Donald Trump le pide a la ONU que le “haga rendir cuentas” a China por el coronavirus

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Los presidentes de EE UU y China exhiben su duro pulso por el liderazgo global en un encuentro virtual marcado por la pandemia

La Asamblea de Naciones Unidas ha exhibido este martes el duro pulso que libran Estados Unidos y China y ha mostrado una imagen insólita de la política exterior, una disposición peculiar del tablero de ajedrez diplomático: el líder del mundo libre aconsejando a los países que priorizaran sus intereses individuales y el jefe de un régimen autoritario como el de Pekín alertando contra el proteccionismo. En una cumbre celebrada de modo virtual por la pandemia, Donald Trump ha centrado su discurso en atacar al Gobierno de Xi Jinping. Le ha acusado de haber “infectado al mundo” al mentir sobre el coronavirus y ha instado a la ONU a hacerle rendir cuentas. Xi ha replicado contra la “estigmatización” y “politización” de esta crisis mundial.

La institución, nacida en 1945 para proteger a las generaciones venideras de un conflicto tan sangriento como el de la Segunda Guerra Mundial, celebra su gran encuentro anual en medio de una tormenta de proporciones no vistas desde entonces. La peor pandemia en un siglo ha conducido a la recesión económica más grave desde la Gran Depresión y se ha cobrado la vida ya de casi un millón de personas en todo el mundo. Estados Unidos acaba de tocar la barrera de los 200.000 fallecidos y a su presidente tanto esta cifra como la cita de Naciones Unidas le llegan a escasas semanas del examen de las urnas. Ante semejante escenario, este martes se ha dirigido a China con un lanzallamas.

“En los primeros días del virus, China prohibió los viajes dentro del país mientras permitía que los vuelos abandonaran China e infectaran al mundo”, ha criticado Trump. “El Gobierno chino, y la Organización Mundial de la Salud, que está controlada por China, declararon falsamente que no había pruebas de transmisión entre humanos”, ha continuado, “luego dijeron que las personas sin síntomas no podían contagiar, lo que también era falso”. “Naciones Unidas debe hacer que China rinda cuentas por sus actos”, ha recalcado.

El discurso, grabado en vídeo, ha durado tan solo siete minutos, frente a las largas exposiciones de asambleas anteriores, pero bastaron para reivindicar el mensaje nacionalista con el que el presidente republicano se estrenó en esa misma institución en 2017. Este martes, además, ha invitado al resto de países a imitar su giro contra el globalismo.

“Durante décadas, las mismas voces cansadas propusieron las mismas soluciones fallidas, buscando ambiciones globales a expensas de su propia gente, pero solo si cuidas de tus propios ciudadanos encontrarás una base real para la cooperación. Como presidente, he rechazado los enfoques del pasado y me siento orgulloso de poner a Estados Unidos primero, tal y como ustedes deberían poner a sus países. Es lo que deberían hacer”, ha señalado.

Una de esas viejas máximas de la diplomacia, o de la política general, dice que el hueco que uno deja enseguida es ocupado por otro, y eso es lo que ocurre en el frente Washington-Pekín. La era de Donald Trump ha allanado el camino para que Xi Jinping intente presentarse ante el mundo como adalid de la cooperación y la Asamblea de la ONU lo ha mostrado con claridad. Apenas unos minutos después de la intervención del estadounidense —tan solo separado por el discurso del turco Recep Tayyip Erdogan— ha llegado el turno de palabra de Xi Jinping, quien ha hecho de su discurso un canto al multilateralismo.

“El mundo nunca va a volver al aislamiento y nadie puede cortar los lazos entre países”, ha dicho el líder del régimen chino, quien ha asegurado que su país no va a participar en ninguna guerra “ni fría ni caliente”, en referencia a los múltiples frentes abiertos con Estados Unidos, en el terreno comercial, tecnológico y de defensa. “Los grandes países deben comportarse como grandes países”, ha llegado a decir Xi en tono de regañina, y ha instado al Gobierno de Trump, sin nombrarlo, a no “politizar” o “estigmatizar” la crisis del coronavirus.

El pulso entre ambos Gobiernos comenzó con las críticas a las prácticas proteccionistas de China y las acusaciones de robo de propiedad intelectual a empresas estadounidenses, asunto en el que coincide el rival de Trump en las urnas, el candidato presidencial demócrata Joe Biden. Al inicio de la pandemia, cuando parte del pueblo chino mostró sus quejas por el modo en que el régimen había ocultado el inicio de la crisis, Trump dio un espaldarazo a Xi Jinping. Sin embargo, conforme el coronavirus se extendió por Estados Unidos y crecieron también las críticas contra el presidente estadounidense por su gestión de la pandemia, los cañones se dirigieron a Asia. Fue entonces cuando el republicano comenzó a hablar de “virus chino” y a acusar a la OMS —de la que ha decidido desvincularse— de haber actuado en conchabanza con Pekín para ocultar sus responsabilidades.

Mientras, varios países, entre ellos Estados Unidos y España, acusan a hackers chinos de tratar de robar información sobre la investigación de la vacuna, la meta de la que realmente depende la solución de esta crisis atroz. Trump también criticó a la comunidad internacional por hacer la vista gorda a la huella medioambiental de China y criticar su retirada del Acuerdo del Clima de París. “Quienes atacan el excepcional comportamiento ambiental de Estados Unidos al mismo tiempo que ignoran la contaminación rampante en China no están interesados en el medio ambiente, solo quieren castigar a Estados Unidos”, clamó.

Este es el duelo que se ha escenificado en las pantallas del cuartel general de Naciones Unidas en Nueva York, a donde solo acudieron en persona los altos cargos de la institución y los embajadores de cada país en Estados Unidos. El secretario general, el portugués António Guterres, abrió la sesión el lunes pidiendo a los líderes “hacer todo lo posible para evitar una nueva guerra fría”. Guterres habló de “vacunacionalismo”, para denunciar las estrategias nacionalistas o populistas en la búsqueda del remedio a la pandemia. “Estamos avanzando en una dirección muy peligrosa”, enfatizó.

El País

 

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