Elda Cantú: La falsa calma

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El fin de semana pasado, el presidente Joe Biden tuiteó ocho veces: para agradecer el trabajo de una enfermera, publicar las fotos de su visita a un banco de alimentos en Texas, compartir la actuación de un coro en la Casa Blanca.

Sin triunfalismo ni exceso de signos de admiración y mayúsculas, como era el estilo de su antecesor, Donald Trump. Nada digno de cobertura incesante o ataques de pánico.

*Bostezo*

“El demostrable desinterés de Biden por generar titulares atrevidos solo subraya el modo en que el agujero que dejó Trump en Washington ha creado una sensación de tiempo libre en todos los ámbitos de la capital”, observaba hace unos días Katie Rogers, corresponsal de la Casa Blanca.

Con la llegada de Biden y su retórica conciliadora, pareciera que la política estadounidense se vuelve casi… aburrida. La falta de una presencia provocadora en Washington deja espacio para el gris asunto de gobernar, debatir, matizar.

Es como si la retórica política se pusiera al día con el estado de ánimo general que muchos vivimos desde hace un año, en pausa y aislamiento.

De hecho, el tiempo libre que nos devolvió la pandemia ha tenido importantes consecuencias económicas que los expertos aún no terminan de comprender: desde el auge de la jardinería, las mejoras del hogar y los juegos de mesa, hasta la locura de los inversionistas de sillón que han puesto de cabeza a Wall Street.

Pero tener un poco más de calma en el debate público, debido a que parecieran haber quedado atrás los días del liderazgo incendiario en Twitter, no debería llevarnos a la apatía política sino, más bien, a abrir la puerta a una mayor reflexión y una discusión más productiva.

 

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