, sino con aquellos que se le oponen, y Maduro está negociando desde una posición de mucha fuerza, pues su partido, el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), consiguió la mayoría en la Asamblea Nacional y destruyó cualquier influencia del títere estadounidense Guaidó.

Trabajar con el sector privado no significa rendirse ante él, como afirmó el propio Chávez: “Estamos deseando trabajar juntos con los empresarios locales, nacionales, que […] quieran trabajar para satisfacer las necesidades del pueblo venezolano”.

(3) Chávez estaría orgulloso de los logros diplomáticos alcanzados, como el sólido apoyo del grupo de Naciones No Alineadas de la ONU, de haber abandonado la corrupta Organización de Estados Americanos (OEA), de haber ignorado al patético Grupo de Lima montado por Canadá, por no tolerar la interferencia colonialista de la UE y por los continuos esfuerzos para lograr la integración regional. México, Argentina y Bolivia están regresando a este proyecto de integración y pronto lo harán Brasil, Ecuador y Chile. La Patria Grande que Fidel y Chávez promovieron renace de sus cenizas.

(4) Chávez comprendería que la demonización de Maduro, como antes la suya propia, se debe a que las corporaciones imperialistas codician nuestro abundante oro y petróleo, pero también a que les aterra nuestra rebelión, nuestra democracia participativa y nuestros programas socialistas de cosecha propia. Es decir, a que tiemblan ante los consejos comunales, las comunas, los colectivos, los más de 3 millones de personas que integran nuestra milicia cívica, las leales Fuerzas Armadas y todo aquello que conforma el cuerpo político de un pueblo bien organizado en torno a un gobierno que les presta apoyo frente a la guerra económica.

Todas estas miles de organizaciones populares son la espina dorsal que nos permite sobrevivir al embate de las sanciones y hacer frente a la pandemia.

A pesar de las terribles sanciones, Venezuela no ha dejado de creer que es una nación soberana que toma sus propias decisiones sobre cómo gobernarse. El poder que decide no está en Washington, en Ottawa o en Bruselas, sino en sus ciudadanos libres.

Entonces, ¿por qué no ha caído el gobierno venezolano?

Tiene que ver con Chávez. Tiene que ver con el amor y también con la rebelión.

En Venezuela tenemos un dicho: “Obras son amores y no buenas razones”, el amor se demuestra actuando, no con palabras. Y la Revolución Bolivariana son acciones.

Aunque los fondos disponibles sean escasos, se destinan a cubrir las necesidades públicas: comida, escuelas, casas, cuidados médicos, organizaciones de base, el medio ambiente, las mujeres, los pueblos indígenas, lo más vulnerable. Especialmente a mantener la paz frente a los hambrientos de poder, la élite supremacista blanca aliada a los intereses imperialistas.

Los programas médicos y sociales y las contribuciones de las organizaciones populares han tenido un gran éxito en el manejo de la pandemia que asola la región. Venezuela ha tenido mejores resultados que la mayoría de los demás países. Con una población de 28,5 millones, la nación ha tenido

-solo 140.960 casos de covid-19, menos de 5.000 casos por millón.

-solo 48 muertes por millón, mientras en Perú han sido 1.421 muertes/millón y en Colombia 1.174 muertes/millón.

Actualmente se abre un nuevo horizonte con la clara victoria electoral de los diputados chavistas en la Asamblea Nacional y la elección de diputados de la sección democrática de la oposición que se ha distanciado de los Guaidós, López y los de su índole, aliados con el enemigo, que no son sino vulgares ladrones, cadáveres políticos.

Venezuela en la actualidad, como en la época de nuestros bravos ancestros que derrocaron al imperio español, es una nación de rebeldes que se niega a postrarse ante otro imperio. Para Venezuela, la rebelión es la única libertad.

Recientemente, Chris Hedges escribió: “La rebelión […] mantiene las brasas de la empatía y la compasión. Estas brasas no son insignificantes. Mantienen viva la capacidad de ser humano”. (de The Age of Social Murder).

Si Hugo Chávez estuviese aquí vería que su amor por el pueblo fructificó en una rebelión contra la injusticia, la desigualdad y el imperialismo y que proclama desafiante su soberanía. Gritaría y repetiría:

¡Aquí no se rinde nadie!

En su discurso inaugural de 2007, Chávez declaró:

“… triunfaremos en el camino de la revolución, y no en ningún otro”.

Con sanciones o sin sanciones, Venezuela prevalecerá. ¡Venceremos!

María Páez Víctor es una socióloga y analista internacional venezolana. Durante años enseñó en la Universidad de Toronto.

 

Traducción »

Sobre María Corina Machado