Rafael Fauquié: Cinco versiones de la   felicidad

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En su Ética a Nicómaco, Aristóteles se propuso explicar la razón por la cual los seres humanos hemos venido al mundo. Su respuesta fue contundente: hemos venido a ser felices; a vivir de la manera más plena, aprovechando cuanto hayamos podido aprender de nosotros y desde nosotros. La sabiduría humana no tendría, pues, otro sentido que ése: ayudarnos a los hombres a conquistar la felicidad.

He seleccionado cinco versiones que sobre el tema de la felicidad dieron Borges y Nietzsche. Escuetamente dos autores y diez comentarios tan exactos como irrefutables.

Según Borges:

“Los jóvenes son aficionados a la infelicidad: ponen lo mejor de sí mismos en ser infelices, y generalmente lo consiguen”.

“Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia”,

“Ser feliz no es cualidad menos plausible que la de ser genial”.

“A mí también la vida me dio todo. A todos la vida les da todo, pero los más lo ignoran”.

“He sospechado alguna vez que la única cosa sin misterio es la felicidad, porque se justifica por sí sola”.

Según Nietzsche:

“… la vejez y la sabiduría, llegan a ti por el mismo cauce; así lo quiere la naturaleza. Entonces, deja, sin indignarte que las brumas de la muerte se acerquen”.

“La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar lo serio de cuando se era niño”.

“Cuanto más se acrece su conocimiento, tanto más se siente el hombre en su rincón”.

“Cuando se ve claro el ‘porqué’ de la propia vida, se concede poca importancia al cómo de ésta”.

“Muchos hombres están tan acostumbrados a estar solos consigo mismos, que desarrollan el monólogo de su existencia en un estado de espíritu apacible y alegre, en agradables conversaciones consigo mismos y hasta en risas. Pero si se les obliga a compararse con otro, propenden a una sutil depreciación de sí mismos, hasta el punto que es preciso forzarles a aceptar de otro una buena y justa idea de sí mismos, y aun de esta idea adquirida querrían rebajar y corregir alguna cosa. Es preciso, pues, conceder a ciertos hombres su soledad y no ser lo bastante tonto, como se hace frecuentemente, para compadecerse de ellos”.

 

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